1.-
LA ENCRUCIJADA.
El 16 de
julio de 1782, Ferdinand, duque de Brunswick, inauguró la primera sesión del
Convento convocado en Wilhelmsbad, ciudad cercana a Hanau, en territorio del
príncipe Carl von Hesse-Cassel. Ambos jefes y cabezas de la Estricta Observancia
se habían asegurado jugar de locales en la decisiva contienda que se avecinaba,
en la que estaba en juego el destino de su Orden y en gran parte- de la propia
francmasonería.
Ni la Gran Logia Nacional de
Alemania ni la de Suecia estaban representadas en el convento. Algunas logias
hicieron llegar documentos y memorias, pero se abstuvieron de enviar
representantes. Tal es el caso de la Gran Logia de los Tres Globos de Berlín, que
declaraba aceptar un acuerdo de paz y concordia con los capítulos de Caballeros
Rosa Cruces, y el de la logia Federico, del León de Oro que proponía revelar
nada menos que los nombres de los Superiores Desconocidos y comunicar los
verdaderos rituales de la
Alta Masonería. Esta propuesta no tuvo tratamiento por el
simple hecho de que era intención de los mentores de la asamblea terminar
justamente con esta cuestión.
Todo había
sido dispuesto para que nada perturbara al frente martinezistas, aliado a la Estricta Observancia ,
por lo que tales documentos se adjuntaron a las actas sin más tratamiento.
A pesar de
las ausencias mencionadas, treinta y seis delegados se presentaron ante el
Convento, procedentes de la Alta
y la Baja Alemania ,
Holanda, Rusia, Italia, Francia y Austria. La Comisión de Poderes que
tenía a su cargo la acreditación de los delegados jugó un papel fundamental.
Actuó de tal manera que aquellos que acudían con objetivos que atentaran contra
el feliz término del Convento fueron cuidadosamente excluidos de la reunión. Se
tuvo especial cuidado con aquellas logias que mantenían posiciones opuestas a
los sistemas filosóficos de los Altos Grados y en algunos casos se llegó al
extremo de negar la entrada a algunos diputados provenientes de la Madre Logia de la Creciente de las Tres
Llaves de Ratisbona y a los hermanos Filaletas de París, encabezados por el
marqués de Chefdebien.
Aun así, un
nutrido grupo de racionalistas, dispuestos a acabar con los sistemas esotéricos
y los Altos Grados logró conformar un frente que contó con un inesperado
aliado. Los Iluminados de Baviera habían enviado a sus mejores hombres, bajo el
mando de uno de sus jefes máximos: El Barón von Knigge; todo estaba dispuesto
para un extraordinario evento de alcance histórico.
2.-
LOS ACTORES DE WILHELMSBAD
Wilhelmsbad
reunió a los muchos de los francmasones más destacados de Europa, en particular
los que representaban a la tradición escocesa, vinculada a las corrientes introducidas
en Francia por los exiliados estuardistas que sostenían que el verdadero origen
de la francmasonería debía buscarse en la Orden de los Caballeros Templarios. Gran parte de
los delegados pertenecía a la Estricta Observancia , cuyas provincias estaban
representadas casi en su totalidad.
El
personaje político más importante era el duque Ferdinand de Brunswick, eques a
victoria, Presidente del Convento, nacido en 1721 e iniciado en la
francmasonería a la edad de veinte años. Hermano de Carl de Brunswick -el duque
reinante- y cuñado de Federico II el Grande, rey de Prusia, había tenido una
destacada actuación en el plano militar, desde la guerra de Silesia, iniciada
en 1741, hasta la finalización de la
Guerra de los Siete Años, en la cual se desempeñó como
teniente general y comandante en jefe de los ejércitos aliados. Se lo recuerda
por su decisiva actuación en la
Batalla de Praga (1757) y en la victoria de Mindern en
Hanovre (1759). En 1766, luego de una brillante carrera militar, se retiró para
dedicarse exclusivamente a la
Orden.
Su carrera
masónica no fue menos brillante que la militar. Iniciado en Berlín en 1741, fue
exaltado a maestro en 1743 y ya en 1745 era Maestro Escoces, circunstancia que
señala su vínculo temprano con la tradición estuardista. Posteriormente ingresó
en la Estricta
Observancia , siendo nombrado Magnus Superior Ordinis y Gran
Maestre de todas las Logias Rectificadas como hemos visto- en el Convento de
Kohlo, en 1772.
