El concepto de regularidad o irregularidad lo suelen utilizar aquellos
que quieren mostrar, semánticamente hablando, que son los auténticos
propietarios de una determinada tradición iniciática, al contrario que los
otros, y para ello muestran unos documentos debidamente sellados y firmados por
una supuesta instancia superior.
Ese intento de mostrar la legitimidad que se posee para transmitir
determinados símbolos, ritos e iniciaciones, solo muestra una necesidad de ser
tenidos en cuenta, dado que la magia ceremonial, de existir visible, haría
innecesario dicho esfuerzo. Esa magia también podría denominarse como Carisma
y, existiendo este último, atraería a los individuos sin alguna necesidad de
documentos o cualquier otro tipo de
comprobante externo.
La necesidad de la propia regularidad, inexcusablemente, va unida a la demostración de la irregularidad
del otro. Ese otro que nos hace la competencia intentando atraer hacia sus
filas a aquellos que muy bien podrían encontrarse en las nuestras. El caso de
la regularidad respecto de la irregularidad es el mismo estatus conceptual que
existe entre Religión oficial y Secta, cuando todas las religiones existentes
comenzaron como tales.
El afán de controlarlo todo es algo que caracteriza a las
organizaciones que se autodenominan regulares y que a los demás nos califican
como de irregulares. Por dicha causa, las mismas organizaciones, así autodenominadas,
dejan de ser adogmáticas para convertirse en entidades supra-doctrinales, donde
existe una cabeza visible, generalmente algún monarca, y unas normas
claustrantes, bien definidas, como pueden ser la necesidad de una determinada
creencia, más o menos concreta, o la de no aceptar a determinados individuos
por alguna razón de sexo, raza u otra condición.
Se es irregular, para los supuestos regulares, cuando no se cumplen
determinadas normas por muy decimonónicas que sean, aunque el sentido común, basado
en los conocimientos más recientes, demuestre con claridad, que aquellas cláusulas
están con creces superadas y se encuentran obsoletas.
Por lo tanto, la cuestión de regularidad o irregularidad solo les
compete a los que se autodenominan como regulares, pues los que somos
considerados como irregulares, por aquellos, ni nos sentimos así ni tratamos de
usar dicha visión mediática contra los que se consideran nuestros oponentes,
dado que para nosotros la
Verdad se muestra por los hechos, la magia o su carisma.
Es por dicha causa que, generalmente, se acepta en las instituciones
mal denominadas irregulares la visita de miembros supuestamente regulares,
aunque el caso inverso sea prácticamente imposible, dadas las restricciones
dogmáticas de la, a nuestro parecer, mal denominada regularidad.
Es por dicha causa, que muchos de nosotros hacemos oídos sordos cuando
escuchamos esa estúpida falacia de la regularidad o la irregularidad.
ARALBA