Detengámonos a analizar el sentido del Credo, según fue aprobado por los obispos reunidos en Nicea. Al hacer este análisis,
resulta claro que el propósito de esta fórmula es excluir toda doctrina
que pretenda que el Verbo es en algún sentido una criatura. Esto puede
verse en primer lugar en frases tales como "Dios de Dios; luz
de luz; Dios verdadero de Dios verdadero". Pero puede verse también en
otros lugares, como cuando el Credo dice "engendrado, no hecho".
Nótese que al principio el mismo Credo había dicho que el Padre era
"hacedor de todas las cosas visibles e invisibles". Por tanto, al decir
que el Hijo no es "hecho", se le está excluyendo de esas cosas
"visibles e invisibles" que el Padre hizo. Además, en el último párrafo
se condena a quienes digan que el Hijo "fue hecho de las cosas que no
son", es decir, que fue hecho de la nada, como la creación. Y en el texto
del Credo, para no dejar lugar a dudas, se nos dice que el Hijo es
engendrado "de la substancia del Padre", y que es "consubstancial al
Padre". Esta última frase, "consubstancial al Padre", fue la que más resistencia
provocó contra el Credo de Nicea, pues parecía dar a entender que el
Padre y el Hijo son una misma cosa, aunque su sentido aquí no es ése,
sino sólo asegurar que el Hijo no es hecho de la nada, como las
criaturas.
En todo caso, los obispos se consideraron satisfechos con este credo,
y procedieron a firmarlo, dando así a entender que era una expresión
genuina de su fe. Sólo unos pocos, entre ellos Eusebio de Nicomedia, se
negaron a firmarlo. Estos fueron condenados por la asamblea, y
depuestos. Pero a esta sentencia Constantino añadió la suya, ordenando
que los obispos depuestos abandonaran sus ciudades. Esta sentencia de
exilio añadida a la de herejía tuvo funestas consecuencias, como ya
hemos dicho, pues estableció el precedente según el cual el estado intervendría para asegurar la ortodoxia de la iglesia o de sus miembros.
El Concilio de Nicea no puso fin a la discusión. Eusebio de
Nicomedia era un político hábil y además parece haber sido pariente
lejano de Constantino. Su estrategia
fue ganarse de nuevo la simpatía del emperador, quien pronto le
permitió regresar a Nicomedia. Puesto que en esa ciudad se encontraba
la residencia veraniega de Constantino, esto le proporcionó a Eusebio el
modo de acercarse cada vez más al emperador. A la postre, hasta el
propio Arrio fue traído del destierro, y Constantino le ordenó al obispo
de Constantinopla que admitiera al hereje a la comunión.
El obispo debatía si obedecer al emperador o a su conciencia
cuando Arrio murió. En el año 328 Alejandro de Alejandría murió, y le
sucedió Atanasio, el diácono que le había acompañado en Nicea, y que
desde ese momento sería el gran campeón de la causa nicena. A partir de
entonces, dicha causa quedó tan identificada con la persona del nuevo obispo de Alejandría, que casi podría decirse que la historia subsiguiente de la controversia arriana es la biografía
de Atanasio. Baste decir que, tras una serie de manejos, Eusebio de
Nicomedia y sus seguidores lograron que Constantino enviara a Atanasio
al exilio. Antes habían logrado que el emperador pronunciara sentencias
semejantes contra varios otros de los jefes del partido niceno. Cuando
Constantino decidió por fin recibir el bautismo, en su lecho de muerte, lo recibió de manos de Eusebio de Nicomedia.
A la muerte
de Constantino, tras un breve interregno, le sucedieron sus tres hijos
Constantino II, Constante y Constancio. A Constantino II le tocó la
región de las Galias, Gran Bretaña, España
y Marruecos. A Constancio le tocó la mayor parte del Oriente. Y los
territorios de Constante quedaron en medio de los de sus dos hermanos,
pues le correspondió el norte de Africa, Italia,
y algunos territorios al norte de Italia. Al principio la nueva
situación favoreció a los nicenos, pues el mayor de los tres hijos de
Constantino favorecía su causa, e hizo regresar del exilio a Atanasio y
los demás. Pero cuando estalló la guerra entre Constantino II y Constante, Constancio, que como hemos dicho reinaba en el Oriente, se sintió libre para establecer su política en pro de los arrianos.
Una vez más Atanasio se vio obligado a partir al exilio, del cual
volvió cuando, a la muerte de Constantino II, todo el Occidente quedó
unificado bajo Constante, y Constancio tuvo que moderar sus
inclinaciones arrianas. Pero a la larga Constancio quedó como dueño
único del Imperio, y fue entonces que, como diría Jerónimo "el mundo
despertó como de un profundo sueño y se encontró con que se había vuelto
arriano". De nuevo los jefes nicenos tuvieron que abandonar sus
diócesis, y la presión imperial fue tal que a la postre los ancianos Osio de Córdoba y Liberio, el obispo de Roma, firmaron una confesión de fe arriana.
Pero, ¿Cuales fueron las consecuencias de que el Imperio Romano se aliase con el cristianismo?, ¿Cómo es posible que aquellos héroes de la fe que aún poseían en su cuerpo las marcas del martirio obedeciesen al poder temporal congregándose en un concilio convocado por un emperador pagano, o por condescender, cristianizado a medias?
Constantino colmó de privilegios a los cristianos y elevó a muchos
obispos a puestos importantes, confiándoles, en ocasiones, tareas más
propias de funcionarios civiles que de pastores de la Iglesia de Cristo.
A cambio,
él no cesó de entrometerse en las cuestiones de la Iglesia, diciendo de
sí mismo que era "el obispo de los de afuera" de la Iglesia. Las
nefastas consecuencias de este conturbenio no fueron previstas entonces.
Debido, sin duda, al agradecimiento que querían expresar al emperador
que acabó con las persecuciones, los cristianos permitieron que éste se
inmiscuyera en demasía en el terreno puramente eclesiástico y espiritual
de la Cristiandad. Las influencias fueron recíprocas: comenzaron a
aparecer prelados mundanos que en el ejercicio del favor estatal que
disfrutaban no estaban, sin embargo, inmunizados a las tentaciones
corruptoras del poder y daban así un espectáculo poco edificante. Esta
corriente tendría su culminación en la Edad Media y el Renacimiento.
Como reacción a esta secularización de los principales oficiales de la
Iglesia, surgieron el ascetismo y el monasticismo que trataban de ser
una vuelta a la pureza de vida primitiva, pero que no siempre escogieron
los mejores medios para ello.
La mentalidad romana fue penetrando cada vez más el carácter
de la cristiandad se exigió la mas completa uniformidad en las
cuestiones más secundarias, como la fijación de la fecha de la Pascua y
otras trivialidades parecidas que ya habían agitado vanamente los
espíritus a finales del siglo III. Estas tendencias a la uniformidad
fueron consideradas por los emperadores como un medio sumamente útil del
que servirse para lograr la más completa unificación del Imperio.
Contrariamente a lo que generalmente se dice, el Edicto de Milán no
estableció el Cristianismo como religión
del imperio. Esto vendría después, en el año 380 bajo Teodosio. El
cristianismo no se convirtió en la religión oficial en tiempos de
Constantino, pero devino la religión popular, la religión de moda,
pues era la que profesaba el emperador. Tal popularidad, divorciada en
muchos casos de motivos espirituales fue nefasta: "La masa del Imperio
romano -escribe Schaff- fue bautizada solamente con agua,
no con el Espíritu y el fuego del Evangelio, y trajo así las costumbres
y las prácticas paganas al santuario cristiano bajo nombres
diferentes": Sabemos por Eusebio, nos explica Newman (un cardenal
Católico Romano), que Constantino, para atraer a los paganos a la nueva
religión, traspuso a ésta los ornamentos externos a los cuales estaban
acostumbrados. El uso de templos dedicados a santos particulares,
ornamentados en ocasiones con ramas de árboles; incienso, lámparas y velas; ofrendas votivas para recobrar la salud;
agua bendita; fiestas y estaciones, procesiones, bendiciones a los
campos; vestidos sacerdotales, la tonsura, el anillo de bodas, las imágenes
en fecha más tardía, quizá el canto eclesiástico, el Kyrie Eleison,
todo esto tiene un origen pagano y fue santificado mediante su
adaptación en la Iglesia apunta J. H. Newman. An Essay on the
Development of Christian Doctrine, pp. 359, 360.
Esta situación preparó el camino a la promulgación del Cristianismo
como religión oficial del Imperio romano. De manera que, los primeros
edictos de Constantino y Licinio, proclamando la libertad
de todos los cultos, no significaron el fin de la intolerancia
religiosa sino que se convirtieron en las simples etapas iniciales de
otra intolerancia que estaba en puertas. La plena libertad de conciencia
que legalizaron los decretos de 313 y 314 era algo anticipado a los
tiempos y pronto fue echada en olvido. Sirvió tan sólo para que, de
alguna manera, Constantino lograra la introducción de la nueva fe en la legalidad del Imperio.
F. F. Bruce, pregunta con razón: ¿Qué tiene que ver todo esto con la misión
del Siervo del Señor que Jesús pasó a sus seguidores? ¿Cómo podría el
cristianismo llevar a cabo la tarea que le había sido encomendada y
traer la verdadera luz a las naciones si afeaba de tal manera el mensaje
que debía proclamar? Afortunadamente, como veremos, hay otro aspecto
del cuadro; y es en éste otro lado que el progreso del Cristianismo
auténtico se pone de manifiesto. Pero, con todo, hemos de reconocer que
este progreso se ha visto seriamente retardado hasta nuestros días por
la presencia de piedras de tropiezo, escándalos, para usar la palabra de
origen griego, colocadas por vez primera en el siglo IV y algunas de
las cuales todavía hoy no hemos acertado a quitar.