Cabe
mencionar, en segundo lugar, al landgrave Carl von Hesse-Cassel, eques a leone
resurgente, que compartía con Brunswick el alto mando de la Estricta Observancia
y a quien unía profundos lazos aristocráticos: Las hermanas de ambos eran
princesas de Prusia. Recordemos que por la misma época, Enriqueta de Prusia -hermana
del rey- y su esposo, organizaban las tenidas masónicas del grupo liderado por
Dom Pernety. Mientras que los hermanos Brunswick “Ferdinand y Carl- compartían
las tenidas con el propio rey y su hermano.
Carl von
Hesse-Cassel era el Gran Maestro Provincial de la VIII ° Provincia de la Alta Alemania y coadjutor de la VII ° de la Alemania Inferior
hasta el Mar Báltico, cuyo Gran Maestre era el duque de Sudermania “futuro
Carlos XIII, rey de Suecia-. Actuó como vicepresidente del convento,
especialmente hacia finales de agosto, cuando Brunswick debió ausentarse.
Jean-Baptiste
Willermoz, eques ab eremo, completa la nómina de personajes principales, a la
vez que arquitectos de la reforma general que ya estaba claramente pautada
antes de iniciar las deliberaciones. La acción coordinada de estos tres hombres
aseguraría el éxito del proyecto y sentaría las bases para el nacimiento del
Régimen Escocés Rectificado, de acuerdo al modelo establecido en el Convento de
Lyón que ya hemos analizado.
Willermoz
ostentaba el cargo de Gran Canciller de la II ° Provincia, Auvernia, cuyo Gran Maestro
Provincial, el duque del Havre & de Cröy, eques a portu optato, estaba
representado por Henri de Virieu eques a circulis, mariscal de campo del conde
de Provenza.
Hasta aquí
los principales nombres que ejecutarían, con audacia y decisión, la necesaria
reforma de la masonería templaria. Pero la contienda no sería fácil, puesto que
para ese entonces, los bávaros contaban con la suficiente fuerza y habilidad
como para introducir sus ideas en un ámbito que se encontraba en las antípodas
de su pensamiento. En su mayoría nobles, aristócratas y militares, los hombres
de la Estricta
Observancia eran profundamente religiosos, inclinados a la
búsqueda de los grandes misterios que “por entonces- se creían patrimonio de un
selecto grupo de iniciados.
No
representaban un peligro para los estados, puesto que, en muchos casos, ellos
mismos eran el estado. Sin embargo habían tomado conciencia “y en esto
Willermoz tenía las cosas muy claras- que la continuidad del reclamo por la
recuperación del patrimonio del antiguo Temple sólo podía traer inquietud y
reacción por parte de los gobiernos seculares. Hombres singulares, no es
posible definirlos según nuestra concepción de mundo. Pertenecían a una
sociedad y un orden político que pronto se vería trastocado en sus raíces.
3.- INICIO DE LAS SESIONES.
Iniciadas
las sesiones el 16 de julio, la asamblea presenció en las primeras jornadas el
embate de los racionalistas. En su mayoría delegados independientes de logias
alemanas y austriacas, fueron rápidamente liderados por los delegados bávaros,
principalmente por los barones Adolf Franz von Knigge y Franz Friedrich
Dittfurth von Wetzlar, eques a fascia, cuyo discurso anticatólico fue de tal
virulencia que causó una profunda consternación entre los asistentes.
Luego de
acusar a la
Estricta Observancia de operar a favor de Roma, haciendo
responsables a los jesuitas de nuclear a la francmasonería en beneficio del
papado, arremetió contra la restauración templaria. No se privó de invocar al
propio emperador y conmocionó a la audiencia cuando exclamó lo inútil de
resucitar la Orden
del Temple mientras la propia cabeza del Imperio Austriaco se ocupaba
personalmente de hacer
desaparecer los últimos vestigios de esta institución... ¿Llegaba acaso
la influencia de los iluminados a la corte de José II, el emperador de Austria?
