miércoles, 30 de enero de 2013

QUIENES FUERON LOS VALDENSES


La información que vamos a compartir con Usted ha sido tomada del libro titulado "La Iglesia Peregrina" de E. H. Broadbent. Según este libro, por siglos han existido en los valles Alpinos de Piedmont, congregaciones de creyentes que simplemente se han denominado a sí mismos como "hermanos" entre comillas, quienes más tarde llegaron a ser ampliamente conocidos como Valdenses o Vaudois, aunque ellos mismos jamás aceptaron este calificativo.
 
Según estos hermanos, su origen se remonta a la época de los apóstoles. Al igual que otros grupos de creyentes, estos hermanos no se originaron con la Reforma de Lutero, sino que se mantuvieron fieles a las enseñanzas y ordenanzas apostólicas conforme al testimonio del Nuevo Testamento.

En otras palabras, los Valdenses nunca fueron parte ni de la iglesia católica reunida, ni de la iglesia católica dividida entre romana y griega. Desde los tiempos del emperador Romano Constantino han continuado siendo una sucesión de predicadores del evangelio y fundadores de iglesias neo testamentarias libres de la influencia perniciosa de la relación Iglesia y Estado tan predominantes en el pasado y algo todavía en el presente.

Estos creyentes eran muy numerosos en las montañas Taurus y en los valles alpinos, y se caracterizaban por estar sólidamente fundamentados en las Escrituras y libres de la idolatría que tanto daño estaba causando en la iglesia profesante.

Consideraban a la Biblia como la única regla de doctrina y práctica y de ninguna manera daban cabida a las tradiciones orales o escritas de los hombres.

Se decía de ellos que su única meta en la vida era mantener el carácter de la iglesia cristiana primitiva. Por no haber sido jamás parte de la iglesia establecida, los Valdenses nunca se embarcaron en una guerra abierta contra la iglesia católico romana ni contra la iglesia católica griega.

Hablando de los Valdenses, el inquisidor Reinerio, quien murió en 1259 dice lo siguiente. Entre las sectas que todavía existen o que han existido antes, ninguna es tan perniciosa para la iglesia católico romana coma la Valdense, y esto por tres razones.

La primera razón es por su antigüedad, porque según algunos se originó en el tiempo del Silvestre, obispo de Roma en la época de Constantino y según otros se originó en el tiempo de los apóstoles.

La segunda razón es porque está ampliamente difundida, no existe lugar donde la secta no esté presente.

La tercera razón es porque mientras las demás sectas despiertan el rechazo y el horror de la gente por sus blasfemias contra Dios, la secta de los Valdenses tiene una gran imagen de piedad, por cuanto sus integrantes viven rectamente ante los hombres y creen todos los puntos respecto a Dios que constan en el credo, pero blasfeman contra la iglesia católico romana y el clero, en lo cual se unen multitud de laicos.

Algunos han sugerido que Claudio, obispo de Turín fue el fundador de los Valdenses en las montañas alpinas de Piedmont, pero entre él y ellos había mucho en común y deben haberse fortalecido y animando mutuamente, pero los hermanos Valdenses tuvieron un origen mucho más antiguo.

Fue el obispo Claudio de Turín, quien negó la reverencia a la santa cruz, rechazó la veneración y la invocación a los santos y destruyó las imágenes.

En su comentario sobre del libro de Gálatas, Claudio enseña claramente el principio de la justificación por fe, y señala el error de la iglesia católico romana al haberse alejado de la verdad bíblica.

Cuando los Valdenses se pusieron en contacto con los Reformadores en el siglo 16, pusieron muy en claro que sus ancestros habían declarado siempre que existían desde la época de los apóstoles.

Los Valdenses daban por sentado que eran descendientes de los refugiados italianos, quienes después de escuchar el mensaje del evangelio de boca del Apóstol Pablo, abandonaron su hermoso país y huyeron, como la mujer de Apocalipsis, a las montañas alpinas, en donde hasta el presente han pasado el evangelio de generación a generación en la pureza que ellos lo recibieron del apóstol Pablo.

La iglesia establecida arremetió con furia contra los Valdenses y por siglos usó todo su poder y su influencia para acabar con los Valdenses. Muchos tuvieron que morir por su fe, otros tuvieron que esconderse en lugares remotos.

El surgimiento de la Reforma trajo algún respiro para los Valdenses y es así como fueron absorbidos por algunas iglesias evangélicas que tienen sus raíces en la Reforma.

Esto en cuanto a sus orígenes y trayectoria.

En cuanto a doctrina, algo se ha señalado ya: La doctrina y práctica de los hermanos Valdenses tenían tal carácter que era obvio que no fueron el fruto de un intento por reformar la Iglesia Romana o Griega. Sin la influencia de ninguna de estas dos iglesias, se ve en los Valdenses una vieja tradición transmitida de generación a generación, por la cual se fundamentaban en las Escrituras y en las prácticas de la iglesia primitiva.

Su existencia prueba que siempre ha habido hombres de fe, hombres con poder espiritual, hombres entendidos, quienes han mantenido en las iglesias una tradición muy parecida a la de los días de los apóstoles y muy distante de las costumbres y dogmas humanos de las iglesias dominantes.

Es así como aparte de las Sagradas Escrituras, los Valdenses no tenían declaración de fe ni normas de conducta, ni autoridades humanamente constituidas, por más ilustres que fueran.

Seguir a Cristo era la pasión de sus vidas, e imitar su ejemplo era la meta de su existencia. La parte de las Escrituras que más moldeaban su forma de pensar y su conducta era el Sermón del Monte.

Para ellos, el Sermón del Monte era la norma para todo creyente. Se oponían al derramamiento de sangre, a la pena capital, al uso de la fuerza en asuntos espirituales. Pero estaban dispuestos a defenderse si eran atacados. No hacían juramentos y evitaban el uso del nombre de Dios en vano. No estaban de acuerdo con la creencia de la iglesia profesante en el sentido que ella era la única llamada a interpretar la Biblia y a abrir o cerrar la puerta de la salvación. Tampoco creían que la salvación sea por cumplir con determinados sacramentos sino por fe en Cristo como Salvador.

La fe, decían se debe manifestar en buenas obras. Creían en la doctrina de la elección soberana de Dios, actuando juntamente con la libre voluntad del hombre. Estaban convencidos que Dios pone maestros dotados en la iglesia y por eso apreciaban mucho los escritos de Ambrosio, Agustín, Crisóstomo y otros, siempre y cuando estas enseñanzas no estén en conflicto con la pura enseñanza de la Biblia.

En asuntos de orden en la iglesia, practicaban la sencillez, sin nada pomposo y llamativo que era típico de la iglesia romana. Se gobernaban por medio de Ancianos y Diáconos. Practicaban la Cena del Señor como la forma de hacer memoria de la persona y obra de Cristo. Todos los creyentes podían disfrutar del privilegio de participar de los elementos en la Cena del Señor.

El bautismo en agua estaba reservado para los creyentes absteniéndose de bautizar a los niños. Esto es en esencia la doctrina y práctica de los Valdenses.

A manera de comentario, es ilustrativo saber que no todas las iglesias que no son católico romanas tuvieron su origen en la Reforma de Lutero. Los Valdenses son un claro ejemplo. Un grupo dedicado a honrar a Dios por medio de someterse exclusivamente a la Biblia y por medio de practicar las costumbres de la iglesia primitiva, desde la misma época apostólica.

martes, 29 de enero de 2013

La negada verdad sobre los cátaros



En algunas ocasiones hemos tratado acerca de lo fácil que resulta manipular la historia por parte de los vencedores en los conflictos bélicos y, con mucha posterioridad, tergiversarla por quienes pretenden, con mejor o peor voluntad, ponerla a su propio servicio.