Cuatro siglos de predicación del Evangelio, pese a todas las
imperfecciones de los cristianos, habían dejado una huella cuyas
Influencias se notaban cada vez más en la vida social. La doctrina del hombre creado a imagen
de Dios impuso restricciones a la costumbre de marcar a los esclavos en
la cara y aún inició la serie de medidas que, finalmente, darían fin a
la esclavitud misma. Comenzaron las medidas tendentes a la protección de los niños abandonados por sus padres ya la salvaguardia de la santidad del matrimonio.
Pese a la infiltración del espíritu y las maneras paganas en la
Iglesia, y pese a la propia decadencia espiritual de ésta, el poder del
Evangelio hizo su impacto en el Imperio y aún más allá de sus fronteras.
Pero, es en estas épocas cuando resulta más difícil el trazar la línea
que distingue lo que es meramente institución eclesiástica y la que es
la verdadera Ecclesia.
La libertad ganada con la sangre de los mártires y el sufrimiento de los confesores, se buscó a partir de entonces en las adulaciones y los contubernios con el gobierno imperial. Sin darse cuenta, las Iglesias se debilitaron pues perdieron un elemento básico de la vida espiritual: la libertad moral. En aquel tiempo, no obstante, creyeron que por el contrario, hallaban su más grande emancipación.
Los concilios que tuvieron lugar inmediatamente después de la paz de
Constantino, se resintieron de la intervención estatal que habría de
coartar la plena libertad espiritual de los sínodos y la vida de la
Cristiandad.
Para Constantino, el cristianismo vendría a ser la culminación del proceso unificador que había estado obrando en el Imperio desde hacía siglos. Había logrado que sólo hubiera un emperador, una ley y una ciudadanía
para todos los hombres libres. Sólo faltaba una religión única para
todo el Imperio. Para ello era preciso que hubiera igualmente una sola
Cristiandad, uniformada al máximo posible. De esta manera, las
discusiones doctrinales o disciplinarias de la Iglesia se convirtieron
en problema de Estado.
La labor de los Colegios en este nuevo escenario, decayó y se
concentró en convertir las grandes edificaciones del imperio en iglesias
cristianas. Las bibliotecas
y sedes de gobiernos civiles fueron adaptadas al culto de la nueva
religión dominante. La consigna era: Un Solo Reino. Un Solo Rey. Una
Sola Religión.
Cuando Inglaterra fue subyugada por las armas romanas, las legiones encargadas de la conquista llevaban consigo sus Colegios de Arquitectos. Una de esas legiones, por ejemplo, la de Julio César, avanzando hasta la frontera
norte del país, estableció una colonia, la que bajo el nombre de
Eboracum dio origen a la ciudad de York, tan famosa después en la
historia de la Masonería. Existen inscripciones y restos arquitectónicos
que atestiguan la obra grandiosa realizada en la Isla de Bretaña por
estas asociaciones de arquitectos.
Entre el fin de los Colegios y el surgimiento de las primeras asociaciones gremiales de constructores, la arquitectura
queda por cuenta, inicialmente, de unos constructores privilegiados
radicados en la isla fortificada de un lago del norte de Italia
denominado Como, y de la tardía actividad constructora de los monjes
benedictinos, de Cluny y Cistercienses, en orden de aparición en la
historia, antes de aparecer las Guildas medievales y las
posteriores Logias Operativas, desaparecidas en los siglos XVI y XVII,
para dar paso a la Masonería Especulativa o Moderna, por un lado, y a
las escuelas y facultades de arquitectura por otro.
Pero las incursiones de los bárbaros del norte en Italia demandaban la fuerza
entera de los ejércitos romanos para defender la integridad del
Imperio. Bretaña fue abandonada, y los nativos, en unión de los colonos
romanos, que se habían establecido entre ellos, tuvieron que ser
abandonados para que se defendiesen por sí mismo. Éstos fueron arrojados
pronto del país, primeramente por los Pictos, vecinos feroces, y
después por los sajones o corsarios de los mares vecinos, a quienes los
ingleses habían requerido incautamente para su ayuda, en las montañas de
Gales y las islas del Mar de Irlanda. Los arquitectos que fueron
convertidos al cristianismo, y que permanecieron en el país después de
salidas las legiones, se unieron a ellos, y abandonando toda relación
con la institución materna, se convirtieron después en corporaciones
simples o sociedades de arquitectos, cuya organización si hubiese desempeñado siempre sus trabajos en la misma forma aun se conservarían en nuestros tiempos.
Luego de la caída del imperio Romano, en el norte de la
península itálica se establece en el siglo IV el pueblo
germánico de los Lombardos, ocupando la región de las actuales
provincias italianas de Bérgamo, Brescia,
Como, Cremona, Mantua, Milán, Pavía, Sondrio y Varese, en donde fundó
un reino que sobrevivió hasta el siglo VIII. A esta zona aún se le
conoce con el nombre de Lombardía.
Los Lombardos, invadieron y conquistaron el norte de Italia y
durante tres siglos constituyeron un pueblo, que se convirtió al
cristianismo y adoptó el latín como lengua
diaria, siendo finalmente derrotado por Carlomagno en el año 774 y
asimilado por los habitantes de los territorios ocupados.
En Lombardía, cerca del borde sur de los Alpes y antes de llegar al
piedemonte, se encuentra en la provincia de Como un lago del mismo
nombre en forma de Y. Es el más profundo de los lagos alpinos, y sus límites
están definidos por profundos valles de fallas que se produjeron
durante la formación de los Alpes. Dado que sus lechos fueron
comprimidos y erosionados por glaciaciones posteriores, su elevación
es de 198 metros sobre el mar y cuenta con partes de ese
lecho a 200 metros bajo el nivel del Mediterráneo.
Hoy en día, en el lago nada material recuerda que en el siglo VI, un grupo de inmigrantes constructores originarios de diferentes partes de Europa
radicaron en una de sus islas, que a la sazón se hallaba fortificada.
Estos constructores adquirieron fama y pasaron a la historia como los
Magistri Comacini, y a ellos se atribuye la difusión de un estilo
italiano prerrománico ampliamente difundido en Alemania, Francia, Inglaterra y España.
Poco a poco, estos constructores fueron ganando prestigio y
autonomía, como consta en el antiguo documento del año 643,
atribuido al rey lombardo Rotary, donde se encuentran consignados
privilegios otorgados a la corporación de arquitectos de la isla de
Como.
Algunos estudiosos planten la tesis
de que los Magistri Comacini constituyen el eslabón que une a los
antiguos Colegios romanos con las Guildas (Gremios) de oficios
medievales, y por tanto son los precursores de la organización social que luego se conocería como Masonería.
La reputación de estos constructores de Como era de tal naturaleza,
que arquitectos de toda Europa y Asia Menor se dirigían a su isla fortificada
para obtener instrucción.
A partir del siglo V, al tiempo que colapsaba el imperio romano,
se pone de moda entre los jóvenes cultos de familias patricias el
instalarse lejos de las ciudades formando pequeños grupos
dedicados a la oración y al estudio: son los monajos, monjes que
durante los siglos VI, VII y VIII florecerán en toda la cuenca
mediterránea, sobre todo en la occidental. La intención principal era
alejarse del bullicio citadino y la corrupción de los jerarcas de la iglesia Católica romana.
Uno de estos monjes es Benito, proveniente de una familia distinguida de la ciudad de Nursia, en Italia central, quien después de fundar doce monasterios a principios
del siglo VI en la ciudad de Subiaco, cerca de Roma, se retiró a
las ruinas de una antigua edificación, situada en una colina
desde la que se domina la ciudad italiana de Cassino, al noroeste de
Nápoles, que sirvió de residencia a Nerón y de Templo a Apolo, para
fundar en el año 529 un monasterio denominado Montecassino, el cual
llegaría a constituirse en el más importante de Europa occidental
durante varios siglos. A Benito de Nursia se le considera el
fundador del Monacato en Occidente, y fue canonizado por la
iglesia Católica.
Con el fin de mantener la unidad entre las diferentes
comunidades, surgidas todas de un mismo tronco, Benito elaboró una
serie de normas que constituyeron las reglas de la Orden y que tendría una importancia decisiva en la actitud de los monjes y de los centros monacales durante la Edad Media. Benito le daba una importancia fundamental al libro, a la lectura y a la copia y conservación de manuscritos: ordenaba en forma detallada las horas que debían dedicarse al estudio y a la lectura, y cómo se organizaría el trabajo en los monasterios para poder satisfacer la demanda constante de manuscritos.
La inclinación decidida y enérgica al trabajo llevó a estos monjes a incursionar en oficios diversos. Uno de ellos fue el de la construcción, retomando a partir del siglo IX la calidad de centros constructores que habían quedado huérfanos con la desaparición de los Magistri Comacini.
Su mayor período de esplendor se dio en la Edad Media, de tal forma
que para el siglo XIV el aporte de la Orden Benedictina a la
historia de Europa occidental era 24 papas, 200 cardenales,
7.000 arzobispos, 15.000 obispos, 1.560 santos canonizados y 5.000
beatos, y, en el plano secular, 20 emperadores, 10 emperatrices, 47
reyes y 50 reinas. Todo un récord de poder y riqueza jamás
superado.
Al principio, los monjes Benedictinos se aplicaron a la tarea de
construir acequias, acueductos, murallas de contención y pequeñas obras
civiles en los pueblos cercanos a sus monasterios, pero con el
tiempo, y a medida que fueron adquiriendo riquezas e
influencia, fueron pasando a la elevación de edificios mayores hasta
concentrarse en la construcción de iglesias, catedrales, etc., en un
estilo que por lo cercano que se encontraban a Roma se llamó Románico, y
que tuvo su mayor auge en los siglos IX a XII.
