(A buen entendedor pocas palabras bastan, la Vida es una Metáfora)
En el transcurso de mis cincuenta
y siete años de edad, he podido comprobar en mí mismo y en mi entorno que la
actual civilización humana se encuentra en pleno estado de adolescencia, en lo
que algunos denominarían la edad del pavo. Ese afán de intentar auto demostrarnos
que somos útiles, mejores que la gente que nos rodea y en exceso vitales, hasta
el punto de dirimir nuestras diferencias a mamporros, con derramamiento de
sangre y muerte incluidos.
De esto no se libra ninguna
organización humana sea civil, militar, religiosa o esotérica. En el transcurso de mi
experiencia siempre he visto un mismo modo de proceder: Donde parecía que
existía una cierta tranquilidad y amansamiento civilizado, de repente surge una
explosión de vitalidad del ego y la confrontación produce la ruptura, la
enemistad y la destrucción.
Es evidente que son muchos los
motivos que producen estos hechos por los que invariablemente el Ser humano
discurre en el transcurso de muchas generaciones; pero pareciera que no somos
capaces de quitarnos de encima dicha enfermedad. Lo he visto en las Iglesias
religiosas, en la política nacional e internacional, en la economía y en las
organizaciones fraternales y filantrópicas, incluso en las ONG de carácter más
humanitario.
Es como si existiera, en el
individuo, un afán de demostrarse a sí mismo de lo que es capaz. De gobernar una
entidad cualquiera, sea ésta del carácter que fuese, de gobernar un país
concreto o el mundo si pudiera ponerse a su alcance. Todas estas actitudes
podrían ser reconocidas, por cualquier
psicólogo, como algo propio de un bombardeo hormonal digno de la adolescencia
humana.
Quizá ese sea el motivo por el
que nuestros Hermanos mayores cósmicos no terminan de ponerse en contacto, de
forma abierta, con nuestra especie. No hemos madurado lo suficiente como para
salir al cosmos para colonizar sus mundos y viajar a las más lejanas estrellas.
Nos falta humildad, a nivel de especie, para reconocer que aún estamos sujetos a
fuerzas hormonales que aún no sabemos controlar y que, por ende, pueden
resultar tan peligrosas ahí afuera, en el mundo estelar, como lo es en nuestro
mundo terrestre, donde las guerras y la explotación de la naturaleza, cada día
que pasa, nos acerca más y más hasta un estado previo a la extinción biológica.
¿Debemos esperar ayuda del exterior o nos encontramos más solos que la Una? Es imposible saberlo para aquellos que aún no han tenido algún encuentro de abducción en la cuarta fase o, al menos, de simples encuentros en la tercera con entidades extraterrestres alienígenas. No obstante, y muy a pesar de que ellos se encuentran ahí fuera y aquí dentro, entre nosotros, intentando ayudar a la Especie Humana a traspasar la frontera de la violenta adolescencia hacia la serena madurez cósmica, no pueden mostrársenos con toda su evidencia, pues el Individuo Humano debe reconocer su autosuficiencia y no dejarse arrastrar por un falso sentimiento de que no es necesario el esfuerzo pues nuestros hermanos mayores nos sacarán de cualquier problema en el que nos metamos.
Ellos saben que esto no es así y
por lo tanto si intervienen lo hacen con extrema discreción y nos ponen antes
situaciones complejas y peligrosas para experimentar si somos capaces o no de
controlar nuestras agresivas emociones; dado que, de ello depende que superemos
el Curso lectivo, podamos abandonar el Planeta y adentrarnos en la oscura y luminosa
inmensidad del Cosmos estrellado en compañía de nuestros iguales hermanos cósmicos.
Queridos amigos, fratres y
hermanos:
Estamos siendo permanentemente
probados y cada vez que se produce una ruptura es que no hemos sido capaces de
superar una prueba puesta por nuestros hermanos mayores utilizando a nuestros
propios congéneres como piedras de tropiezo. Hay personas que son fácilmente
manipulables, generalmente las que se creen más fuertes y poseen un ego en
exceso alimentado. El problema es que no somos capaces de despersonalizar nada
de lo que sucede a nuestro alrededor. En la antigüedad, las desgracias
producidas por catástrofes naturales eran antropomorfizadas y convertidas en
hechos causados por la voluntad de los dioses míticos de apariencia humana. Hoy en día, no hemos
cambiado demasiado, y, por miedo, concedemos más poder a nuestros presuntos enemigos del
que realmente poseen. Somos sometidos por el chantaje emocional y conducidos a
acciones disgregadoras y autodestructivas.
Hasta que el postulante humano no
despersonalice cualquier cosa que le suceda en la vida, independientemente de
cual sea su origen, personal o impersonal, no estará preparado para subir el
siguiente escalón evolutivo y transformarse en el Ser Cósmico y maduro que
realmente debiera de ser.
Fijémonos en lo importante que es
esto de lo que tratamos. Todos somos hermanos y cuando alguno de nosotros actúa
en contra de otros, aunque pudiera parecer algo personal y premeditado, resulta
que no lo es. Son pruebas que se ponen ante nosotros y que deberemos afrontar
con decidida energía; pero con divina serenidad. No, el hermano ejecutor que
nos ha puesto la zancadilla no es el primer responsable, tan solo se trata del
mensajero que nos sitúa ante la tesitura, donde deberemos tomar una decisión,
sea ésta acertada o equivocada. Dependiendo de nuestra decisión haremos lo
correcto y avanzaremos o, por el contrario, retrocederemos para, con
posterioridad, volver a enfrentarnos con el mismo problema; pero quizá desde
otro punto de vista como si de un “Deja vu” se tratase.
Recapitulemos:
Nos encontramos en
un escenario donde se está realizando un examen, una prueba práctica. Nosotros
somos los alumnos que se examinan y nuestros examinadores son seres muy
avanzados cósmicamente que siempre hemos conocido como nuestros Hermanos
Mayores; pero no son ellos los que se enfrentan a nuestras decisiones, somos
nosotros mismos mediante nuestros antagonistas; pero, en el fondo, nuestro
contrario solo se muestra a nosotros como si ellos fuesen nuestra imagen
reflejada en un espejo. De ahí la necesidad de despersonalizar todos nuestros
problemas. Siempre que entendamos que el Enemigo es el Problema y su origen,
nos estaremos equivocando y no habremos avanzado gran cosa. Nuestro enemigo no
es la imagen ilusoria que tenemos frente a nosotros reflejada en el espejo,
somos nosotros mismos, nuestro problema es nuestra adolescencia humana y la solución
el conocimiento del problema y la aplicación de la cura, el control, el
Autocontrol que demostrará a nuestros Hermanos Mayores que estamos a punto de
alcanzar la madurez de nuestra Especie.
ARALBA