Quien bien nos conoce, sabe que nuestra búsqueda de la Verdad, nos ha conducido a enfrentarnos ante lo que se conoce como políticamente correcto. Hemos denunciado, por activa y por pasiva, las invenciones históricas de las más diversas organizaciones esotéricas o filantrópicas que intentan convertir su origen en algo tan antiguo como el de la propia humanidad. Por el contrario, hemos bendecido que esas fantásticas epopeyas sean consideradas como simple simbología con un alto contenido metafórico.

Como ejemplo pondremos el caso del origen de la supuesta Orden Rosacruz, cuyos únicos documentos conocidos, de aquel entonces, son la Fama, la Confessio y las Bodas Químicas. La única verdad, independientemente de su autoría, sea ésta de Valentín Andreae o de Cristopher Besold, es que se trató de un intento fallido de confederar a todas las tendencias reformistas protestantes, tanto dentro del Continente Europeo como de las Islas Británicas, para hacer frente a la omnímoda Iglesia Católica de la época. Incluso, en ellos, se critica la proliferación de alquimistas de toda índole, haciéndose mención de Paracelso más a título de médico que de otra cosa. Con el tiempo, surgieron movimientos ocultistas, hermetistas e incluso alquimistas que han venido utilizando dicho nombre; pero que cualquiera que tenga un poco de curiosidad en su investigación podrá comprobar que su vinculación histórica, con el movimiento inicial, es nula. Esta aclaración histórica está verazmente contemplada en el Libro: EL ILUMINISMO ROSACRUZ de Yates.

De un tiempo a esta parte, en la misma situación se encuentran tanto Templarios, que tendrán nuestra atención en su debido momento, como los famosos cátaros, bogomilos o albigenses. Recientemente hemos tenido la oportunidad de acercarnos a una de las obras más serias y completas que tratan sobre el Tema: La Hoguera de Montsegur de Zoe Oldembourg, escrita en la década de los cincuenta del siglo pasado. Tras su atenta y minuciosa lectura hemos sacado en claro que tanto las cuestiones religiosas como políticas, por el control del Territorio Occitano, estaban muy entrelazadas; pero siempre nos topamos con la incógnita de la que todos los autores hacen mención: Apenas se conoce acerca de la doctrina cátara, salvo por los documentos, evidentemente parciales y poco rigurosos, de la conocida como Santa Inquisición o de las románticas canciones de los Trovadores del Lugar.

Es demasiado extraño descubrir que no hay nada consistente acerca de la Doctrina cátara, cuando, por el contrario, sí que se conoce todo de la valdense y que la propia Iglesia Católica reconocía como una simple denominación lugareña de la misma cosa. Pero todo el mundo sabe que los valdenses tan solo fueron unos de los precursores de la Reforma Protestante que se llevaría a cabo, siglos después, por Lutero o Calvino, por mencionar dos de los más conocidos. La única conclusión seria que podemos sacar, al respecto, es que las propias autoridades eclesiásticas tintaron al movimiento valdense con el, para ellos, satánico maniqueísmo “Herejía sincrética procedente de Oriente,  en los primeros siglos del Cristianismo” que tenía tanto que ver con el zoroastrismo como con el propio cristianismo.

No es hasta los siglos XVIII y XIX que, algunos investigadores esoteristas, empiezan a desgajar las denominaciones bogomilos, cataros o albigenses de la naranja valdense. Haciendo, estos autores, oídos a los bulos creados por la Inquisición, empezaron a cobrar un carácter mítico de organización humana totalmente aniquilada, tanto de forma física como de su herencia intelectual; cosa, esta última, que a nosotros nos parece como mínimo bastante  improbable. Podría decirse, con toda propiedad, que la idea sobre lo que fuera el catarismo, que ha llegado hasta nuestros días, poco o nada tiene que ver con la verdadera realidad histórica, que sí es conocida de las iglesias valdenses.

Otra impropiedad es considerar como una única y misma cosa al gnosticismo y al maniqueísmo; cosa que es absolutamente incierta, teniendo que ver la Gnosis, de origen egipcio, más con el Cristianismo Egipcio Primitivo, al que pertenece la Tradición Valdense y por lo tanto cataros y bogomilos, que con el sincretismo herético, entre cristianismo y zoroastrismo, de las iglesias maniqueas.

La Gnosis es actualmente atacada tanto por las Iglesia romana como por las surgidas de la Reforma protestante, tales como el Luteranismo, el Anglicanismo episcopaliano o las diversas confederaciones calvinistas y evangélicas, como pentecostales, bautistas, etc, etc…

La Iglesia Católica, a través de sus concilios, siempre ha hecho hincapié en la salvación mediante las obras de sus feligreses y de las indulgencias que proporcionaba aquella a sus más cercanos benefactores materiales. Por el contrario, las Iglesias surgidas de la Reforma protestante vienen haciendo hincapié, desde su origen, que la salvación tan solo es fruto de la Fe en Cristo Jesús. Ello surgido de una interpretación literal de algunos pasajes de los evangelios.

La Gnosis, dándole el indudable valor espiritual que poseen las Escrituras, sin embargo nos dice que es necesaria la Fe; pero que una Fe sin Obras es una Fe muerta “Eso también lo dicen los evangelios” y que la Fe no es simple credulidad en lo que determinadas personas más o menos carismáticas nos cuentan, sino que esa Fe se consigue con el esfuerzo del Trabajo y el Estudio mediante las herramientas, que la Divinidad nos ha concedido: La Inteligencia y el discernimiento "Verdadera Gracia Divina". Es entonces, cuando la lógica, que pudiera estar equivocada y eso siempre hay que tenerlo en cuenta como así lo hacen los actuales científicos, nos conduce a una creencia casi perfecta, aunque cercana a la de Santo Tomás. “Muéstrame las llagas, deja que meta mis  dedos en ella y creeré” En ningún lugar de los evangelios se dice que Tomás fuese un descreído hereje.

Es por dicha causa, la intolerancia doctrinal de las iglesias cristianas oficialmente aceptadas, por lo que la Gnosis o cristianismo primitivo egipcio que también practicaban los valdenses ha quedado excluida tanto de la antigua Iglesia Católico Romana como de la Reforma Protestante que surgiera de ella. Aunque, eso sí, algunos movimientos ecuménicos dentro de las diversas iglesias vienen trabajando a favor de recomponer la única doctrina válida en el Cristianismo: El Amor que predicara Jesús de Nazaret. Todo lo demás es superfluo y es lo que ha venido provocando, durante siglos, el enfrentamiento bélico entre Iglesias hermanas.

Cualquier Idea peregrina, como la Endura “Suicidio Ritual”, entre otros, que se les adjudica a los cataros no tienen el menor viso de realidad, dado que la Gnosis que practicaban era de un carácter científico y que  se encontraba muy adelantada a su época.

ARALBA

lunes, 28 de enero de 2013

Los cátaros y albigenses




  Testigos en la hora más oscura de la fe

Rodrigo Abarca




Historia y ficción
Quizá ningún grupo de creyentes haya sido objeto de tanta especulación como los albigenses o cátaros. En la actualidad, con el resurgimiento del esoterismo, se han escrito numerosos libros y novelas donde se pretende ‘rescatar’ el verdadero legado de los cátaros y sus enseñanzas. Y, siguiendo las muy dudosas declaraciones de sus perseguidores e inquisidores, se les asocia en forma extemporánea con los gnósticos de principios de la era cristiana (Siglos II y III). Existen, inclusive, documentos donde los inquisidores ponen en boca de los cátaros confesiones de tipo gnóstico copiadas letra por letra del libro «Contra Herejías», escrito por Ireneo de Lyon a fines del siglo II, sin molestarse en cambiar o adaptar sus párrafos.