Luego vendrían los monjes de Cluny, Cistercienses, etc. Este impulso
constructor cambiaría la faz de Europa. Primero con el estilo Románico, y
después con el Gótico.
Bajo la protección de los abades encontramos las primeras evidencias de una premasonería primitiva, fruto de la renovación del conocimiento y las técnicas de la construcción, al lado de los monjes arquitectos aparecieron arquitectos laicos
Estos hombres, dedicados al oficio de construir, ligados al
principio a las órdenes monásticas, principalmente a las de Cluny y del
Cister, se organizan en las primeras asociaciones gremiales. Es el
momento de la aparición de los antecedentes de las corporaciones de la
baja Edad Media, de las que evolucionaría la Masonería Operativa.
De las preocupaciones de estas asociaciones de constructores,
está la de dotarse, de un estatuto por el cual repartirse
las cargas de trabajo, organizar la incorporación de nuevos
miembros, fijar la paga e indemnizar solidariamente las pérdidas
que pudieran sufrir en sus propiedades, etc. Estas normativas siempre
fueron acompañadas con una historia del gremio que les servía de
inspiración y guía religiosa.
En todos los registros
antiguos la palabra Escocia se usa por lo general como un término
genérico para indicar tanto a Escocia como Irlanda. Lo más probable es
que este error provino de la relación inmediata, y de las comunicaciones
sociales y geográficas de los escoceses y los irlandeses de la parte
norte del país, y quizás también, de la inexactitud general de los
historiadores de esa época. De esto ha provenido la opinión generalizada
de que Escocia fue el principio de donde surgió la Cristiandad de las
naciones del norte, y que el mismo país fue la cuna de la arquitectura
eclesiástica y de la Masonería Activa.
Posteriormente cuando toda Inglaterra se encontraba en posesión de
los invasores sajones, los bretones, encabezados por los monjes y
sacerdotes, y acompañados por sus arquitectos, huyeron a Irlanda y
Escocia, cuyos países civilizaron y convirtieron, y cuyos habitantes
fueron instruidos en el arte de la construcción por las corporaciones de arquitectos.
Siempre que hacemos un estudio del aumento de la cristiandad en los
países incultos o paganos, y la conversión de sus habitantes a la
verdadera fe, nos interiorizamos en la propaganda
del arte de construcción en los mismos lugares por las corporaciones de
arquitectos que fueron los sucesores inmediatos de los Colegios
legionarios, por razón de que la nueva religión requería iglesias y en
su tiempo las catedrales y monasterios, así como la arquitectura
eclesiástica rápidamente sugirió mejoras en el estado.
En el transcurso del tiempo, toda la construcción religiosa y todos
los conocimientos arquitectónicos que se habían extendido en el norte de
Europa, se concentraron en las regiones remotas de Irlanda y Escocia de
donde los misioneros regresaron a Inglaterra convirtiendo a los sajones
paganos. Del mismo modo el venerable Bede nos refiere (Histori
eclesiástica, libro III, c. 4, 7) que la Sajonia Occidental fue
convertida por Agilberto, Obispo irlandés y la Anglia Oriental, por
Fursey, misionero escocés. De Inglaterra estos misioneros activos,
acompañados por sus devotos arquitectos, pasaron a Europa y reanudaron
sus esfuerzos eficazmente en la conversión de las naciones escandinavas,
las bendiciones de la cristiandad y los adelantos del mundo civilizado.
No puede negarse que es exacta la teoría de que la incunábula -la cuna o suelo
nativo- de las Logias Masónicas modernas se encuentran en los Colegios
Romanos de Arquitectos. Esa teoría es correcta, si observamos solamente
la forma exterior y el método
de trabajo que emplean las logias. Todo aquello que las distingue como
gremio o corporación lo deben a los Colegios, y especialmente las
favorece el carácter arquitectónico de estos Colegios, por el hecho, tan
singular en la Francmasonería, de que su simbolismo religioso -por el
que se distingue de todas las demás Instituciones- se funda en los elementos, instrumentos y lenguaje técnico del arte arquitectónico.
Pero cuando estudiamos a la Francmasonería bajo su aspecto más elevado, y cuando la consideramos como la ciencia
del simbolismo, cuyo simbolismo se refiere del todo a un solo
principio, especialmente, a la elucidación de la gran doctrina de la
inmortalidad del alma,
el estudio o demostración de las dos vidas, la presente y la futura;
entonces, debemos ir más allá de los Colegios de Roma, que eran
únicamente asociaciones activas
El error histórico, por el cual la gloria de Irlanda ha sido
confundida en la de su país hermano, Escocia, ha sido preservado en
muchos de los idiomas a la vez que en diversas tradiciones de la
Francmasonería moderna. Tenemos como ejemplo la historia de la Abadía de
Kilwinning como el origen de la Masonería, historia que es aun favorita
de los Francmasones de Escocia. De aquí proviene la tradición de la
montaña apócrifa Hereden, situada al noroeste de Escocia, donde tuvo
lugar la primera Logia Metropolitana de Europa; de aquí proceden los
grados superiores de los escoceses, o Maestro escocés, que forman parte
sumamente importante en la Masonería filosófica moderna; y es de donde
aparece el título de "Masonería Escocesa", aplicado a uno de los ritos
principales de la Francmasonería el cual no tiene otra relación con
Escocia, sino únicamente en el sentido histórico, debido a las
corporaciones de arquitectos, y que es común en toda la Institución.
Es necesario relatar las disputas religiosas que surgieron entre los
cristianos originales de Bretaña y el poder papal, las que después de
muchos años de controversia terminaron con la sumisión de los Obispos
británicos al dominio del papa. Desde que la autoridad papal se estableció firmemente en Europa, la jerarquía católica romana se apoderó y retuvo los servicios
de las corporaciones de arquitectos y éstos, bajo la protección del
papa y los Obispos, se esparcieron por todas partes y en forma diligente
operaban como "francmasones viajeros", en la construcción de edificios
eclesiásticos y reales.
Desde entonces estas corporaciones de arquitectos ejercieron su arte en todas las naciones, mostrando en todas partes, la identidad
de sus designios que fueron instruidos y dirigidos por principios
aceptados universalmente, y revelan el sentido y las características de
las corporaciones o gremios.
En la alborada de la baja Edad Media, producto
del crecimiento comercial que acompañó al cambio de milenio, y
el crecimiento del tamaño y la importancia de las ciudades y
villas, aparecen en la vida económica europea, unas agrupaciones
sociales, caracterizadas por la búsqueda común de un interés mercantil específico, denominadas Gremios.
Estos nuevos agentes económicos se dividen de acuerdo a la clasificación estamental de la sociedad
en Gremios de Comerciantes y posteriormente Gremios de Artesanos, y su
vigencia en Europa se mantiene desde el siglo X hasta el XVII.
Sin embargo, durante los siglos XI y XII, estas organizaciones no son del todo independientes. Los Estatutos por los cuales debían regirse les eran impuestos por el poder político municipal y su autonomía solo era para las cuestiones del arte que practicaban.
Al principio, la actividad de estos Gremios era un tanto sedentaria y
se encontraba focalizada en un determinado centro urbano, con
tímidas proyecciones a las ciudades vecinas. Con la dinamización
del comercio poco a poco comienzan a organizarse caravanas o expediciones comerciales a sitios cada vez más lejanos, bajo el liderazgo de un jefe y el cumplimiento de unos reglamentos, que establecían normas de socialización, mutua ayuda frente a los peligros que pudieran presentarse, y formas de dirimir los conflictos internos.
Estas expediciones comerciales se conocerían en los países de habla
germana como Guildas y/o Hansas, y en el sur de Europa como
Caritas o Fraternitas. Lo normal es que los largos viajes
compartidos, el interés común en una ganancia económica y la
convivencia permanente hicieran que entre los miembros de estos Gremios
se produzca una cercana amistad
que se extendería a sus círculos sociales y familiares. Es precisamente
en un documento proveniente de una Guilda, del año 1292, cuando se
menciona por primera vez el término Logia, haciendo referencia
al sitio de reunión de sus miembros.
Así organizados, los Gremios de Comerciantes van ganando
monopolizar sus respectivas actividades mercantiles e importancia
frente a los señores feudales, que hasta entonces concentraban todo
el poder en las ciudades. Este poder se ejerció cada vez más sin
timidez, de tal forma, que con el paso de los años controlaron los bienes de producción y la comercialización de los productos.
A los comerciantes que no eran miembros del Gremio se les cobraba
mayores impuestos. Los que sí pertenecían a ellos adquirieron influencia
política y realizaron alianzas con comerciantes de otros centros de
producción o comercialización, logrando la penetración de otros mercados y el aumento de ganancias.
Hacia los siglos XIV y XV, los Gremios de Comerciantes enfrentan su
mayor amenaza: Los Gremios de Artesanos, los cuales terminaran monopolizando
la producción y venta de bienes, arrojando como consecuencia la pérdida
de protagonismo e importancia de los primeros, hasta que finalmente desapareció
el control que tenían sobre el comercio y se extinguieron hacia finales
de la Edad Media.
Los gremios de artesanos
También conocidos como Corporaciones de Oficios. Son entidades
asociativas o societarias que aparecen en la Europa del siglo XII, sobre
todo en Italia, Alemania y Francia, como una respuesta contestataria
al monopolio
de los Gremios de Comerciantes y con el ánimo de defenderse
precisamente de ellos. En Italia se les conoce como Arte, en Alemania
como Zünft o Innung, y en Francia como Corporation de Métier.