¿Cómo se atrevía Dittfurth a involucrar en la asamblea al más despótico anti
masón de los monarcas ilustrados?[1]
José II
mantenía con la francmasonería una tensa relación. Hijo de Francisco Esteban,
duque de Lorena -uno de los más grandes masones de su siglo, que había erigido
en Toscana un Ducado Masónico a las puertas de los Estados Pontificios- y de la
emperatriz María Teresa Habsburgo, no ocultaba su repugnancia hacia los
masones. Harto de la lisonja que le prodigaban las logias austriacas, que
soñaban con incorporarlo a sus filas, había prohibido que le hablaran de la
masonería y apenas la toleraba de mala gana.[2]
José II
llevaba adelante una campaña para someter a la Iglesia a la voluntad del
Estado. Había establecido una política cesaropapista, dictando numerosas
instrucciones sobre el funcionamiento de las órdenes religiosas, la
organización de las diócesis y la formación del clero. Había instituido el
matrimonio civil y acababa de firmar un Edicto de la Tolerancia en el que
otorgaba beneficios y prerrogativas a protestantes y ortodoxos. Todos los
funcionarios de su gobierno procedían de las universidades alemanas. ¿Cuántos
de estos hombres respondían a los Iluminados de Baviera? Al menos en su
apariencia las políticas de José II se veían influidas por ellos.
Willermoz
se referiría a aquella irrupción de Dittfurth lamentando la osadía de emprender en una
asamblea de cristianos y atacar de la manera más escandalosa todo principio de
religión, de ridiculizar amargamente todo lo relacionado con ella, de rebajar
de todos los estados de la sociedad civil los rangos y los títulos de los
príncipes, en fin, de proponer fundar una nueva masonería sobre estos
principios destructores de todo lo que existe de verdaderos lazos entre los
hombres, la cual tendría por base la nueva filosofía del siglo... [3]
Pero
volvamos a la asamblea. Sin tregua, los racionalistas redoblaron el ataque. Von
Knigge entendía claramente que su posición estaba en minoría. Sabía que cuando
llegara el momento de las votaciones la alianza conformada por Willermoz y el
duque de Brunswick ganaría la partida. Sin embargo, en los días siguientes, los
delegados de Weishaupt continuaron sus críticas furiosas contra la Estricta Observancia ,
los martinezistas y los clericales. Estos últimos, en abierto desafío a las
diatribas de los iluminados, solicitaron al duque de Brunswick un cuarto
intermedio ¡para ir a misa! Pese a su condición de luterano, el duque los
autorizó.[4] Tal era el clima de enfrentamiento que se vivía en Wilhelmsbad.
La predica
de von Knigge comenzó a hacer mella en algunos delegados. Esa era su intención
y ese sería su triunfo. El primero en acercarse fue un personaje relevante. Tan
relevante que en el futuro le salvaría el cuello, literalmente dicho, a
Weishaupt: Johann Joachín Bode, delegado del poderoso duque Ernst von Gotha.
Natural de
Brunswick, Bode había pertenecido a la Estricta Observancia
bajo el nombre de eques a lilio convallium, pero padecía una verdadera paranoia
en torno a la cuestión jesuita. El propio Knigge declaró alguna vez que su
único defecto era que veía
a los jesuitas en todos lados. De
ferviente defensor de la restauración templaria había pasado a ser uno de sus
más encarnizados enemigos. [5]
Embelesado
por las reconvenciones de Dittfurth y von Knigge a la asamblea, Bode ya era un
iluminado bávaro en potencia antes de que concluyeran las sesiones de
Wilhelmsbad. A su turno propuso que las modificaciones que emanaran del
Convento se plantearan con arreglo al espíritu del siglo.... Los Iluminados
habían ganado un hombre importante y, con él, a un príncipe que los protegería
a la llegada del infortunio. No fue el único; otros delegados fueron seducidos
por el discurso de Knigge y se sumarían a los iluminados luego del Convento.[6]
Hay quienes afirman que en un principio, hasta el propio duque de Brunswick y
el príncipe de Hesse-Cassel solicitaron ser admitidos en la sociedad, hasta que
se dieron cuenta de los fines violentos que esta perseguía y que sus delegados
se cuidaron de dar a conocer en el Convento.
Con todo,
aún no se había pronunciado el matinezismo y Willermoz esperaba su turno
convencido de la victoria. El asunto más importante que debía tratarse en el
Convento era la cuestión de la filiación Templaria y la eventual reforma de la Orden. Su tratamiento
comenzó el 19 de julio y se extendió a lo largo de 11 sesiones, hasta el 14 de
agosto.