Por esta razón, ante la evidente falta de objetividad y la innegable parcialidad de los documentos que sobrevivieron a los cátaros, muchos historiadores seculares se abstienen de promulgar cualquier juicio histórico y prefieren mantener silencio. Otros, sin embargo, especulan sin apoyo histórico, y crean las más fantásticas teorías sobre su origen y creencias.

Sin embargo, cuando estudiamos en paralelo la historia de bogomiles, cátaros y valdenses, descubrimos que, de hecho, existía una fluida y constante comunión entre estos grupos, lo cual no podría haber ocurrido si algunos de ellos hubieran sido gnósticos o maniqueos. De los valdenses se han preservado numerosos documentos que prueban, fuera de toda duda, el carácter evangélico y escritural de sus creencias. Y es un hecho que, para los inquisidores de su época, los valdenses, cátaros y albigenses, eran una misma cosa. Distintos nombres dados a idénticos hermanos, dependiendo del lugar y la ocasión, pues, debe recordarse que ellos rehusaban tomar nombre alguno sobre sí, a excepción de «cristianos» o «hermanos». Por cierto, es posible identificar la persistencia de algunas herejías gnósticas, diseminadas aquí y allá en algunas sectas medievales, las que, sin embargo, no pueden ser asociadas sin más a los cátaros y albigenses. Además, se debe recordar que en el período apostólico y post-apostólico muchas herejías gnósticas se desarrollaron al alero de las iglesias de Cristo, tal como el mismo apóstol Juan advirtió en su Primera Carta.

La causa de la herejía
La presencia del error y el engaño nunca está muy lejos de cualquier desarrollo verdaderamente espiritual. Esto no nos debe asombrar. Las iglesias de Cristo, al colocarse bajo la autoridad de la Escritura y el Espíritu Santo, evitando cualquier uniformidad y organización exterior, dependen exclusivamente del Señor para su éxito y continuidad. No existe entre ellas ningún credo exterior, rígido y uniforme, vigilado y defendido por alguna institución humana. Pues su persistencia delante de Dios no puede depender de su adhesión a una ortodoxia fría y muerta, sino del contacto vivo con su Cabeza, que es Cristo. Sólo ese contacto puede librarlas del error y la deformación.

Las herejías gnósticas surgieron en estrecho contacto con la fe bíblica, pues forman parte de la estrategia de Satanás para confundir y apartar a la iglesia de Cristo, su cabeza. De hecho, en Colosas ya habían aparecido los primeros brotes, aún en los días del apóstol Pablo. Y lo mismo se puede constatar en las cartas a las siete iglesias del Apocalipsis. Sin embargo, la respuesta de Pablo y Juan no fue ni remotamente un llamado a la persecución, la difamación y la tortura de los herejes, como ocurriría más tarde con la cristiandad organizada, sino una exposición más plena y profunda de Cristo, la Verdad, con claridad y autoridad espiritual. Sólo esto es suficiente para desbaratar los planes del diablo y salvar a los hermanos de la confusión y el error. Y, por supuesto, nada más lo es.

Por ello, a lo largo de la historia de los hermanos olvidados, encontraremos siempre, lado a lado con la fe bíblica, siempre distinguibles, algunas creencias heréticas y distorsionadas. Este hecho, unido a la ilimitada ambición de la cristiandad organizada por ser considerada la única y verdadera «iglesia de Cristo», que la llevó a perseguir infatigablemente a los cristianos disidentes que no reconocían su autoridad ‘oficial’, deformando y destruyendo el registro casi completo de su paso por la historia, ha tenido éxito en hacer de muchos de aquellos valientes hermanos, «herejes», aún a los ojos de otros sinceros hermanos que vinieron después. Esta es la trágica historia de aquellos mártires que valientemente levantaron el estandarte de Cristo en la hora más oscura de la fe.

Indagando en los orígenes
El origen de los cátaros y albigenses permanece aún en el misterio. Lo más probable es que fueran fruto de la conjunción de varios factores. En primer lugar, existían diseminados por Europa occidental pequeños grupos de creyentes que se apartaron de la cristiandad organizada en el tiempo de Constantino, entre los cuales los más conocidos fueron los novacianos, quienes también fueron conocidos con el nombre de cátaros o ‘puros’ (gr. cataroi). Por otro lado, durante la temprana Edad Media, la corrupción generalizada de una gran parte de la cristiandad llevó a hermanos sinceros a apartarse de sus males y abusos.

Entre esos hermanos se destacaron hombres de gran celo espiritual, quienes denunciaron abiertamente los males de la cristiandad y ganaron un considerable número de seguidores para una fe más bíblica y sencilla, entre los cuales se destacan Pedro de Bruys y Enrique de Cluny. Además, existió una continua corriente migratoria de hermanos que eran perseguidos en oriente (paulicianos y bogomiles), quienes, al llegar a occidente entraron en contacto con las iglesias de cátaros, albigenses y valdenses.

Todos estos factores ayudan a explicar el surgimiento de una poderosa corriente espiritual durante la Alta Edad Media (Siglos X al XV), conformada por numerosos grupos de creyentes que se apartaron decididamente del cristianismo oficial de su tiempo. Fueron conocidos por muchos nombres: cátaros, albigenses, valdenses, petrobrusianos, patarinos, etc. Y, aunque existía entre todos ellos una estrecha comunión e interrelación, el nombre de cátaros y albigenses se aplicó más bien a los grupos de hermanos que florecieron al sur de Francia y norte de España. El nombre valdenses se aplicó en especial a aquellos hermanos que se desarrollaron en los valles del norte de Italia y Suiza, y de ellos quisiéramos ocuparnos en un artículo posterior.

El nombre ‘cátaro’, aplicado a los hermanos, parece derivar de la costumbre de sus predicadores itinerantes de vender todas sus propiedades y hacerse así «perfectos» para seguir al Señor y predicar el evangelio, tomando literalmente el consejo del Señor (Mateo 19:21). No obstante, esta no era una costumbre generalizada entre los hermanos, pues la mayoría de ellos permanecía en sus trabajos, oficios y familias. Por otro lado, el término ‘albigense’ apareció recién a mediados del siglo XII, en la ciudad francesa de Albi, donde un grupo de hermanos fueron quemados en la hoguera bajo el cargo de herejía maniquea (aunque esta no pudo ser probada). A partir de entonces, se hizo costumbre asociar a los hermanos del sur de Francia con la ‘herejía de Albi’, y de allí el nombre, ‘albigenses’.

En este artículo nos vamos a enfocar especialmente en aquellos hermanos que fueron conocidos como cátaros y albigenses. Entre la gente común fueron llamados normalmente ‘los Hombres Buenos’, en reconocimiento a su carácter santo y espiritual, que contrastaba notablemente con el clero de la cristiandad de su época.

Líderes inspirados
Ya hemos mencionado que entre los factores que explican el surgimiento de estas compañías de hermanos está el ministerio de algunos notables líderes espirituales, como Pedro de Bruys y Enrique de Cluny.

El primero, Pedro de Bruys, viajó infatigablemente por más de veinte años, recorriendo diversas provincias de Francia: el Delfinado, Provenza, Languedoc y Gasconia. Multitudes de personas asistían a sus predicaciones en las que denunciaba abiertamente el uso de imágenes, especialmente de la cruz, la veneración de María, los sacramentos, y el bautismo de niños, como costumbres contrarias a la Escritura. Para escucharlo, la gente dejaba los servicios religiosos y se reunía en cualquier punto donde él estuviese. Como no reconocía tampoco la autoridad de la Iglesia organizada, fue perseguido y finalmente arrestado en 1116 d. de C. Fue quemado públicamente en la plaza de Saint Gilles ese mismo año. No obstante, sus seguidores continuaron con su obra y con el tiempo se unieron al resto de los hermanos perseguidos.