La mayoría de los Gremios de Artesanos estaba constituido por hombres, como correspondía a la cultura cristiana medieval, en la que los varones poseían y ejercían muchos más derechos
de los que llegaron a tener las mujeres. Sin embargo, en una sociedad
sólidamente categorizada, existía oficios reservados para las mujeres,
por ejemplo los relacionados con el bordado y el tejido.
Fueron famosas las Corporaciones de Tejedoras en el siglo XV,
de las que incluso se desprende en apariencia una rama Masónica
poseedora de un rito derivado de las herramientas del bordado y no de la construcción.
En algunos Gremios de Artesanos cuyos oficios
tradicionalmente eran desempeñados por hombres, era lícito admitir
mujeres, como un privilegio especial otorgado a las viudas y huérfanas
de los miembros que hubieran fallecido o en virtud de una circunstancia
excepcional.
Estas Corporaciones de Oficios se establecieron alrededor del
castillo feudal o en las afueras de las ciudades para realizar
actividades artesanales. En su apogeo, tuvieron gran influencia política
y social, y al parecer, su origen primigenio se encuentra en
las Cofradías religiosas fundadas inicialmente con el objeto de
venerar al santo patrón de los oficios. Por ejemplo, el de los joyeros
en torno
al culto de San Ives. El punto crítico se presentó cuando
empezaron a preocuparse por las necesidades económicas de los
cofrades.
Estos fueron concentrando el monopolio de sus oficios, sobre el que
llegaron a ejercer un poder absoluto, en muchas ciudades
europeas, estratificaron a sus miembros de acuerdo a sus
destrezas y conocimientos en tres clases: Aprendiz, Compañero u
Oficial y Maestro. El artesano que no perteneciera al Gremio dominante
no podía hacer su trabajo en la jurisdicción de este.
La voz cantante en los Gremios de Artesanos la llevaban los
Maestros, que más que funcionarios, eran propietarios de la unidad
económica, de las materias primas y controlaban la comercialización del
producto.
Estos Maestros tenían tantos aprendices y oficiales como lo aconsejaran las necesidades de los trabajos contratados.
Un Taller era al mismo tiempo una escuela.
Dentro del Gremio de Artesanos, los aprendices se iniciaban en el
oficio de la mano del Maestro y mientras duraba el proceso de aprendizaje
solo recibían comida y alojamiento. Muchas veces vivían en la misma
casa o taller del Maestro. Cuando el Maestro consideraba que el Aprendiz
ya había asimilado lo que le correspondía, lo convertía en Oficial con
un sueldo fijo, para posteriormente, mediante la ejecutoria de un
trabajo al que se le denominaba Obra Maestra, acceder al rango de
Maestro.
Naturalmente, los Maestros no estaban ansiosos por aumentar su competencia y ceder parte del mercado que dominaban, por lo que cada vez las trabas y las pruebas eran más difíciles de superar para los Oficiales.
En los siglos XIV y XV, los Oficiales se confabularon para
exigir mayores sueldos y condiciones de trabajo, llegando al extremo,
incluso organizar huelgas. De estas asociaciones de Oficiales de los
Gremios de Artesanos se dice que son los antecedentes más directos de
los sindicatos.
Los Gremios de Artesanos llegaron a establecer condiciones al mercado a partir de su posicionamiento monopólico: precio único de bienes y servicios, salario regulado, márgenes de utilidad controlado, jornada laboral
establecida, estándares de cantidad y calidad de los productos
a elaborar y precio de los bienes y servicios finales. Esto
trajo consigo la eliminación de la competencia y el
estancamiento de técnicas. Por ejemplo: Hacia el año 1300 el
gremio de los Tintoreros de la ciudad de Derby, en Inglaterra, había
logrado que nadie más pudiera teñir dentro de un radio
de 10 leguas a la redonda. En el siglo XIV los Gremios de Artesanos
participaban en el poder político de las ciudades cuyo comercio habían
controlado. Y el asunto no es de poca monta ya que para la misma época
en París existían más de 130 Gremios de oficios, entre ellos el de los
Médicos.
Para un mayor control sobre las Corporaciones de Oficio, cada
una de ellas se organizaba sobre unos Estatutos, los cuales
buscaban principalmente asegurar unas relaciones comerciales
monopolísticas y reducir la iniciativa individual, el libre
comercio y el desarrollo de la industria independiente.
Los Estatutos señalaban, en la mayoría de los casos, las siguientes
prescripciones, redactadas en un lenguaje religioso de corte
judeocristiano, acorde con el contexto social de la Edad Media, en donde
el cristianismo poseía un gran poder político y económico:
1) Jerarquización de la Corporación en los niveles de Maestro, Compañero (Oficial) y Aprendiz;
2) Reglamentación de las relaciones de trabajo, con énfasis en la protección del Maestro;
3) Prohibición del trabajo nocturno para garantizar la calidad del producto;
4) Descanso dominical por razones religiosas;
5) Prohibición del trabajo a domicilio para no fomentar la competencia;
6) Fijación de los salarios a los Compañeros; y
7) Diseño de un rígido sistema de valores relacionados con la moral pública y privada de sus miembros.
El monopolio de los Gremios de Artesanos comienza a decaer con el advenimiento del capitalismo sistema económico que permite la producción a mayor escala, favoreciendo de paso la creación de más canales de distribución y nuevas técnicas impulsadas por la mayor competencia entre actores de diferentes mercados.
Los Gremios de Artesanos fueron desapareciendo, o
sobreviviendo al incorporar a nuevos miembros que sin ser
operarios del Oficio respectivo, desempeñaban labores,
profesiones u oficios relacionados con el objeto inicial del
Gremio, tales como proveedores de materiales o insumos, abogados, médicos del gremio, contratistas, etc.
Es decir, entre el siglo XVI y comienzos del XVIII, solo sobrevivían
en Europa los Gremios de Artesanos que tomaron la decisión de
transformarse en asociaciones económicas sectoriales, entre ellos,
los Constructores, llamados también Masones, devotos de San Juan
Bautista, que fueron admitiendo en su seno durante todo el siglo XVI a
miembros no albañiles en calidad de Aceptados.
Un ejemplo ilustrativo acerca de la forma en que funcionaba en el Renacimiento la habilitación de los nuevos Maestros y su vinculación a los Gremios lo constituye la preparación de Leonardo Da Vinci para contratar legalmente en Florencia.
Fruto de los amores juveniles de un futuro notario de la
República de Florencia y una humilde campesina, y adoptado
posteriormente por el matrimonio de su propio padre a la edad de cuatro
años, Leonardo ingresó en 1465, con 13 años de edad, en calidad de
aprendiz, al Taller de Andrea del Verrochio, uno de los más grandes
artistas florentinos.
Verrochio, a su vez, había comenzado su vida de Maestro como
orfebre, pero después de haber trabajado en Roma para el Papa
Sixto IV, se radicó en Florencia y montó un Taller que le
proporcionó dinero y fama.
Además de limpiar y asear el Taller, Leonardo debía preparar las
tablas para pintar, moler las tierras y pigmentos, preparar el barniz y
realizar toda clase
de trabajos mecánicos. Leonardo contó con la suerte de
prepararse en un Taller polifacético, pues al prestigioso maestro
Verrochio le confiaban la elaboración de objetos de bronce y
plata, bajorrelieves para altares, esculturas, pinturas religiosas,
etc. Incluso trabajos de ingeniería y arquitectura. La esfera de cobre
dorado que corona la cúpula de la catedral Santa María del Fiore, la
patrona de Florencia, es fruto de su afamado Taller, y a Leonardo le
correspondió aplicar la soldadura de la obra.
En 1472, Leonardo Da Vinci terminó su período de aprendizaje y se
inscribió como Maestro en la Corporación de Pintores de Florencia.
Profesionalmente estaba habilitado para recibir encargos y montar
su propio Taller. De ahí en adelante, su talento lo llevaría a recibir
múltiples y variados encargos. Sus principales clientes
fueron los adinerados, monasterios, los Médicis de Florencia, los
Sforza de Milán, los invasores franceses, los papas Borgia, los
republicanos de Venecia, y finalmente el Rey de Francia.
Como se observa por el ejemplo de Leonardo, los Maestros, así
como sus Talleres y los Gremios a los que pertenecían, contaban con el
privilegio de ejercer su oficio libremente y de manera franca sin estar atados
a los avatares políticos. Esta es una característica de los Talleres
y Gremios dedicados a la construcción, en razón que debían
desplazarse continuamente de una región a otra para cumplir con sus encargos.
En el siglo XIV aparecen en Inglaterra el
Poema o Manuscrito Regio o Manuscrito de Halliwell (1380) y el
Manuscrito Cooke (1420) que se reputan como la compilación
esencial de los antiguos preceptos Francmasónicos comunicados oral y
reservadamente entre los miembros de la Fraternitas y el nexo
fundamental entre las antiguas asociaciones de picapedreros y
canteros y la Masonería Operativa. Paralelamente, en Alemania se
redactan los Estatutos de los Canteros Alemanes (1459), lo cual nos
lleva a considerar el nacimiento de la Masonería Operativa en
un amplio espacio geográfico europeo.
Estas lecturas además, son la prueba reina de que desde los comienzos medievales de la Masonería existe un Código Moral Masónico, en principio con acento religioso, que en esencia se mantiene, aunque ahora con un enfoque basado en valores.
De acuerdo al Poema o Manuscrito Regio se
prohíbe de manera absoluta admitir como Aprendices a los Siervos
y a los Inválidos y se hacen repetidas referencias a la
fraternidad entre hermana y hermano prescribiéndose expresamente
que se debería pagar bien y lealmente al hombre y mujer sean quienes fueren.
