La información que vamos a compartir con Usted ha sido
tomada del libro titulado "La Iglesia Peregrina" de E. H.
Broadbent. Según este libro, por siglos han existido en los valles Alpinos
de Piedmont, congregaciones de creyentes que simplemente se han denominado a
sí mismos como "hermanos" entre comillas, quienes
más tarde llegaron a ser ampliamente conocidos como Valdenses o Vaudois,
aunque ellos mismos jamás aceptaron este calificativo.
Según estos hermanos, su origen se remonta a la época de los
apóstoles. Al igual que otros grupos de creyentes, estos hermanos no
se originaron con la Reforma de Lutero, sino que se mantuvieron fieles a las
enseñanzas y ordenanzas apostólicas conforme al testimonio del
Nuevo Testamento.
En otras palabras, los Valdenses nunca fueron parte ni de la iglesia católica
reunida, ni de la iglesia católica dividida entre romana y griega. Desde
los tiempos del emperador Romano Constantino han continuado siendo una sucesión
de predicadores del evangelio y fundadores de iglesias neo testamentarias libres
de la influencia perniciosa de la relación Iglesia y Estado tan predominantes
en el pasado y algo todavía en el presente.
Estos creyentes eran muy numerosos en las montañas Taurus y en los valles
alpinos, y se caracterizaban por estar sólidamente fundamentados en las
Escrituras y libres de la idolatría que tanto daño estaba causando
en la iglesia profesante.
Consideraban a la Biblia como la única regla de doctrina y práctica
y de ninguna manera daban cabida a las tradiciones orales o escritas de los
hombres.
Se decía de ellos que su única meta en la vida era mantener el
carácter de la iglesia cristiana primitiva. Por no haber sido jamás
parte de la iglesia establecida, los Valdenses nunca se embarcaron en una guerra
abierta contra la iglesia católico romana ni contra la iglesia católica
griega.
Hablando de los Valdenses, el inquisidor Reinerio, quien murió en 1259
dice lo siguiente. Entre las sectas que todavía existen o que han existido
antes, ninguna es tan perniciosa para la iglesia católico romana coma
la Valdense, y esto por tres razones.
La primera razón es por su antigüedad, porque según algunos
se originó en el tiempo del Silvestre, obispo de Roma en la época
de Constantino y según otros se originó en el tiempo de los apóstoles.
La segunda razón es porque está ampliamente difundida, no existe
lugar donde la secta no esté presente.
La tercera razón es porque mientras las demás sectas despiertan
el rechazo y el horror de la gente por sus blasfemias contra Dios, la secta
de los Valdenses tiene una gran imagen de piedad, por cuanto sus integrantes
viven rectamente ante los hombres y creen todos los puntos respecto a Dios que
constan en el credo, pero blasfeman contra la iglesia católico romana
y el clero, en lo cual se unen multitud de laicos.
Algunos han sugerido que Claudio, obispo de Turín fue el fundador de
los Valdenses en las montañas alpinas de Piedmont, pero entre él
y ellos había mucho en común y deben haberse fortalecido y animando
mutuamente, pero los hermanos Valdenses tuvieron un origen mucho más
antiguo.
Fue el obispo Claudio de Turín, quien negó la reverencia a la
santa cruz, rechazó la veneración y la invocación a los
santos y destruyó las imágenes.
En su comentario sobre del libro de Gálatas, Claudio enseña claramente
el principio de la justificación por fe, y señala el error de
la iglesia católico romana al haberse alejado de la verdad bíblica.
Cuando los Valdenses se pusieron en contacto con los Reformadores en el siglo
16, pusieron muy en claro que sus ancestros habían declarado siempre
que existían desde la época de los apóstoles.
Los Valdenses daban por sentado que eran descendientes de los refugiados italianos,
quienes después de escuchar el mensaje del evangelio de boca del Apóstol
Pablo, abandonaron su hermoso país y huyeron, como la mujer de Apocalipsis,
a las montañas alpinas, en donde hasta el presente han pasado el evangelio
de generación a generación en la pureza que ellos lo recibieron
del apóstol Pablo.
La iglesia establecida arremetió con furia contra los Valdenses y por
siglos usó todo su poder y su influencia para acabar con los Valdenses.
Muchos tuvieron que morir por su fe, otros tuvieron que esconderse en lugares
remotos.
El surgimiento de la Reforma trajo algún respiro para los Valdenses
y es así como fueron absorbidos por algunas iglesias evangélicas
que tienen sus raíces en la Reforma.
Esto en cuanto a sus orígenes y trayectoria.
En cuanto a doctrina, algo se ha señalado ya: La doctrina y práctica
de los hermanos Valdenses tenían tal carácter que era obvio que
no fueron el fruto de un intento por reformar la Iglesia Romana o Griega. Sin
la influencia de ninguna de estas dos iglesias, se ve en los Valdenses una vieja
tradición transmitida de generación a generación, por la
cual se fundamentaban en las Escrituras y en las prácticas de la iglesia
primitiva.
Su existencia prueba que siempre ha habido hombres de fe, hombres con poder
espiritual, hombres entendidos, quienes han mantenido en las iglesias una tradición
muy parecida a la de los días de los apóstoles y muy distante
de las costumbres y dogmas humanos de las iglesias dominantes.
Es así como aparte de las Sagradas Escrituras, los Valdenses no tenían
declaración de fe ni normas de conducta, ni autoridades humanamente constituidas,
por más ilustres que fueran.
Seguir a Cristo era la pasión de sus vidas, e imitar su ejemplo era
la meta de su existencia. La parte de las Escrituras que más moldeaban
su forma de pensar y su conducta era el Sermón del Monte.
Para ellos, el Sermón del Monte era la norma para todo creyente. Se
oponían al derramamiento de sangre, a la pena capital, al uso de la fuerza
en asuntos espirituales. Pero estaban dispuestos a defenderse si eran atacados.
No hacían juramentos y evitaban el uso del nombre de Dios en vano. No
estaban de acuerdo con la creencia de la iglesia profesante en el sentido que
ella era la única llamada a interpretar la Biblia y a abrir o cerrar
la puerta de la salvación. Tampoco creían que la salvación
sea por cumplir con determinados sacramentos sino por fe en Cristo como Salvador.
La fe, decían se debe manifestar en buenas obras. Creían en la
doctrina de la elección soberana de Dios, actuando juntamente con la
libre voluntad del hombre. Estaban convencidos que Dios pone maestros dotados
en la iglesia y por eso apreciaban mucho los escritos de Ambrosio, Agustín,
Crisóstomo y otros, siempre y cuando estas enseñanzas no estén
en conflicto con la pura enseñanza de la Biblia.
En asuntos de orden en la iglesia, practicaban la sencillez, sin nada pomposo
y llamativo que era típico de la iglesia romana. Se gobernaban por medio
de Ancianos y Diáconos. Practicaban la Cena del Señor como la
forma de hacer memoria de la persona y obra de Cristo. Todos los creyentes podían
disfrutar del privilegio de participar de los elementos en la Cena del Señor.
El bautismo en agua estaba reservado para los creyentes absteniéndose
de bautizar a los niños. Esto es en esencia la doctrina y práctica
de los Valdenses.
A manera de comentario, es ilustrativo saber que no todas las iglesias que
no son católico romanas tuvieron su origen en la Reforma de Lutero. Los
Valdenses son un claro ejemplo. Un grupo dedicado a honrar a Dios por medio
de someterse exclusivamente a la Biblia y por medio de practicar las costumbres
de la iglesia primitiva, desde la misma época apostólica.