Enrique de Cluny continuó con la obra de Pedro de Bruys, de quien fue discípulo. Este era monje y diácono del famoso monasterio de Cluny. Poseía una gran capacidad de oratoria y un aspecto físico imponente. Pero era, además, un hombre extraordinariamente devoto y encendido de celo espiritual. Sus predicaciones atraían a millares, y producían cientos de conversiones, entre ellas, las de algunos reconocidos pecadores, quienes cambiaban radicalmente sus vidas. El avivamiento que él ayudó a encender se extendió rápidamente por todo el sur y el mediodía de Francia. Los líderes de la iglesia organizada se encontraban amilanados y hasta aterrados ante el poder de su predicación, y no se atrevían a hacer nada en su contra. Fue tan grande su impacto en esas regiones que gran parte de los templos y monasterios quedaron abandonados.

Finalmente, Bernardo de Clarvaux, el hombre más poderoso de Europa, fue llamado a detenerlo. Este era un hombre de carácter santo y místico, cuyos himnos en honor a Cristo se recuerdan hasta hoy. Sin embargo, en este asunto actuó con todo el celo de la cristiandad oficial, pues consideraba a Enrique el peor de los herejes, un demonio salido del mismo infierno. Y con respecto a los hermanos, quienes se negaban a reconocer su identidad con hombre alguno, inclusive con Enrique de Cluny o Pedro de Bruys, se quejaba: «Inquirid de ellos el nombre del autor de su secta y no la asignarán a nadie. ¿Qué herejía hay, que, entre los hombres no tiene su propio heresiarca?... ¿Pero, por qué apellido o por cuál título enrolan ellos a estos herejes? Porque su herejía no se ha derivado del hombre, ni tampoco de un hombre la han recibido». Su conclusión fue que, por consiguiente, habían recibido sus enseñanza ¡de los demonios!

Enrique se vio forzado a huir de Bernardo, y continuó con su infatigable labor, hasta que fue finalmente apresado y condenado a un destino desconocido, tal vez ser emparedado vivo, o la pena de muerte, en Tolouse. Los hermanos, no obstante, continuaron adelante con su valiente testimonio y pasaron a formar parte de aquellos grupos de hermanos perseguidos, conocidos por sus enemigos como cátaros y albigenses.

La cruzada contra los albigenses
El importante despertar espiritual de aquellos años entre los hermanos, tuvo su epicentro en la región conocida como el Mediodía de Francia, especialmente en el Languedoc. Allí multitudes de hombres y mujeres de toda clase y condición, incluyendo nobles y obispos del clero, se sumaron a las filas de los hermanos, y sus congregaciones crecieron en un número alarmante a los ojos de la jerarquía de la cristiandad. En 1167 se realizó una conferencia de maestros que congregó a hermanos de todas partes de Europa, inclusive de Constantinopla. Allí estaban los paulicianos, cátaros, albigenses, valdenses, bogomiles, reunidos simplemente como hermanos, sin aceptar ninguno de los apellidos que sus detractores les colocaban. Se dieron informes del avance de la obra en lugares tan distantes como Rumania, Bulgaria y Dalmacia. Y este hecho nos ayuda a visualizar la amplitud y alcance del despertar espiritual que ellos protagonizaron en aquellos años.

Finalmente, el Papa Inocencio III decidió acabar por completo con los ‘herejes’, tras fracasar en sus tentativas de convencer, mediante sus legados, a los albigenses, pues éstos se negaron a reconocer otra autoridad que la de las Escrituras, y a la cristiandad organizada como la «verdadera novia de Cristo». Intentó, entonces, convencer al conde de Provenza y a los demás gobernadores de las provincias del sur de Francia para que lo apoyaran en sus intentos de aniquilación de los «herejes». Sin embargo, frente al rechazo de sus pretensiones, convocó una cruzada de exterminio contra los albigenses y las provincias del Mediodía francés. En esa región, debido a la influencia de los hermanos, se había desarrollado la civilización más rica y próspera de Europa.

Cientos de miles se unieron a la cruzada convocada por el Papa, atraídos por las riquezas que quedarían a merced del pillaje y la devastación. Liderada por el terrible Simón de Monfort, la cruzada contra los albigenses devastó el sur de Francia hasta reducirlo a la más completa desolación. Uno tras otro, los pacíficos pueblos del sur fueron tomados y todos sus habitantes pasados a filo de espada. En La Minerva, Monfort encontró 140 hermanos, quienes se negaron a abjurar de su fe, por lo que fueron entregados a las llamas de una gran hoguera que él mismo preparó en el centro del pueblo. En Beziers, viendo rodeada la ciudad y comprendiendo que toda resistencia sería inútil, el conde Rogelio, junto con el obispo, salió a pedir clemencia para mujeres y niños y aún para aquellos que no eran ‘herejes’, pues no todos en ella eran albigenses. La respuesta de Simón de Monfort fue: «Matad a todos. Dios reconocerá a los suyos».

La sangrienta cruzada se extendió por cerca de veinte años, hasta devastar totalmente el país. En 1211 cayó Albi y en 1221, Tolouse y Aviñón. Sus habitantes corrieron la misma suerte de todos los demás, y fueron pasados a filo de espada. Cientos de miles de hermanos murieron, ya en la guerra o quemados en la hoguera. Sin embargo, los pocos que lograron sobrevivir, huyeron a diferentes países llevando consigo su fe y testimonio. No obstante, la cristiandad oficial no cejó en su esfuerzo por destruir ‘la herejía albigense’. En el Concilio de Tolouse, en 1229 se creó la Inquisición, con el fin de continuar la persecución en cada rincón de Europa. Y la Inquisición completó la obra inconclusa de la cruzada contra las provincias del Mediodía francés. De este modo, la civilización de Provenza se extinguió por completo.

A pesar de todo, la fe de los hermanos no murió. A dondequiera que fueron, volvieron a levantar el testimonio de Jesucristo. Por toda Europa, numerosos hermanos salían de la cristiandad organizada, y aquí y allá volvían a aparecer, para luego ocultarse, durante los terribles siglos en que la Inquisición ejerció su imperio. Hasta que por fin, con el advenimiento de la Reforma, salieron nuevamente a la luz, cuando se contaban por cientos de miles, dispuestos a escribir un nuevo capítulo de su heroica historia, ya sea uniéndose a la misma Reforma, o tomando parte de la reforma más radical, con el nombre de anabaptistas.

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domingo, 27 de enero de 2013

La Doctrina de los cátaros, ¿Gnosis o Espíritu?


A menudo se relaciona al catarismo con la gnosis

Frecuentemente vemos asociado o relacionado el término de catarismo con movimientos gnósticos o esotéricos.

Pero, realmente, habría que buscar en que punto se inicia esta relación. Si buscamos en los textos y tratados gnósticos o esotéricos anteriores al siglo XIX no encontraremos absolutamente ninguna mención sobre el catarismo en ellos.

Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIX, ya empieza a aparecer alguna que otra referencia. Concretamente sería Adolph Garrigou (1802/1897), un historiador del Sabartez, y más concretamente de Tarascón, quién, inspirado en los textos de otro historiador y pastor calvinista, Napoleón Peyrat (1809/1881), autor de la “Historia de los Albigenses” en 1874, iniciaría los estudios e investigaciones sobre el catarismo. Se podría afirmar, sin lugar a dudas, que estos dos historiadores fueron los padres del actual interés por el catarismo.