Ni en el Poema o Manuscrito Regio o Manuscrito
de Halliwell, ni en el Manuscrito Cooke, ni tampoco en los
Estatutos de los Canteros Alemanes, aparece referencia alguna a la
leyenda de Hiram tal como la conocemos hoy, ni al trabajo en presencia
de un libro sagrado, ni a la invocación al Gran Arquitecto del Universo.
Sin embargo, estos documentos traen un relato fantástico de la historia de la geometría
y la construcción que en realidad no resiste el más ligero análisis
histórico, pero que ha dado pie a una tradición mágica que se ha tomado
frecuentemente al pie de la letra. Tampoco se hace referencia a los
Altos Grados, los cuales se introdujeron a mediados del siglo XVIII a la
Masonería Especulativa y no tienen nada que ver con la Operativa.
En 1459 se reunieron en Regensburgo los Maestros
canteros de Estrasburgo, Constanza, Berna, Colonia y otras ciudades
alemanas, y aprobaron un texto conocido como Ordenanzas de la Asociación
de Logias de Constructores. Esta asociación se tiene como el
antecedente más antiguo, documentado, de la federación de Logias que
siglos más tarde se conocerá con los títulos de Gran Logia y Gran
Oriente.
Un punto importante para resaltar es que en el Poema o Manuscrito Regio inglés
y en el documento alemán Ordenanzas de la Asociación de
Logias de Constructores, se tiene a los "Cuatro Santos
Coronados" (Quatuor Coronati), como los santos patrones de las
corporaciones de constructores, coincidencia en la que se ve un
enlazamiento entre los canteros alemanes y los ingleses. La
diferencia consiste en que en lo sucesivo los documentos alemanes además
traerán la invocación a la trinidad cristiana (padre, hijo y espíritu santo) y a la virgen María.
La invocación a los dos San Juan el Bautista y el Evangelista brilla
por su ausencia en los textos iniciales de la Masonería Operativa.
Sobre estos santos coronados, y su leyenda, encontramos
el siguiente material, titulado Quatuor Coronati, la Leyenda de
los Cuatro Mártires Coronados que fueron Nueve, relato que
transcribimos completo por su importancia y evocación patronal en la
Masonería Operativa de Francia, Alemania e Inglaterra hasta el siglo
XVII:
.... Los Cinco
Claudio, Nicóstrato,
Sinforiano, Castorio (y el ayudante de este último, Simplicio) eran
cristianos secretos y destacados operarios en las canteras de
piedra de Diocleciano, en Panonia, región del Danubio medio. La
leyenda agrega el romántico detalle de que su excelente trabajo se
explicaba porque era hecho en honor a Dios.
Recordemos que Diocleciano fue emperador romano desde el 284 al 305
d. C. y que reorganizó el Imperio de acuerdo a un sistema
jerárquico, la Tetrarquía. Su yerno y luego Emperador Valerio
Maximiliano Galerio lo instó a desatar una dura persecución contra los
cristianos.
Diocleciano ordenó a estos expertos que tallasen una estatua en honor a Esculapio (dios pagano de la medicina,
hijo de Apolo). Firmes en su fe, ellos se negaron, perdiendo el favor
del emperador. Fueron condenados a una horrible muerte: se los encerró
vivos en ataúdes de plomo, lanzándolos al río el 8 de noviembre del año
287 d.C.(?). Un correligionario escondió los restos en su propia casa.
Los Cuatro
Cuando Diocleciano regresó a Roma edificó un templo para el culto de
Esculapio, ordenando que los soldados romanos y especialmente los
Milicianos de Roma le rindieran culto y quemaran incienso ante su
imagen. Cuatro soldados cristianos que se negaron fueron
azotados hasta morir y sus cuerpos arrojados a los perros.
Los cadáveres de Severus, Severianus, Corpophorus y Victorinus nombres
con los que se les conoció posteriormente fueron sin embargo
rescatados y enterrados junto a los otros santos.
Los Nueve
Continúa la leyenda contando que pasaron doce años y el Obispo edificó en memoria
de los nueve una Iglesia con el nombre de Cuatro Mártires Coronados.
Como lo dice el título, los Cuatro Mártires fueron en realidad nueve.
Veneración
Los relatos dicen que las reliquias. de los santos fueron
depositadas en la Iglesia: sierra, martillo, mazo, compás y escuadra
(los gremios de carpinteros también tenían a estos santos por
Patronos; recordemos que gran parte de los edificios de la
época se construían con madera).
Estas mismas herramientas junto a una corona y a la imagen de un
perro o un lobo (que rehusaron comer los cuerpos y los defendieron de
otros carniceros) forman la insignia de los santos.
Masonería.
En siglos posteriores (VI) se organizan los Collegia
Fabrorum: sus integrantes ocupaban la retaguardia de los
ejércitos romanos que destruían a su paso todo lo existente en
sus acciones de conquista por Europa, Asia y el norte de África. La misión de los collegiati era la de reconstruir.
Dentro de esos Collegii, se veneró la memoria
de los santos y sus herramientas se convirtieron en sus emblemas. Al
simple efecto informativo y si quisiéramos aceptar una línea de
continuidad, muchas veces argumentada pero totalmente infundada entre
hechos históricos cuyo origen, causa y estructura
son totalmente distintos, cabría mencionar que los Maestros Comacinos
(arquitectos aislados en el Lago de Como en la época en que se
disgrega el Imperio, legendarios precursores de los Masones
medievales), el franco (francos: tribus de Germania, hoy Alemania),
Carlomagno (742-814), Emperador de Occidente (800), el Reino Germánico
(843), el Sacro Imperio Romano (962), fueron los puentes por los que
pasó la leyenda para llegar a los Freemasons ingleses (s. XII, guildas,
que para complacer a la Iglesia se colocaban bajo el amparo
de un Rey o un Santo) y a los Steinmetzen (canteros alemanes) del
medioevo (s. XII, quienes bajo la maestría de Erwin de Steinbach
construyeron la Catedral de Estrasburgo), que adoptaron a los
Quatuor Coronati como santos patrones del Gremio Operativo.
Documentos.
El Manuscrito Regio es el más antiguo documento normativo
Masónico conocido hasta ahora, data de 1380 y fue encontrado por Jones
O. Halliwell, de quien toma su nombre, en 1839. Es un poema de 794
versos conteniendo ricas lecciones éticas y armonizadas
enseñanzas de tolerancia
y fraternidad, tendiendo un puente entre la Masonería Operativa, a la
que se refiere, y la Especulativa que practicamos. Su título es Hic
Incipiunt Constitutiones Artis Geometrae Secundum Euclidem. En su
conclusión dice: Roguemos ahora al Dios Todopoderoso y a su madre la
dulce Virgen María, que nos ayuden a observar estos artículos y estos
puntos en todas sus partes, como lo hicieron otras veces los Cuatro
Coronados, santos mártires, que son la gloria de la comunidad.
Buenos Masones, elegidos, también ellos fueron escultores y
tallistas de piedra. Eran obreros dotados de todas las virtudes.
El emperador los llamó cerca de sí, y les mandó que labrasen la imagen
de un falso dios y que la adorasen como si fuera el Dios supremo... Tras
relatar la leyenda, dice: Su fiesta se festeja ocho días después de la
de Todos los Santos
Los Estatutos de los Canteros Alemanes, constituciones de los
Steinmetzen (Gremio de Constructores germanos) jurados en la
Asamblea de Ratisbona (Regesburg, Alemania) en 1459, y aprobados
posteriormente por el emperador Maximiliano I, comienza con la siguiente
invocación: En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y de
nuestra Madre la graciosa María, y de sus santos servidores, los Cuatro Mártires Coronados de perdurable memoria.
La existencia simultánea de la Leyenda en estos dos documentos
constituye una prueba determinante del origen común de la Masonería
Operativa en Inglaterra y el continente.
Del amplio y variopinto espectro gremial de la baja Edad Media y
del Renacimiento, resalta con luz propia, para efectos de determinar
la evolución de la Masonería Operativa, el Gremio de Constructores del que desciende.
Estos Gremios de Constructores, siguiendo el desarrollo económico general de finales del Feudalismo
y de comienzos del Capitalismo en Europa, al principio lo fueron a la
manera del de los Comerciantes, denominados Guildas y Hansas en el
norte y centro del continente, y Caritas o Fraternitas, en el
sur.
Posteriormente, y con la llegada de los Gremios de Artesanos,
los constructores también se independizaron del monopolio de las
Guildas, creando Corporaciones de Oficios conocidas como Corporazioni de
Liberi Muratori, en Italia, y Steinmetzen, en Alemania.
En el siglo XI las construcciones europeas, especialmente las
cristianas, se elevaron hacia lo alto. Son ejemplos
paradigmáticos de esta efervescencia arquitectónica, sin
precedente en Occidente, en España las iglesias de San Isidoro de
León, la Catedral de Jaca y la de Santiago de Compostela; en Inglaterra
las iglesias normandas construidas después del año 1066; en Alemania
Hirsau, Spira y el grupo de Colonia; en Italia la Catedral de
Pisa, San Marcos de Venecia y la Catedral de Modena; además del
gran número de las comenzadas en Francia.
Henri Tort Nougues, en el Ensayo sobre una Filosofía
de la Masonería (Ediciones Kompás, Barcelona) afirma que: La libertad
de ejercer un oficio estaba supeditada a una reglamentación rigurosa.
Se distinguían dos tipos de oficios: los oficios reglados y
los oficios jurados. Los oficios reglados estaban regidos por la
autoridad pública, que promulgaba una reglamentación a la que había que
someterse si se quería ejercer estos oficios. Los oficios jurados
constituían una especie de cuerpo autónomo; la admisión en estos
oficios estaba condicionada a la prestación de un juramento.