En la
octava sesión (25 de julio), Willermoz presentó un anteproyecto en el que
intentaba dar respuesta a uno de los interrogantes planteados por el duque
Ferdinand de Brunswick en la convocatoria al Convento: ¿Había que seguir
manteniendo la filiación Templaria? ¿Era preciso romper con este vínculo?
Jean-Francois
Var describe aquella encrucijada en estos términos: Era necesario dilucidar entre
los adversarios feroces de la leyenda templaria, en particular Bode y los
Iluminados de Baviera, y aquellos que reivindicaban la Orden del Temple, fuera para
obtener la devolución de los bienes anteriormente poseídos por la Orden , fuera para tener
acceso a las ciencias herméticas supuestamente detentadas por esta, y ocultada
por los presuntos Superiores Desconocidos quienes, supuestamente, garantizaban
su conservación.... [7]
La posición
de Willermoz, que consideraba sumamente peligrosa esta postura y que había
trabajado afanosamente para llevar a cabo en un nivel general la misma reforma
que había introducido en el Convento de las Galias, contaba con el apoyo y la
complicidad del duque de Brunswik “convencido de la imperiosa necesidad de un
profundo cambio en la
Estricta Observancia- y del propio landgrave de Hesse-Cassel.
Ambos maniobrarían hábilmente a favor de la reforma en coordinación con los
martinezistas, en cuya acción se basaba toda la estrategia diseñada para el
exitoso desarrollo del Convento. Después de todo, Willermoz y los líderes de la II ° y V° Provincias (Auvernia y
Borgoña) habían sido los arquitectos de la reforma de Lyón que ahora pretendía
proyectarse a toda la Orden.
Willermoz
basó su exposición en cuatro interrogantes íntimamente ligados entre sí:
1. ¿Qué
interés tenemos en el examen de
una filiación con la Orden
de los Caballeros Templarios y en qué calidad debemos hacerla?
2. La
filiación de la Orden de los Templarios con
nuestro sistema actual, ¿es legítima o no lo es?
3. En el
primer caso, ¿es prudente y conveniente conservar nuestro sistema en su forma
actual?. Y en el segundo, ¿debemos renunciar absolutamente a esa filiación?
4. ¿Cuál
es el sistema más conveniente para
reunir lo mejor posible y sin peligro las partes constituyentes de la Orden en un solo y mismo
Régimen?[8]
A
continuación expuso un extenso esquema argumental en el que, luego de esbozar
una breve historia del Temple, se preguntaba acerca de qué tipo de filiación
reivindicar resaltando que el lazo entre Masones y Templarios no era otro que
el que los unía en la ciencia masónica. Para Willermoz, ésta había sido
profesada en distintos tiempos con distintas denominaciones, no siendo
exclusiva de la Orden
del Temple ni de la masonería moderna. Utilizando una alegoría afirmaba que ...la ciencia masónica ha pasado
por los caballeros templarios como algunos ríos pasan por los grandes lagos sin
perderse ni confundirse totalmente en ellos, de donde salen quizás reteniendo
ciertas cualidades y propiedades particulares del lago que han atravesado... [9]
Sus propias
conclusiones hablan por sí mismas cuando se refiere a las tres primeras
preguntas:
1. Que
no tenemos ningún interés en la
restauración de la Orden
del Temple relativo a las posesiones y riquezas que le fueron quitadas; sino
que en todo caso es en calidad de masones deseosos de participar de los
conocimientos científicos de los que al parecer era poseedora, que tenemos gran
interés en establecer nuestra filiación con ella.
2. Que
el sistema de filiación y restauración relativo
a los títulos, riquezas y posesiones cualesquiera de esta orden es absurdo,
ridículo e ilícito, y que no tenemos el menor título a presentar para sostener
tal pretensión.
3. Que,
aún y cuando este sistema estuviera
fundamentado sobre títulos incontestables, sería imprudente, perjudicial para
el progreso de la orden masónica, e incluso muy peligroso para dicha orden y
los individuos que la componen, el reconocer, sostener y favorecer de alguna
manera la continuación de este sistema, que en el caso de que alguna sociedad
conocida o desconocida quisiera intentar llevar a cabo de algún modo el sistema
de restauración efectivo, no debemos tomar parte en ello en absoluto, e
incluso, debemos romper toda especie de ligazón con dicha sociedad, si es que
acaso existe.
4. Que
el Convento General de la Orden deberá hacer incluir en sus actas una declaración obligatoria para todos
aquellos que estén representados, nítida y precisa sobre este asunto.