Paralelamente a estos hechos tendrían lugar otros acontecimientos que, en un principio, no tenían mucho en común, pero terminarían siendo esenciales en el contexto general y la trama de todo lo que sucedió posteriormente.

Frederic Mistral (1830/1914) escritor y poeta occitano, a quién en 1904 le concedieron el Premio Nóbel de Literatura, conocería a Josep Roumanille (1818/1891), con quién establecería una auténtica amistad y el cual le despertaría el interés por la poesía trovadoresca. De esta forma en el año 1852, un grupo de poetas se reunía en Arles y se proponían crear una especie de asociación que diese de nuevo vida a los “Juegos Florales de Toulouse”, a la que dieron por nombre, en ese momento “Congreso de escritores provenzales”. Aparte de Mistral y Roumanille, participarían 21 poetas y escritores de toda Occitania.

Al año siguiente, en 1853, se volverían a reunir de nuevo, esta vez en Aix-en-Provence, aunque de la asamblea no saldría ninguna decisión de actuación pública. En esta ocasión, entre los asistentes, se encontraba un joven colegial, entonces desconocido, que se llamaba Emile Zola.(1840/1902), cuya familia residía en Aix desde hacía algún tiempo.

Sería en el año siguiente, el 21 de mayo de 1854, reunidos en Fontsegunha siete de ellos, Mistral, Roumanille, Aubanell, Matièu, Gièra, Tavan y Brunet, cuando nacerían definitivamente los juegos florales y se crearía el “Felibre”.

Felibre, es una palabra que proviene del antiguo testamento y designaba a los doctores de la ley, y fue un nombre propuesto por Mistral, a lo cual sus compañeros le preguntaron “¿Qué ley?”, y él les respondió “Yo os la escribiré”.

El nexo definitivo se establecería en el 1877, cuando Peyrat entraría a formar parte de los “Felibres”. El libro de Peyrat influiría notablemente en el grupo y su pensamiento, pero sobretodo, los relatos del escritor sobre los episodios de Montsegur, narrados con ciertas dosis de romanticismo, serían los que más influencia tendrían en los acontecimientos posteriores.

Por otra parte, el discípulo y admirador de Peyrat, Garrigou, pronto tendría ya su propio discípulo y admirador, Antonin Gadal (1877/1962) hijo también de Tarascón y vecino de Garrigou.

Garrigou, intuyendo en Gadal un alma gemela, pronto lo instruiría en sus convicciones, y éste heredaría un intenso amor hacía la espiritualidad cátara, en la que creía firmemente y de la que se creía imbuido.

Otro personaje que entra en la historia se llama Prospero Estieu (1860/1939). Estieu que era profesor, periodista, escritor y poeta, había fundado la revista en Occitano “Lou Terradou” y pronto entraría en contacto con una de las múltiples escuelas de felibres que se habían ido creando, concretamente con la “Escola Moundino” de Toulouse. En el año 1896, junto a Teuliè, Rigal y Gradat formarían su propia escuela felibre, la ”Escolo de Mont-Segur”, y una revista con el nombre de “Mont-Segur”. Este grupo, a través de su revista, será el primero en desarrollar la teoría de Montsegur y el Grial, con Esclarmonda de Foix, como principal protagonista.

Pronto aparece en escena Josephin Peladan (1858/1918), escritor y ocultista, fundador de una de las múltiples logias de rosacruces que por esta época están apareciendo en toda Francia, concretamente la ”Orden Rusacruz Católica y Estética del Templo y del Grial”, fundada en el 1891. Peladan, admirador insondable de Wagner y de Leonardo da Vinci, pronto entrará en contacto con Estieu y empiezan a establecer la teoría de que Montsegur es el “Montsalvatge” de “Parsifal”.

Con todo el ambiente ocultista que estaba proliferando en Francia en estos finales de siglo no tardaría en aparecer, en París el año 1890, una “Iglesia Gnóstica”, dirigida por un archivero del Aude llamado Jules Dionel (1842/1903) que no dudó en autoproclamarse “Obispo Gnóstico de París y Montsegur”.

El motivo que esgrimió Dionel fue que durante una sesión de espiritismo había recibido un mensaje, el cual le decía: “Yo, Guilhabert de Castres, rodeado de los Mártires de Montsegur, te ordeno a ti, Jules Dionel, renovar la gnosis. Tu serás patriarca con el nombre de Valentiniano II”… “El Demiurgo será impotente contra mi nueva iglesia gnóstica”, añadía el comunicante del más allá, quien afirmaba no solo ser el obispo cátaro, sino además el “Andrógino Eterno; Jesús es la palabra de Dios, yo soy el Pensamiento de Dios”. Dionel afirmó haber sentido en ese momento como unas manos inmateriales le tocaban la cabeza invistiéndolo “en nombre de los Santos Eones”.

Dionel perteneció a la logia francmasónica “Gran Oriente de Francia”, creada en el 1773, tras la reestructuración de la primera Gran Logia francesa de 1728.

En torno a Dionel empiezan a aparecer por vez primera los nombres de Deodat Roché y el doctor Fugairon.

Debido al interés de Dionel y Peladan por Montsegur, los ambientes ocultistas, teófilos, espiritistas, rosacrucianos y gnósticos empiezan a interesarse por el catarismo.

De esta forma y con todos estos movimientos e intereses, se llega al 1906, cuando Peladan escribe “El secreto de los Trovadores”, en el cual pone de manifiesto todas sus teorías sobre Montsegur.

Curiosamente, Peladan y Zola, nunca se llevaron bien, llegando a insultarse públicamente por escrito en diversas ocasiones.

En el año 1909 el doctor Fugairon organiza la primera peregrinación moderna a Montsegur donde cuenta que Jules Dionel había organizado misas gnósticas en el castillo.

Una noble catalana, la Condesa de Pujol-Murat, miembro de la “Fraternidad de los Polares” y que, anteriormente había pertenecido a la “Sociedad Antroposófica” de Rudolf Steiner, reunió, en 1930, en su castillo un círculo de personajes del que formaban parte Deodat Roché, Antonin Gadal, el ingeniero Arnaud y un joven alemán que tenía por nombre Otto Rhan.

Deodat Roché (1877/1978) llegó a ser magistrado y en el año 1948 fundaría, junto a Lucienne Julien, la “Sociedad del Recuerdo y del Estudio del Catarismo”. A él y a su esfuerzo se debe la estela de piedra que hay a los pies del castillo, en el famoso “Camp dels Cremats”, en homenaje a los cátaros quemados en 1244, colocada en 1960. Además era un antroposófico convencido y admirador de Rudolf Steiner.

Por su lado, Antonin Gadal teósofo convencido, del cual ya hemos comentado con anterioridad su amor por el catarismo, inducido por su maestro Garrigou, fue quién facilitó a Otto Rhan sus archivos y conocimientos sobre el catarismo. Gadal, que había conseguido un empleo en la Junta de Turismo de Ussat Ornolac, había dedicado la mayor parte de su vida a recorrer las cuevas de la zona, buscando vestigios de la estancia de los cátaros y sus rituales en las mismas. Con los conocimientos que tenía sobre el catarismo y los contactos que había ido adquiriendo con los sectores gnósticos, no tardaría en establecer contacto con una de las logias de rosacruces, la “Lectorium Rosacrucianum”, los cuales se convertirían en sus seguidores hasta hoy día, pues han construido un centro de retiro en Ussat y han creado un “Museo Gadal” frente al cual levantaron una estatua del mismo.