Los Francmasones pertenecían a la categoría de oficio jurado y
lograban su pertenencia mediante juramento.
Este empuje renovador crea la necesidad de contar con organizaciones
capaces de desplazar maestros del oficio, oficiales y aprendices, de
todo tipo, que fueran a la vez eficientes al momento de movilizar
cantidades de materias primas más grandes de lo acostumbrado y levantar
edificios con dimensiones jamás concebidas en Europa. Los hombres
que se desplazan adquieren una ventaja con la que no cuentan
quienes no lo hacen: ver el mundo más allá de su parroquia natal.
No está de más anotar, que esos hombres que se internaban en la tierra
para elevar desde allí sus cometidos, haciendo sonar el cincel
bajo el martillo, no conocían el relato que el monje Walafrid
Strabón había escrito sobre Hiram Abif (Ver anexo 1), y que hoy
es tan caro a la Masonería, ni prestaban su juramentos sobre la
Biblia. Para tales efectos se acostumbraba utilizar únicamente los
estatutos de la Logia.
Walafrid Strabón, del que poca mención se hace en los textos
Masónicos a pesar de ser el autor de la leyenda más difundida de la
Orden, fue un monje benedictino nacido en el año 1808 en la ciudad de
Suabia (en alemán, Schwaben) ubicada al sur de Alemania, en el estado de
Baviera, y falleció en la misma población
en 849, a los 41 años de edad. Su principal preocupación
lo constituyó el simplificar las expresiones y posturas corporales al
momento de entrar en las iglesias y al rezar.
Durante su vida Strabón ocupó el cargo de Abad de Reichenau, una
hermosa isla alemana localizada en el lago Constance, que aún preserva
las ruinas de un monasterio benedictino, fundado en 724, que ejercitó
notable influencia religiosa, intelectual y artística. Las iglesias de
Santa Maria y San Marcus, San Pedro y San Pablo, y la de San Jorge,
construidas principalmente entre los siglos nueve y doce
proporcionan una buena visión de la temprana arquitectura
monástica medieval en Europa central. Las pinturas que todavía
adornan sus paredes testimonian una actividad artística
impresionante y explican por que la isla es llamada la de los monjes
pintores, y el conjunto justifica plenamente el que la UNESCO la haya
declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 2000.
Como recuerda el estudioso Masón Rafael Fulleda Henríquez,
conforme a los documentos históricos que se posee, es en el siglo XIV
cuando se empieza a llamar Francmasones a los constructores que se
hallaban asociados en Gremios, y se generaliza la palabra Logia
para designar el sitio en donde ellos se reunían. Y es su
carácter itinerante lo que coloca a estos constructores por fuera
del control municipal y le da un perfil y una expresión diferente a la
de los otros Gremios. Naturalmente, estos hombres no podían ser ni
esclavos ni siervos, sino libres y dueños de su destino personal.
Por lo tanto, la Logia Operativa y sus Masones son desde el
principio un fenómeno económico de origen urbano, sin
restricción política territorial, que se desarrolla al compás que lo
hace la burguesía.
El historiador Paul Johnson, en su obra Catedrales de Inglaterra,
Escocia y Gales, (Weindenfeld & Nicolson, Londres, 1993, p. 134)
sostiene que: Todos los artesanos medievales tenían secretos relativos a
sus oficios, pero los Masones eran decididamente obsesivos con los
suyos, dado que asociaban espiritualmente los orígenes de su
corporación con el misterio de los números. Tenían desarrollada
una idea pseudo científica en torno a los números, las proporciones y
los intervalos, y memorizaban series de números para tomar decisiones y
trazar sus líneas. Como en el antiguo Egipto,
ellos tenían una tradición de taller muy fuerte y reglas
establecidas para casi cualquier contingencia estructural,
transmitían sus conocimientos oralmente y los aprendían de memoria,
bajando al papel lo menos posible. Los manuales de construcción no existieron hasta el siglo XVI.
Eduardo E. Callaey, sostiene en su obra Monjes y Canteros, una
Aproximación a los Orígenes de la Francmasonería (Editorial Dunken, Buenos Aires,
2001) lo siguiente: Si bien en principio no resulta fácil establecer
las diferencias entre los Francmasones y los Gremios de Oficio,
pronto seguirán rumbos distintos en la medida que estos últimos se
constituirán como estructuras
asociativas destinadas a defender el monopolio y el interés
particular de grupos específicos, ligados a ámbitos geográficos
determinados. En cambio, los Francmasones tomarán adicionalmente
un rol diferente al asumirse como depositarios de una tradición
milenaria y asignarse la tarea de imprimir, a través de la piedra, un
mensaje destinado a elevar al hombre sobre sí mismo, trayéndolo
a un renacimiento temprano que influirá dramáticamente en la
transformación social... Existe, a priori, una diferencia fundamental:
los Francmasones trabajan para las generaciones que vienen. Los que
trabajan en los cimientos de las grandes catedrales saben que no verán
con sus ojos entronizarse las agujas. Y aquellos que asisten al final de
las obras trabajan sobre piedras que han pulido manos de hermanos de
generaciones anteriores que jamás conocerán.
Todo marchaba bien, el crecimiento de la economía y el comercio en las ciudades y villas permitía que los Compañeros, una vez completada su capacitación,
accedieran al nivel de Maestro, sin que estos se preocupen por
la competencia. Pero las condiciones cambiaron y con ellas las
preocupaciones de los Maestros establecidos.
En palabras del historiador Henri Pirenne (Historia Económica y Social de la Edad Media, Fondo de Cultura Económica, México,
1996, p. 150) Entre los Maestros artesanos y los aprendices o
los compañeros, el acuerdo había durado mientras estos habían
podido fácilmente elevarse a la condición de Maestros. Pero el día
en que habiendo dejado de aumentar la población, los Gremios se habían
visto obligados a estabilizar, por así decirlo, su producción, la
adquisición de la maestría se había vuelto más difícil. La
tendencia a reservarla a las familias que la detentaban se
había manifestado por toda clase de medidas: prolongación del
aprendizaje, aumento de las tasas que se debían pagar para
obtener el título de Maestro, necesidad de la Obra Maestra como
garantía de la capacidad de quienes aspiraban a dicho título.
En una palabra: cada gremio de artesanos se convertía poco a
poco en una capilla egoísta de patronos que solo deseaban
transmitir a sus hijos o a sus yernos la clientela desde entonces
inmutable de sus pequeños talleres.
No es de sorprender pues, que se observe, desde mediados del siglo
XIV, entre los aprendices, y sobre todo, entre los compañeros que
pierden la esperanza de mejorar su condición, un descontento que
se revela por constantes solicitudes de aumento de salario, y,
en fin, por la reivindicación de participar al lado de los
Maestros en el gobierno del Gremio.
Al respecto, Eduardo E. Callaey, en su obra ya citada Monjes y
Canteros, una Aproximación a los Orígenes de la Francmasonería
(Editorial Dunken, Buenos Aires, 2001) se ocupa igualmente de La
Rebelión de los Compañeros: Surgen entonces algunas asociaciones
específicas de Aprendices y Compañeros cuyo principal objetivo
es el protegerse de la explotación ejercida por los Maestros. La
más famosa de estas asociaciones es la que aparece en Francia con el
nombre de Compagnonnages en la que algunos autores han
encontrado cierto punto de contacto con la Francmasonería. En
Alemania se le conocerán con el nombre de Gesellenverbände
.
Durante el transcurso del siglo XVII, los Francmasones que se
hallaban organizados en Logias, comenzaron a recibir en su seno nuevos
miembros que no practicaban el oficio de la construcción pero que sí
estaban relacionados con él. Lo natural es que al principio
comenzaran recibiendo a carpinteros, vidrieros, herreros,
transportistas, etc., hasta que finalmente, los nuevos Masones ampliaron
los requisitos de admisión, cambiando en consecuencia el carácter de la
Logia y el de sus miembros, a los que solo les quedaba el lenguaje
instrumental, de las herramientas de diseño y de construcción
del oficio original, dotadas de novedosos contenidos.
Por alguna razón, estos Masones no constructores, advirtieron
que el sistema moral y ético, y el modo de transmisión del conocimiento
en las viejas Logias Operativas, se podía adaptar a un nuevo método
de construcción personal y social, y formaron, a sabiendas o no, lo que
en adelante se conoció como Logias Especulativas, más aptas para
la formación intelectual general del individuo y de la sociedad, que
para el ejercicio de la arquitectura. Estas nuevas Logias Especulativas, abiertas
así a los ciudadanos burgueses en general, se propagaron rápidamente
por Inglaterra, Francia, Alemania y España.
Algunos historiadores consideran que los primeros Masones
especulativos fueron los Templarios sobrevivientes a la matanza
del rey Felipe el Hermoso de Francia y el Papa católico Clemente
V, ordenada en 1307 y llevada a cabo hasta 1314, en la que muere en la
hoguera su Gran Maestre Jacques de Molay, con el fin de apoderarse
de los bienes y posesiones de la próspera y bastante independiente
Orden del Temple y resaltar la mucho más dócil Orden de Malta.
Según esta hipótesis,
algunos Templarios huyeron a las Altas Tierras de Escocia para recibir
protección del rey Robert Bruce, y se vincularon a la economía local,
en especial al Gremio de los constructores.
Este encuentro Templario/constructores hace que los gremios
de constructores escoceses adquieran características caballerescas
que no existían en el continente europeo. Finalmente, Sir
William Sinclair de Rosslyn, en 1737, renunció al privilegio hereditario
de su familia de dirigir la Masonería Operativa en esa nación
y sometió su nombre a votación para el cargo de Gran Maestro,
resultando electo. De ahí en adelante la Masonería escocesa se
vincularía a la corriente general de la historia.