5. Que
la filiación de los masones con la Orden del Temple relativa a
los conocimientos científicos de la masonería estando establecida por una
tradición constante y universal, probada por monumentos y testimonios
auténticos, es útil y necesario conservar o establecer una conexión íntima
entre la Orden Masónica
y la Orden del
Temple de la manera más conveniente y más adecuada a favorecer el progreso de
los masones en su objetivo científico, sin que todo ello pueda provocar la
menor inquietud a los gobiernos políticos.
En cuanto a
la respuesta a la cuarta pregunta, Willermoz delineó ante los delegados el
sistema masónico que ya había sido adoptado en el Convento de las Galias en
1778. El nuevo Régimen quedaría conformado por una Orden Masónica denominada
Primera Clase, integrada por cuatro grados: los tres simbólicos tradicionales a
los que se agregaba el de Maestro Escocés, una suerte de bisagra o grado de
transición entre la orden exterior y la interior. Esta última, denominada
Segunda Clase, conservaría una Orden de Caballería bajo el título de Caballeros
Bienhechores de la
Ciudad Santa. La Tercera Clase quedaba vacante, hasta tanto
surgieran los hombres con los conocimientos adecuados para constituirla...
Sin
embargo, es en este punto en donde Willermoz oculta la verdad ante la asamblea,
una verdad que sólo era conocida por un pequeño núcleo de iniciados. La Tercera Clase sólo
sería accesible para los que hubieren demostrado cualidades especiales,
merecedoras de los grados de Profeso y Gran Profeso. Todavía hay más: Por
encima quedaría aun la Orden
de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo, el sistema que había
aprendido de su maestro Martinez de Pasqually.
¿Quiénes
conocían la verdad? Muy pocos. Ferdinand de Brunswick estaba dispuesto a
sostener la estructura secreta de la Orden. Tampoco la desconocía Hesse-Cassel puesto
que, en los días posteriores a la exposición final de Willermoz (30 y 31 de
julio) ambos se manifestaron abiertamente a favor de la reforma del Régimen.
También debía saberlo el mariscal Henri de Virieu, los hermanos Turkheim y el
círculo intimo de los martinezistas de Auvernia y Borgoña, algunos de los
cuales eran Grandes Profesos, es decir, ya formaban parte de la Tercera Clase que
Wilermoz sólo esbozaba ante la asamblea como un proyecto a futuro.
4.- DESPUÉS DE WILHELMSBAD.
La
propuesta de Willermoz fue votada por amplia mayoría. En los días siguientes,
los delegados de los Iluminados de Baviera y los racionalistas se retiraron
derrotados de la asamblea. No hubo de pasar mucho tiempo para que los Bávaros
capitalizaran el descontento e incorporaran a sus filas a numerosos masones
desencantados con el Régimen sancionado. El Convento estipuló un plazo de un
año para que las logias alemanas de la Estricta Observancia
manifestaran su acatamiento el Régimen Escocés Rectificado, pero la realidad
demostró la renuencia de los alemanes a aceptar el nuevo sistema.
Del mismo
modo que el Gran Oriente de Francia había tenido que dar marcha atrás en su
intención de adherir a la Estricta Observancia y la aceptación de un
directorio extranjero, los alemanes rechazaron la reforma de Lyón y encontraron
nuevos rumbos. Muchos se apartaron para siempre de la Orden creada por el barón
Hund; se fortalecieron las potencias que repudiaban la existencia de los Altos
Grados y la masonería europea ingresó en una etapa de turbulencias que
desencadenaría acontecimientos impensados.
Ferdinand,
duque de Brunswick fue proclamado Gran Maestre del Régimen Escocés Rectificado
y Jean-Baptiste Willermoz se convirtió en uno de los hombres más poderosos de
la masonería, al menos de aquella que estaba dispuesta a sostener su tradición
espiritual. Llevó la doctrina de Martinez de Pasqually a su punto más alto y,
por un momento, pareció que triunfaría sobre los filósofos del racionalismo La masonería encontró finalmente el
espíritu del que había carecido durante las primeras décadas y afianzó una
tradición que se manifestaría de distintas maneras en los diferentes ritos y
naciones. La masonería inglesa del Real Arco y la francesa del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado recrearían sus propio Altos Grados sembrados con los
vestigios de una antigua tradición que como
un río que atraviesa un lago, no se pierde en él.