Pero antes de la guerra, Gadal y Roché coincidieron en unas vacaciones en Montsegur con otros personajes interesados en el tema, René Nelli, Lanza del Vasto, Nita de Pierefeu, Henri Feraud y Maurice Magre, con los cuales fundarían en 1937 la “Sociedad de Amigos de Montsegur y del Grial de Sabartez”, nombrando presidente de la misma a Maurice Magre (1877/1941), poeta, escritor y dramaturgo que en una de sus obras también había relacionado a los cátaros con los rosacruces. Según este autor, Christan Rosenkreutz, era un cátaro refugiado en Alemania. En esta época, René Nelli (1906/1982) ya empezaba a despuntar como historiador y medievalista. La Sociedad sería disuelta por el gobierno de Vichy en el año 1942.

En el 1948, algunos de los miembros de este grupo, fundarían los “Cahiers D’Etudes Cathares” y empezaron a celebrar reuniones anuales en Ussat-Les-Bains. Entre los asistentes a estas reuniones nos encontramos a Ferdinand Niel, un ingeniero que realizó estudios y análisis en torno al castillo de Montsegur estableciendo que se trataba de una construcción orientada como “templo solar”, recopilando sus teorías en su libro “Albigeois et Cathares”.

Por su parte Nita o Fanita de Pierefeu, una de las pocas mujeres del grupo, terminaría comprando una casa en el pueblo de Montsegur y albergando, en la misma, numerosas reuniones de personas interesadas en el catarismo y el gnosticismo, hasta su fallecimiento en 1980. Su casa sería conocida como “la maison de la comtesse” o “l’Hestia” y en ella se conocieron muchos de los estudiosos del catarismo que después formarían grupos y equipos de investigación y estudio.

Otro de los personajes que influyó notablemente en la difusión del catarismo fue el historiador, poeta y medievalista René Nelli, con numerosos libros y obras en su haber, fundó el “Centre d’Etudes Cathares”, que actualmente lleva su nombre y que, durante mucho tiempo, estuvo dirigido por otra gran erudita del catarismo, Anne Brenon.

A partir de estos datos se puede establecer la verdadera relación entre gnosis y catarismo y cual es su origen.

Lo que si está claro es que, en relación al catarismo, hay tres líneas muy distintas de difusión, por un lado la que podríamos llamar “legendaria”, encabezada por la reedición de los libros de Otto Rhan en el año 1971, a cargo de Jean-Michel Angebert, bajo el sugerente título de “Hitler et la tradition cathare” y la edición y aparición de los libros de Gerard de Sede y su saga de autores posteriores que culminaría con el “Código da Vinci” de Dan Brown.

Le sigue la “ocultista”, encabezada por las obras de Deodat Roché y Antonin Gadal, seguida por los textos rosacrucianos iniciados por Peladan y continuados por diversas logias, como la AMORC, la Rosacruz Católica o la Lectorium Rosacrucianum.

Finalmente la “histórica”, iniciada por René Nelli y continuada por Jean Duvernoy, el catalán Jordi Ventura o la propia Anne Brenon, entre otros.

- [Fuente Original]




jueves, 24 de enero de 2013

SI VIS PACEM, PARA BELLUM





“Si vis pacem, para bellum”, decían en la antigua Roma, y la historia nos demuestra que generación tras generación hemos seguido este refrán sin excepción y, a pesar de haber vestido nuestros conflictos de otro ropaje,  continuamos buscando la paz, haciendo siempre la guerra.

Mirando con objetividad la sociedad medieval y sus carencias y comparándola con la actual ¿cuánto hemos avanzado? ¿Cuánto hemos crecido verdaderamente? Y si es posible aplicar en la sociedad actual el mismo “modus operandi” que hace siglos y además obtener resultados iguales o parecidos ¿será tal vez porque en esencia, lo que conocemos como sociedad y su núcleo, el individuo, no ha cambiado verdaderamente?

Veamos: seguimos teniendo hambre, pobreza y guerras en nombre de ideales similares como Justicia, Libertad o en nombre de la religión; Felipe IV de Francia existe aún, aunque de otro cuerpo, cara y nombre, igual sigue viva la esencia de Papa Clemente V y Jaques de Molay somos muchos. Como modelos, ideales y símbolos, estas tres figuras siguen presentes y es por eso que, queramos o no, seguimos divididos en fuertes y débiles y estamos en guerra.

Diríase que, a lo largo de los siglos hemos conseguido la paz en varias ocasiones, pero preguntémonos ¿por qué cuesta menos empezar la guerra, que mantener la paz? ¿Por qué es tan complejo salvar una vida y tan fácil aplastarla? ¿Por qué al individuo le resulta tan fácil destruir su entorno, mientras que para llegar a  ser constructor, le cuesta años de aprendizaje?

Pienso que la paz que se consigue como resultado de la violencia, de las agresiones de cualquier tipo, y de la matanza en nombre de cualquier ideal por más alto y embellecedor que sea, jamás será una paz verdadera y por ende duradera, puesto que lo que es victoria y paz de una parte, será pérdida y guerra para la otra. Y esto nos lo demuestra tan a menudo la historia, ya que no ha habido ni habrá vencido que algún día no se vuelva vencedor, ni oprimido que no se rebele, convirtiéndose en opresor.

En otras palabras, la manera en la que conseguimos la paz es igual a la manera en la que provocamos la guerra, y mientras no tomemos plena conciencia de esta manera de actuar, mientras sigamos comparándonos los unos con los otros, igual los países y las religiones entre ellas, mientras dividiremos el mundo en buenos y malos, siempre que en algún sitio se conseguirá la paz, en otro se entrará en guerra. Es este, a mí entender, el mundo de las ilusiones y el camino que siguen los ciegos.

Pensemos en que, de una manera simplificada, la finalidad que persigue toda religión, en su origen, es hacer el Bien, y es eso a lo que uno tiene que ceñirse, pero tal vez lo que debe evolucionar en el ser humano es su entendimiento del Bien y las herramientas que conoce y aplica para conseguirlo. Por ejemplo, un “modus operandi” sobre el que debemos reflexionar y que deberíamos intentar desaprender es el de la división: la comparación,  la creación humana, artificial de los contrarios,  puesto que todo esto representa la autentica semilla del conflicto.

El Templario actual no debe olvidar que su objetivo como tal es proteger a los débiles y hacer el Bien, pero no por ello tiene que verse necesariamente obligado a hacer la guerra. Es cierto que nuestro escudo dividido en blanco y negro es, entre otras, no solamente una invitación a preparar la guerra, sino una declaración de la misma, pero llevamos siglos actuando de esta manera, y los tiempos en que vivimos actualmente son prueba del fracaso de haber seguido una y otra vez el mismo refrán: “Si vis pacem, para bellum”.

Tal vez sea el momento que el Templario actual reflexione sobre un significado más profundo de nuestro escudo, y considere que la verdadera guerra que vale la pena llevar es aquella consigo mismo, para entender la semilla del conflicto que existe en nosotros desde hace tantas generaciones, tal como existe en cualquier individuo, de cambiar el modus operandi arcaico que nos ha sido trasmitido a lo largo de los siglos, puesto que nos lleva siempre al mismo punto y nos tiene atrapados en el circulo vicioso de los contrarios.