También se cuenta con la inscripción que en su diario personal
hiciera el célebre anticuario y heraldista Elías Ashmole, fundador del
Museo Ashmolean en Oxford, Inglaterra, acerca del ingreso de su
suegro, que no era constructor, en una Logia en Warrington,
Cheshire, Inglaterra, el 16 de octubre de 1646.
Igualmente se sostiene que en el año 1517, en París,
Francia, se constituyó una Logia Francmasónica de carácter netamente
especulativo, bajo la dirección del genio Leonardo Da Vinci, y la protección del Rey Francisco I. La historia es la siguiente:
Muerto Leonardo en París, en 1519, su iniciativa
especulativa derivaría, cuatro años más tarde, en 1523, en una
Asamblea General de los Francmasones franceses en la que se acordaron
unos principios y una organización básica, sobre la que vale la pena
detenerse por cuanto representa una nueva orientación ideológica,
liberal y progresista, en el seno de la Masonería, al
atribuirle a la Orden una finalidad filosófica y científica.
El texto de esta novedosa normativa es como sigue:
Principios básicos constitutivos de la Francmasonería Universal aprobados en la asamblea general de los francmasones que se reunió en parís en el año de 1523
DE LA LOGIA FRANCMASÓNICA Y SUS MIEMBROS
1. Siete o más Francmasones, debidamente capacitados, reunidos bajo
la bóveda celeste, a cubierto de la indiscreción profana, para discutir
y resolver libremente, por mayoría de votos, los asuntos que les
interesen colectivamente, forman una Logia Francmasónica, similar
a las de la Masonería Operativa.
2. Los trabajos en Logia se verifican durante las horas
libres de ocupación de los reunidos, y de preferencia entre el
medio día y la media noche, bajo la dirección de un Maestro
Aprobado (Presidente) y dos Celadores, también Aprobados
(Vicepresidentes). Las reuniones se efectúan ante los útiles de trabajo
conocidos, colocados en el Ara del Medio en la forma acostumbrada,
estando resguardada la entrada al recinto de la reunión por un Guardián seguro
y resuelto, y un Experto retejador de los visitantes. Todos los que
desempeñan cargos son elegidos por mayoría de votos de los Francmasones
reunidos, sea para una Asamblea o para un período determinado por ellos.
3. Los Francmasones reunidos en Logia, de acuerdo con las
reglas y costumbres conocidas desde tiempos muy antiguos, pueden,
previa averiguación respecto a los candidatos, iniciar a los profanos en
los Misterios
(Secretos) de la Francmasonería y examinar a los Aprendices y
Compañeros para elevarlos a los grados de capacitación superiores
inmediatos, tomando de ellos la promesa de fidelidad en la
forma acostumbrada, ante los útiles simbólicos del Trabajo y de
Ciencia y comunicándoles los signos, los toques y las palabras secretas de reconocimiento y de socorro, universales entre los Francmasones.
4. Es costumbre antigua, firme e inviolable, no admitir como
Francmasones a sus enemigos naturales que son: los clérigos de las
religiones,
los poseedores de títulos y privilegios de las castas de la
nobleza y los hombres que tienen convicciones contrarias a los
principios básicos de la Francmasonería, salvo en los casos de rebeldía
de estos contra la ideología de los grupos mencionados.
5. No se admiten como Francmasones los esclavos, los menores de edad y los incapacitados física y mentalmente.
6. Unión, Solidaridad y Cooperación son los principios de la organización interna de la Francmasonería Universal.
7. La inclinación al estudio y trabajo, la vida y costumbres sanas y normales, el comportamiento
decoroso, el trato fraternal entre los asociados a la Francmasonería,
la preocupación constante por el progreso y bienestar del género humano y su propia perfección, son distintivos de un buen Francmasón.
8. Para poseer los derechos completos del Francmasón dentro de las
agrupaciones y dentro del pueblo Masónico en general, es indispensable e
imprescindible escalar los tres Grados de capacitación de Aprendiz, de
Compañero y de Maestro, y conocer en esencia la Leyenda no
alterada de la Masonería Antigua respecto a la Construcción del Templo
de Salomón; contribuir económicamente para el sostenimiento de sus
agrupaciones; asistir regularmente a los trabajos de Logia; preocuparse
por los hermanos enfermos, perseguidos o caídos en desgracia y
por sus familiares; ayudar a los hermanos viajeros y no abusar de
la confianza de nadie.
9. Son derechos esenciales de un Francmasón:
a. Voz y voto en Logia y en la Asamblea General (Gran Logia) de los Maestros Masones;
b. Elegir y ser elegido para todos los cargos dentro de sus agrupaciones;
c. Pedir la revisión de los acuerdos tomados en Logia ante la Asamblea General de los Maestros Masones;
d. Exigir en Logia la responsabilidad de los elegidos en el desempeño de sus cargos;
e. Pedir justicia Francmasónica en casos de conflictos entre los asociados a las Logias afines;
f. Formar triángulos y estrellas para trabajar Masónicamente en los lugares donde no es posible reunirse en Logia por causas de fuerza mayor;
g. Disfrutar de socorro, ayuda y protección mutua entre los Francmasones;
h. Visitar a las Logias ideológicamente afines y ocupar los puestos
correspondientes a su grado de capacitación, previa identificación
de su calidad de Francmasón en forma acostumbrada y segura; y
i. Pedir el Certificado de Retiro de la Logia sin explicación de causas, estando en pleno goce de sus derechos.
10. Son deberes primordiales de los Francmasones, pugnar:
a. Por el reconocimiento del principio de la separación de la filosofía de la teología;
b. Por la libertad de pensamiento y de investigación científica;
c. Por la aplicación del método científico experimental en la filosofía;
d. Por el intercambio de los conocimientos y de las prácticas entre los hombres para el bien propio y de la humanidad;
e. Por la libertad de conciencia religiosa y la prohibición absoluta a los clérigos de las religiones de inmiscuirse en los asuntos políticos;
f. Por la abolición de los privilegios de las castas de la nobleza y del clero;
g. Por la prohibición de emplear a los esclavos en los oficios de los hombres libres;
h. Por los derechos de los pueblos de gobernarse libremente, según sus leyes y costumbres;
i. Por la abolición de los Tribunales especiales de justicia del
clero y de las castas de la nobleza, y el establecimiento de los
Tribunales comunes, de acuerdo con las costumbres y leyes de
los pueblos.
11. Otras disposiciones Constitucionales:
a. Toda Logia Francmasónica es soberana, no puede inmiscuirse en
los asuntos internos de otras Logias, ni elevar a grados de capacitación
superiores a los aprendices y compañeros afiliados a otras Logias sin
su consentimiento o la solicitud de ellas;
b. Un pacto entre las Logias significa la Cooperación y no la renuncia total o de parte de su soberanía;
c. Siete o más Logias Francmasónicas de un territorio determinado
pueden formar una Federación (Gran Logia) y tres o más Federaciones
pueden unirse en una Confederación;
d. Para conservar intactos los principios de Unión, Solidaridad y
Cooperación no es recomendable la formación de dos Federaciones o
Confederaciones sobre el mismo territorio;
e. La Asamblea General de los Maestros Masones es la autoridad
Suprema del territorio de una Federación, dicta las leyes, nombra y
controla su Gobierno Federal y elige a los representantes que forman
parte de la Asamblea de la Confederación;
f. Todo Francmasón capacitado, electo para un cargo o
representación, es responsable ante sus electores y puede ser
destituido por ellos en cualquier momento;
g. Entre los Francmasones y sus asociaciones no pueden existir diferencias basadas en la distinción de razas, color o nacionalidad;
h. Los principios de Universalidad, Cosmopolitismo, Libertad (no esclavitud), Igualdad
(ante las posibilidades) y Fraternidad (como base de relaciones
entre los hombres) son las metas de la Francmasonería;
i. Como producto del pensamiento filosófico progresista, los
conceptos básicos de la Francmasonería son sagrados e inviolables.
Estos preceptos no pueden estar en contraposición con los progresos de
las Ciencias
ni con las ideas avanzadas de épocas posteriores; por lo tanto, los
Francmasones no pueden tergiversarlos ni omitirlos, sin perder su
calidad de progresistas y de Francmasones; Por el triunfo de la Verdad
científicamente demostrable, por el progreso del Género Humano, por la
Unión, la Solidaridad y Cooperación entre los Francmasones, y
por la fraternidad Universal.
A esta incipiente Masonería Especulativa de perfil
progresista, adogmático y liberal, pertenecerían grandes hombres de
la época de la talla de Francisco Melzi, Andrea de Sarto, Juan Rozzo,
Primacio y Juan Cousin entre los pintores; Benbenuto Cellini, Germán
Pitou, Juan Guorejou, Pedro Betemps, Filiberto Delorme y Juan
Lescot entre los arquitectos; Guillermo Pelicer, Pedro Danés y
Jorge Lelve entre los escultores, Julio César Escalígero, José
Justo Escalígero, Roberto Etiene, Juan Andrés de Lascaris, Guillermo
Budé y Miguel Servet, entre los hombres de ciencia.
En el año 1651, cuando se consolidó la República
en Gran Bretaña y Carlos II huyó a Holanda, la Francmasonería inglesa
se reunió en Londres, para proclamar al triunfante Oliver
Cromwell como su máximo dirigente. En esta reunión se adoptaron los
Principios básicos de la Francmasonería, aprobados en París en 1523, con
unos muy pocos cambios y se les dio la denominación de Carta de Constitución
de la Francmasonería Inglesa, siendo en adelante reconocidos
como Límites o Landmarks en sustitución de aquellos. La intención
inicial era, de común acuerdo con Cromwell, promover la laicidad y la
República en Inglaterra, pero la posterior restauración de la Monarquía
y la llegada de los Hannnover dieron un enfoque nuevo a la Orden en el
Reino Unido, heredado por la de los países anglosajones y los que están
bajo su influencia.