En el
futuro, pese a la condena y persecución que la secta de Weishaupt recibiría por
parte del Estado, así como el señalamiento de su acción subversiva por parte de
un importante sector de la francmasonería, ésta quedaría “merced a la malicia
de algunos líbelos antimasónicos- profundamente identificada con la facción
bávara al punto que, para muchos, Wilhelmsbad pasó a ser el germen de los
grupos masónicos más radicalizados de la Revolución Francesa.
¿Es esto cierto? ¿Jugó la francmasonería, infiltrada por los bávaros, un rol
determinante en los hechos revolucionarios posteriores a 1789?
[1]
Findel, Historia General de la Francmasonería , p. 132.
[2] Según Frau Abrines, el emperador rechazó la oferta de uno de los dignatarios de la masonería austriaca con estas palabras: No me habléis más de vuestros masones, le dijo, veo que son hombres como todos los demás, y que toda la filosofía de la que hacen alarde no les libra de las bajezas y las debilidades que lleva consigo el orgullo Diccionario, voz José II.
[3] Le Forestier ob. cit. p. 669. La cita esta tomada de Los Cuadernos Verdes N° 3 (Num. 9 des Cahiers Verts) editados por el Gran Priorato de Hispania, del Régimen Escocés Rectificado; traducción de Ramón Martí Blanco, Barcelona, 2002, p. 38, nota 10.
[4] Colinon, ob. cit p. 94.
[5] Bode había tenido una estrecha amistad con el filosofo racionalista alemán Gotthold Ephraím Lessing, cuya posición con respecto de la francmasonería puede resumirse con una anécdota de su iniciación: Cuenta el historiador Frau Abrines que la noche de su recepción enla Logia Zu
den drei Rosen (Las Tres Rosas), su venerable maestro el barón de Rosemberg le
preguntó: ¿Supongo que no habrá encontrado nada [en la ceremonia] en contra de la Religión y del Estado?, a
lo que Lessing respondió Ojalá que hubiera encontrado tal cosa, eso sería mucho
más de mi agrado Frau Abrines; Diccionario Enciclopédico de la francmasonería;
ver voz Lessing
[6] Findel menciona que numerosos delegados acudieron a von Knigge durante el Convento solicitándole la admisión. Emile Dermenghem también hace referencia a los masones racionalistas derrotados en Wilhelmsbad que se aliaron luego, secretamente, con los Iluminados de Baviera. Joseph de Maistre:La Francmasonería ,
Memoria dirigida por Joseph de Maistre al duque de Brunswik, Sevilla, Marsay
Ediciones, 2001, traducción de Ramón Martí Blanco, p. 39.
[7] Los Cuadernos Verdes N° 1 (Num.7 des Cahiers Verts) p. 44.
[8] ob .cit. p. 50
[9] ob. cit. p. 66
[2] Según Frau Abrines, el emperador rechazó la oferta de uno de los dignatarios de la masonería austriaca con estas palabras: No me habléis más de vuestros masones, le dijo, veo que son hombres como todos los demás, y que toda la filosofía de la que hacen alarde no les libra de las bajezas y las debilidades que lleva consigo el orgullo Diccionario, voz José II.
[3] Le Forestier ob. cit. p. 669. La cita esta tomada de Los Cuadernos Verdes N° 3 (Num. 9 des Cahiers Verts) editados por el Gran Priorato de Hispania, del Régimen Escocés Rectificado; traducción de Ramón Martí Blanco, Barcelona, 2002, p. 38, nota 10.
[4] Colinon, ob. cit p. 94.
[5] Bode había tenido una estrecha amistad con el filosofo racionalista alemán Gotthold Ephraím Lessing, cuya posición con respecto de la francmasonería puede resumirse con una anécdota de su iniciación: Cuenta el historiador Frau Abrines que la noche de su recepción en
[6] Findel menciona que numerosos delegados acudieron a von Knigge durante el Convento solicitándole la admisión. Emile Dermenghem también hace referencia a los masones racionalistas derrotados en Wilhelmsbad que se aliaron luego, secretamente, con los Iluminados de Baviera. Joseph de Maistre:
[7] Los Cuadernos Verdes N° 1 (Num.7 des Cahiers Verts) p. 44.
[8] ob .cit. p. 50
[9] ob. cit. p. 66