Guerra y Paz es la realidad en la que vivimos y la que hemos creado, indudablemente. Pero entendiendo en su totalidad el mecanismo de los dos, que de hecho son uno, o sea, conflicto; entendiendo que los opuestos en realidad no existen, mas bien nos han sido enseñados y trasmitidos de generación en generación sin que nosotros los hayamos cuestionado, podremos sacarnos del sin fin de la guerra, producir el cambio de conciencia que cumplirá con la visión de tantas filosofías, creencias y religiones, incluido el Cristianismo: la Armonía, lo único que abre las puertas al verdadero Amor y lo hace posible.(Iris, "Mobilis in mobile")

Iulia Mihai





miércoles, 23 de enero de 2013

Manual Rosacrucista (V) Israel Rojas Romero "Raghozini"

MENTE
 
En muchos idiomas mente y hombre tienen la misma raíz etimológica,tal en el sánscrito, que es uno de los idiomas más arcaicos, en el cual MAN quiere decir mente, al par que esta misma partícula la encontramos en el inglés Para hombre, como igualmente, con ligera diferencia ortográfica en el alemán; Platón llamó al hombre alma pensante, y si bien analizamos la entidad humana, la capacidad de pensar, la posibilidad de objetivar ideas, es lo que realmente lo diferencia de sus hermanos menores en la escala de la evolución.
 
Los animales también piensan, pero solamente en muy excepcionales ocasiones pueden enfocar y objetivar su pensamiento; realmente esta cualidad excepcional en la evolución, es hoy por hoy solamente atributo de la raza humana, pero dentro de ella la gradación de esa capacidad es prácticamente indefinida; muy pocos son los seres humanos que razonan, pues aun cuando lo suelen decir con bien acentuada suficiencia, lo cierto es que están siguiendo las razones de otros, entonces podemos decir lo que alguien dijo con no sobrada inteligencia: “Fe es creer lo que otros han dicho, para no tomarse el trabajo de pensar”.

Usar deliberadamente la mente, emplearla concientemente como instrumento de conocimiento, es trabajo que realizan muy pocos, siendo ellos la avanzada de la humanidad.

Multitud de personas se vinculan al movimiento Rosa-Cruz, no con el conciente y deliberado esfuerzo de adquirir conocimientos, sino en la esperanza de que sus problemas les sean resueltos sin esfuerzo personal, lo que en realidad es lamentable equivocación, porque “EN EL PROCESO DE LA EVOLUCION NADA SE NOS DA QUE NO HAYAMOS CONQUISTADO”, por lo tanto en aprender a esforzarse, está el secreto.

La mente es hoy por hoy, dado el estado actual de la evolución humana, el instrumento efectivo del proceso de todo conocimiento, pero para que ella cumpla dignamente su función es indispensable el esfuerzo, sin el cual nada se puede conseguir; podemos tener en nuestras manos un elevadísimo tratado de Esoterismo y haberlo leído muchas veces, pero si no nos hemos esforzado en analizar debidamente sus enseñanzas y en trascender la letra, para hallar el espíritu, puede ser que un buen día, lo abandonemos creyendo que ya no nos es indispensable, cuando en realidad de verdad dentro de esa forma literaria están ocultas gemas de la más profunda sabiduría, las que no han sido halladas, porque no hemos esgrimido la fuerza, la energía suficiente para buscar dentro de lo aparente, lo genuinamente real.

Algunos estudiantes de lo oculto suelen imaginarse que la mente lo es todo y que basta dirigirla con relativa facilidad para poder alcanzar los mas elevados estados de consciencia, ESTE ES UN GRAVISIMO ERROR; si nuestro cuerpo es el templo en el cual se oculta el espíritu y la mente es el inmediato instrumento de conocimiento, hemos de saber que esta facultad tal como la podemos entender objetivamente es simplemente el portero más extenso de ese maravilloso castillo de encantamientos en el cual se oculta, no solamente la “Lámpara de Aladino” sino también el Mago que usarla puede. Cuando tratamos de penetrar en ese castillo, encontramos efectivamente, que la mente es el servidor de la entrada, como salvaguardia de sus intimidades mientras no podamos trascender su estado o condición, no podemos llegar a la segunda zona y mucho menos arribar a la tercera, para poder franquear el límite de lo objetivo y empezar a penetrar en lo subjetivo del ser, donde se oculta la maravillosa lámpara y el ansiado tesoro.

La mente es demasiado objetiva y por tal razón hay que trascender este estado y llegar al segundo aspecto, tal es la imaginación creadora; a través de este espejo de la conciencia, el que medita se va aproximando al tercero, tal es el sentimiento expresado quizá imperfectamente en la palabra Amor, ya que ésta, dado el estado actual de la raza, se le considera solamente como la energía que produce la atracción entre los sexos, pero no como el poder unificante de la personalizada conciencia, con la conciencia del sistema o Logos Solar.

El sentimiento es indudablemente el camino a seguir para actualizar conciencia espiritual, pero es imprescindible que el estudiante no confunda el Sentimentalismo, enfermedad psicopatológica, con el sentimiento; este último tiene que ser el producto de una tranquila serenidad y nunca de un emocionalismo provocado por los paroxismos de actividad mental mal dirigidos.

Comúnmente vemos personas que poseyendo una emoción incontrolada se creen en actitud estática e imaginan haber llegado a una perfecta abstracción espiritual, cuando en realidad se han alejado completamente de ese estado ideal, al cultivar ese morbo patológico digno de ser revisado y eliminado de una vez por todas.

Hemos tratado estos aspectos dentro del marco dedicado al análisis de la mente, por la gran frecuencia con que hemos podido observar que una actitud emotiva mental se le confunda con el puro y divino sentimiento, producto de la
perfecta serenidad contemplativa.

La mente es un verdadero prodigio, porque nos permite un claro conocimiento del mundo objetivo, si la usamos con energía y precisión, pero en cambio es un grave obstáculo para el alcance de la interna conciencia, la cual no se puede obtener sino eliminando la mente, hasta alcanzar serenamente el divino sentimiento, que es el que da la posible realización de la oculta verdad de la vida.

Comúnmente se suele confundir la mente con la imaginación, como ésta con aquella; en realidad de verdad son bien distintas; la mente concreta conocimientos por comparación y razonamiento y la imaginación es el sentido que trascendiendo lo formal, llega al sentido estético donde radica la belleza de las cosas.

Es muy recomendable estudiar la obra “La Lámpara Maravillosa” por don Ramón del Valle Inclán, para que nos demos exacta cuenta de lo que es la imaginación y sentimiento, desprendidos de la dureza formal de la función mental.

La obra “Luz en el Sendero” por Mabel Collins es una preciosa joya en la cual el anverso y reverso de la misma medalla muestran los dos aspectos de mente e imaginación, por ejemplo dice: “Mata el deseo de vivir”, y luego más adelante aconseja “observar atentamente toda la vida que nos rodea”; absurda contradicción diría el razonador, pero allí vemos el anverso y reverso de la misma medalla; Mata el deseo de vivir, quiere decir que no hay que ligarse a lo transitorio de la existencia, porque ese ligamen es la red que nos ata y produce como reacción el temor, la más grave de las enfermedades que torturan a la sufriente humanidad: “Observa atentamente la vida que te rodea”, quiere decir que a través de ese mundo imaginado debemos rendir culto a la vida en sí, sin importar la forma en que ella se manifiesta, es así como de la mente objetiva llegamos a la imaginación y por ésta podemos conquistar el sentimiento estético que nos transporta a la unidad de todo cuanto es.

Ese es el aspecto formal de las dos naturalezas, mente e imaginación; estos aspectos deben ser comprendidos y diferenciados en la psiquis para que el trabajo oculto sea verdaderamente fructífero.

Los estudiantes de lo trascendental, debieran primero leer obras de psicología, para poder obtener un buen conocimiento del mecanismo funcional de la mente y así podrán establecer la diferencia que hay entre lo que se piensa, lo que se imagina y lo que se siente.

Las obras “En Armonía con el Infinito” por R.W. Trine, “En Horas de Meditación” por Alexander y la ya citada “Luz en el Sendero” son prodigiosas, porque nos muestran las fases imaginativa y sensitiva.