Dicho sea de paso, la reforma inglesa de 1651 modificó el artículo
10 de los Principios básicos de la Francmasonería, añadiéndole los
siguientes literales:
j. Por la implantación de la educación laica en las escuelas;
k. Por la abolición de la esclavitud humana; y
l. Por la abolición de la monarquía y el establecimiento de la república.
De todos modos, dentro del desarrollo lineal de la
Masonería Especulativa, y haciendo abstracción con cierta licencia.
de las iniciativas escocesas, inglesas y francesas mencionadas,
se tiene como la primera incorporación probada de un no constructor a
una Logia, la que corresponde al año 1600, en Edimburgo, Escocia,
cuando la St. Mary Chapel Lodge N° 1, incorporó a sus
reuniones a John Boswell, que era una persona relacionada con el trabajo
que se hacía, de tal forma que sus opiniones podían contribuir al
objeto social del mismo.
Tampoco entró en igualdad de condiciones con los otros. Se le llamó
Masón Aceptado, y esto era un equivalente a lo que hoy llamamos Miembro
Honorario.
Esta novedad en la admisión de los nuevos miembros, en un
gremio de constructores que hasta la fecha había sido excluyente
con respecto al ingreso de personas de otros oficios, en el
interés de proteger sus ingresos
profesionales, lo convierte en una asociación económica sectorial, más
funcional para la contratación de nuevas obras de arquitectura, que la
forma anterior.
Y aquí comenzó un cambio en la Masonería, inicialmente
imposible de prever en sus consecuencias, pero que a la postre la
salvó de la desaparición: surgió el germen de la Masonería Especulativa,
que llevó a que a lo largo del siguiente siglo algunos pensadores se
refugiaran en esas Logias contra los embates del orden establecido y el
pensamiento único.
Basta con imaginar un poco, en beneficio de la exposición,
lo que sería hoy que esa cabañita, que servía de punto de reunión al
Gremio, cercana a la construcción de un nuevo edificio, sirviera de
refugio para las reuniones de los intelectuales
de izquierda. La policía los busca, los gobernantes los persiguen y
gran parte de la sociedad no está de acuerdo con sus ideas y procederes,
pero ellos, allí, por alguna razón legal, estarían a salvo de
allanamientos, operativos, etc.
A diferencia de estos tiempos, en aquellos, esas cabañitas
llamadas Logias brindaban inmunidad a los que buscaban en ellas estar a
cubierto, en razón, precisamente, a privilegios que los constructores
organizados habían acumulado durante siglos en su provechosa relación
con las casas reinantes y los jerarcas católicos.
Los Masones de las nuevas Logias Especulativas seguían
estructurados en dos niveles a semejanza de sus antecesores
Operativos. A saber: Aprendiz y Compañeros. Ambos colectivos, bajo la
autoridad de un funcionario administrativo denominado Maestro, también
en analogía con el antiguo jefe de la unidad productiva que les sirvió
de génesis.
Las reuniones de esta nueva categoría de Masones no se hacían frente
a un libro sagrado, ni en ellas se recibían juramentos sobre la
Biblia, ni se mencionaba la leyenda de Hiram, ni siquiera se usaban
espadas distintivas de las atribuciones reales o simbólicas de
sus funcionarios, ni nadie afirmaba que descendían de los Templarios
ni mucho menos hacían alarde de gestos y ademanes caballerescos. Eso
vendría más tarde.
En aquellas Logias, un miembro protegido de la acción policiva del trono y del altar, recomienda a otro, y este a otro más, y así sucesivamente, hasta que surgieron problemas con los constructores y demás artesanos, que seguramente no querían oír hablar de autonomía personal, ni del discurso del Método de Descartes, ni de Racionalismo,
ni de Locke, y a los que además les intranquilizaba que se
hablara mal del Rey, y de los Papas y Obispos de turno. Ellos eran
gente de vida sencilla y honorable, que se ganaban la vida honradamente,
gozaban de buen prestigio en la sociedad y no querían problemas con la
autoridad del Rey ni con la iglesia Católica que desde hacía siglos
habían sido sus principales clientes y fuente de ingresos.
Nadie los hubiera convencido y hasta se hubieran reído, si
les contaban que un Masón de apellido Mckey iba a sostener dos
siglos más tarde (en realidad, con mucho éxito)
que desde la antigüedad existía un funcionario Masónico que se
titulaba Gran Maestro, que en las Logias nunca se habían aceptado
mujeres, y que los Landmarks eran 25. Se hubieran burlado del candor
futuro.
La siguiente evolución adaptativa en el tiempo fue la
creación de Logias integradas exclusivamente por Masones
Aceptados, en las que no participaron los constructores. Ahí
terminaron de nacer los Masones Especulativos y se salvó la
Masonería. Ya que de haberse continuado con la cómoda
supervivencia de la tradición, las escuelas y Universidades de
Arquitectura, sobre todo las de Milán, les hubieran hecho perder
importancia, como en efecto sucedió, al no haber la necesidad
de afiliarse a una Logia para ganarse la vida o hacer
fortuna construyendo edificios, fueran estos religiosos, civiles o
militares.
La Gran Maestra de la Gran Logia Simbólica Española,
Ascensión Tejerina (2000-2006), comenta esta evolución de la siguiente
manera:
Ya en el siglo XVI la construcción de catedrales, grandes monumentos
y palacios empiezan a dejar de ser la aspiración máxima de las clases
dominantes, es decir, el clero y la nobleza (entre otras razones porque
no podían financiarse). Al mismo tiempo, las necesidades de obras
menores y obras civiles aumentaban considerablemente debido al
advenimiento de la burguesía. Se construía más, pero no se
necesitaban para estas obras los grandes conocimientos de los
Masones tradicionales.
Consecuentemente, las Logias de los Masones operativos empezaron a
languidecer debido a la falta de encargos. Es durante este largo
período de casi dos siglos de decadencia de la Masonería
llamada Operativa que se gesta, de manera totalmente fortuita y
no premeditada, la otra Masonería llamada Especulativa, que es la
que actualmente conocemos. En efecto, en estas Logias en declive de
Masones operativos empiezan a admitirse personas de relieve
social, intelectuales, artistas, etc. que, sin estar directamente
vinculadas con el mundo de la construcción, se interesan por el valor pedagógico, moral e intelectual que estas Logias, por su especial metodología
de trabajo, detentan. También encuentran acogida en estos talleres,
miembros de algunas organizaciones iniciáticas que tuvieron que
disolverse por verse perseguidas por la Inquisición. Un lento proceso de
relevo se va operando que comporta todo un trabajo de
sintetización simbólica de todos los elementos cotidianos del
trabajo operativo, desde los rituales de iniciación hasta las
herramientas y procedimientos
de la construcción. Este fenómeno se da simultánea y paralelamente en
toda Europa sin que haya, en principio, ninguna intención de
homogeneizar los contenidos ni de asegurar la pervivencia de estas
escuelas de fraternidad.
Comencemos por el principio de la Masonería Moderna, viendo cómo
algo completamente irregular surgió el fenómeno sociológico que ha
sido la Masonería Moderna desde hace solo tres siglos, con sus
grandes aciertos, sus pasmosos desaciertos, y sus colosales divisiones
internas.
Se discute mucho entre los historiadores, la exacta participación
que tuvo en el nacimiento de la Masonería Moderna la influencia
doctrinaria de la tolerancia y la amplitud intelectual de que
hacía gala en el siglo XVII una sociedad inglesa denominada Royal
Society, que congregaba entre sus miembros a lo más selecto del
intelecto inglés, entre ellos al matemático y físico Sir Isaac Newton
y el caballero Andre de Ramsay que habría de ser en Francia
uno de los fundadores lejanos e indirectos del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado.
De tal tamaño es la polémica, que se encuentra sometida a revisión
la propia evolución lineal de la Francmasonería Operativa a la Masonería
Especulativa.
La Royal Society es una institución que todavía existe en
el Reino Unido, y es uno de los mayores centros científicos del
mundo. Sus miembros incluyen hoy a varios hombres y mujeres de ciencia
que han ganado el Premio Nobel, tales como Paul Nurse (por sus investigaciones sobre el cáncer)
y Peter Mansfield (que trabaja sobre el desarrollo de las imágenes de
resonancia magnética). Igualmente, son miembros de la Royal
Society el matemático y físico Stephen Hawking y Tim BernersLee, inventor de la world wide web (Internet).
Hoy en día, la Royal Society es una asociación
completamente independiente de la Masonería, y su misión es
netamente científica. La Sociedad apoya económicamente a muchos de
los mejores científicos del Reino Unido como parte de su misión de
promover la ciencia, y actualmente financia a 1.600 de ellos cada año
con sueldos, becas, viajes o donaciones de equipos. Igualmente concede
10 medallas, 5 premios y 8 pergaminos en honor a la excelencia en varios
campos de la ciencia, la ingeniería y la tecnología.
La Real Sociedad cada año elige a sus nuevos miembros, provenientes
del Reino Unido y sus naciones asociadas (Commowealth), escogidos
de aquellos que cuenten con un sólido prestigio internacional en
el mundo de la ciencia, la ingeniería y la medicina, lo cual
se considera un alto honor y el espaldarazo más grande que un
científico puede recibir, superado solamente por el Premio Nobel.
También elige a unos pocos miembros extranjeros.