lunes, 31 de octubre de 2011

Vía Iniciática - ¿Oriente vs. Occidente?


Claramente, solo existe un Final, el regreso a Casa, para el caminante que decide vivir la vía esotérica tradicional. 

Por el contrario, existen múltiples caminos que, como afluentes, terminan desembocando en el mismo Río del Destino Final.

En diversos opúsculos esotéricos se indica que la Vía de oriente solo sirve para los orientales y la Vía de occidente solo para los occidentales. 

Esto es cierto solo en parte dado que, como vimos en el párrafo anterior todos los caminos del laberinto, independientemente de su recorrido más o menos sinuoso, terminan en el mismo sitio: Todos los Caminos conducen a Roma.

Lo cierto es que, incluso genéticamente, los seres humanos estamos más capacitados para seguir una vía u otra dependiendo de muchos factores, tales como nuestras circunstancias personales o nuestra carga kármica anterior. Generalmente, por no decir siempre, el Espíritu decide el lugar de nacimiento que más le conviene en cada circunstancia; y por lo tanto, si vivimos en un país occidental es porque la vía a seguir debería de ser la propia y al contrario sucede lo mismo.

Se ha banalizado demasiado cuando se indica que la vía de oriente trata sobre el debilitamiento de la personalidad y que la de occidente, por el contrario, su potenciación. En este caso ambas vías son correctas; pero hay un falso entendimiento, de parte de los occidentales, cuando nos acercamos a los caminos de oriente. Entrar dentro de la Vía oriental sin tener una preparación previa sería como saltarse uno o varios Cursos lectivos en la Escuela.

La Personalidad del Ser Humano, habitualmente, se encuentra desestructurada formando pequeños islotes que suelen ser conocidos como yoes entre los que existe una permanente lucha por preponderar, cada uno de ellos, sobre los demás. En esas circunstancias, no puede tomar, la personalidad de turno, las riendas de la destrucción del Ego, pues de ese modo, con mucha probabilidad sería ella misma la ejecutada por el resto de sus hermanas, no consiguiendo otra cosa que mantener al Ser Humano en un permanente caos de luchas intestinas. 

La Vía del Camino oriental del Taoísmo, por poner un ejemplo bien conocido, solo es válida cuando la Personalidad está perfectamente cohesionada. Es decir, cuando cada uno de los islotes se ha fusionado entre sí formando un todo singular. Eso, generalmente, se da por hecho en la vía oriental y es por ello que aparece la presunta contradicción con la vía occidental y la caída de algunos ingenuos en caminos largos, sinuosos y que parecieran no llevar a ningún lugar. Poniendo un símil con el Camino de Santiago sería como comenzarlo en algunos de los múltiples orígenes dentro de la Península Ibérica. 

En la vía esotérica occidental no se presupone que la personalidad se encuentra cohesionada y es por ello que el Camino, la Vía, comienza por la potencialización de la cohesión de la personalidad hasta conseguir que solo sea uno el interlocutor que deba responder ante la metanoia, señal, que viene directamente del Pleroma, el Mundo Original, para ayudar al nacimiento primero y crecimiento, después, de la rosa mística que es el Hombre original Verdadero. Utilizando el mismo símil del Camino de Santiago vendría a ser como comenzarlo en Roncesvalles, Francia.

La Personalidad nunca ha dejado de ser más que algo provisional y necesario, a modo de cuerpo ortopédico, para que algún día el Ser Original tome posesión de ella y junto a ella, modificar a todo el ser humano desde el mismo interior hasta transformarlo en el Ser Humano definitivo que siempre existió.

Pero es sobre ella, la Personalidad, el Ego, sobre quien recae la responsabilidad de decidir, primero que camino tomar y segundo el comportamiento a seguir en la Vía. El Espíritu, en nosotros, no deja de ser más que una semillita holográfica, una chispita dormida y que será la Personalidad la encargada, primero de abrir una vía para que la Señal electromagnética que viene del Pleroma pueda contactar con el Espíritu del durmiente y después en ir alimentándolo con su propia esencia. Ese acto se conoce como Endura, suicidio de la Personalidad, a favor del Nuevo Hombre por nacer; pero según va muriendo, la personalidad, va siendo rescatada por el propio Espíritu, durante su proceso de crecimiento, y preservada como vehículo eterno, formando al final un único Ser.

ARALBA