Todo ocultista que quiera marchar por el buen sendero, debe cultivar el corazón, para que éste equilibre las funciones del intelecto; el que solapadamente cultiva el intelecto se vuelve egoísta, y el que únicamente educa el corazón, se vuelve loco místico y solamente en el control armónico de sentimiento y razón, de razón y sentimiento está el equilibrio ideal.

NEMESIS

 
Némesis, Ley de Causalidad o Karma, tienen exactamente el mismo sentido y es esta en realidad la UNICA LEY, puesto que todas las demás son aparentes y proceden de aquella.

Es muy importante que el estudiante Rosa-Cruz adquiera un conocimiento completo de la actuación de la Ley de Causalidad, porque ella es el fundamento sólido sobre el cual ha de levantar el edificio del conocimiento, como la razón de ser de la única ética, de la única moral del hombre consciente.

Se han escrito volúmenes inmensos acerca de moral, pero ésta al ser fundamentada en cuestiones de orden convencional, nunca puede ser la encarnación de la perfecta acción, de la correcta obra, porque después del pecado viene el perdón, sistema calculado para mantener sometida la inteligencia del hombre y ser al mismo tiempo base de la alcahuetería del mal. No hay, no puede haber perdón que cambie la fuerza operativa de la Ley de la Casualidad.

Si comemos mayor cantidad de la que nuestro organismo requiere, obtendremos como natural consecuencia una indigestión, no habiendo perdón paternal que pueda cambiar los efectos, puesto que la causa ha sido puesta y ella se torna en la lógica consecuencia, que el caso concreto estudiamos, es la intoxicación por imperfecta asimilación, y así en cada caso el efecto sigue a la acción, como la sombra al cuerpo.

Jesús como adepto, enseño al mundo esta Ley al decir: “Con la vara que midiereis seréis medido, lo que hiciereis a otros eso os harán a vosotros”. Así dejó el Maestro Jesús establecido de una vez por todas el conocimiento de la única Ley, de la verdadera Ley, la invariable causalidad.

Aconsejamos a los estudiantes las siguientes obras referentes al tema: “El Karma” por la doctora Bessant; “El Velo del Destino” por Max Heindel y “Las Manifestaciones del Karma” por el Dr. Rodolfo Steiner.

Conocer la operación de esta Ley, su mecanismo y sutilezas es algo esencial para la vida recta. La Ley de Causalidad, Némesis o Karma, se cumple rigurosamente, tanto operando de inmediato en una sola vida humana, o bien postergando su acción para futuras encarnaciones, cumpliéndose así esta Ley absoluta como rigurosa; de lo contrario no sería Ley.

La actuación de esta Ley a través de las diferentes vidas por las cuales el Ego reencarnante tiene que atravesar para llegar a la plenitud de la evolución, es lo único que realmente demuestra que tras el proceso vital de la existencia humana, existe la Ley de Equidad, dando a cada uno exactamente lo que se merece en proporción matemática y justa de sus actos; el que nació cojo o paralítico, algún acto de violencia o de barbarie ejecutó en su vida anterior; el que arrastra una vida de pobreza es porque en la vida anterior produjo la miseria en otros por su exagerada avaricia; el enfermizo, el débil orgánicamente, seguramente abuzó de su energía creadora y engendró el poder causal que lo ha hecho renacer en tales condiciones de pobreza vital.

Pero no es que esta Ley Causal o Karma de los Indos obre solamente en sentido negativo; el que nace con condiciones excepcionales de inteligencia, es porque en su vida anterior se esforzó por cultivar esta cualidad; el genio musical lo es porque en su vida anterior se esforzó por cultivar el divino arte; el hombre vital lleno de salud, en su encarnación anterior no solamente no abusó de su energía creadora sino que únicamente la empleó dentro de la Ley natural para engendrar nuevos seres, haciendo que así se cumpla el proceso evolutivo de la raza y reservó el resto de su energía para crecer anímica y psíquicamente, cumpliendo así el mandato de Jehová: “Crecer y Multiplicaos”.

Todos los libros llamados sagrados como la Biblia, el Corán, los Upanishas, Sastras, los Vedas, el libro de Manú, el Tao y en fin, todas las obras tradicionales de las religiones, están apoyadas en la Ley y entre ellas, como la más saliente de todas, tenemos el “Dhamapada” obra que se ocupa especialmente de la eterna Ley, la única Ley, Némesis de los griegos, Karma de los Indos y Causalidad de los filósofos occidentales.

Dice el Dhamapada: “ la reacción sigue al acción, como la sombra al cuerpo o como la rueda el pié del caballo que conduce el carro”.

No se puede ser idealista o filósofo verdadero, si no se conoce real y positivamente la Ley de Causalidad. Hay algunos que en un arranque de rebeldía sostienen que ellos son su coraje y voluntad pueden burlar esta Ley o sobrepasarla, pero a los pocos momentos de hacer su vanidosa afirmación, vemos que alguna fuerza profunda del subconsciente reacciona y los vemos sometidos a esa eterna Ley, como el buey del pobre está rigurosamente sometido al yugo para abrir las entrañas de la tierra que han de multiplicar el fruto que el agricultor que en ella deposita.

El conocimiento de esta Ley engendra en algunos un lamentable pesimismo, lo que prueba sencillamente que no han entendido el proceso operativo de la Ley de Causalidad; el conocimiento de esta Ley bien definido en la mente produce como consecuencia natural un saludable, como sano optimismo; sabemos exactamente que hemos de transitar el sendero por las vías que le hemos trazado en el pasado y que estos es inevitable, pero también tenemos la fortuna de saber que en cada instante de nuestra vida estamos preparando nuestro futuro, buen, malo o indiferente, según nuestro modo de pensar y de obrar; entonces, llevando como antorcha de la acción el conocimiento de esta Ley, debemos estar atento para no ejecutar sino una única y exclusivamente aquello que es recto, aquello que es justo y exacto y así con esa conciencia y ese sano optimismo no hay nada mejor que hacer la vida fructífera en forma noble, apoyados en el conocimiento concreto la Ley de la Causalidad.

En este mundo maravilloso hay dos clases de seres, los que andan en tinieblas sin ton ni son y creen que engañando a otros lograrán sus grandes éxitos, cuando en realidad cada mal que creemos hacer a otros en realidad lo hacemos a nosotros mismos.
 
El otro grupo, el más limitado de todos se compone de aquellos que conocedores de la ley de Causalidad, obran llevándola a ella como faro luminoso de su camino y así no se ven forzados a encallar contra las aristas duras de la sólida roca que es invariable la eterna Ley de la Vida, la Ley de Causalidad.
 
Muchos, al penetrar en un círculo de estudios espiritualistas, se imaginan que ello bastará para revisar todo su pasado y que de inmediato toda su vida irá a deslizar por bellos y florecidos senderos; error del cual debemos muy bien guardarnos; el conocimiento, sí es rectamente comprendido y vigorosamente aplicado nos permitirá obrar, pensar y sentir, solamente lo recto y así crearemos verdaderamente un mejor destino, pero las deudas pendientes es necesario pagarlas y ello es tan absoluto que no hay que pensar en modificaciones graciosas, concepto equivocado que hemos tomado de la iglesia ortodoxa; si la Ley se plegara en unos casos y fuera severa en otros, no sería Ley, y la injusticia seguiría tan palpable que habría que negar la conciencia de un inteligente plan; pero no es así; el plan es perfecto y la Ley de Causalidad es invariable; ricos y pobres, morenos y blancos, rubios o castaños, con el apellido roca o con el tomado de una vanidosa corona, siempre el resultado es igual, causas y efectos, acción y reacción, sístole y diástole del corazón humano, bajamar y pleamar, ciclo invariable de los planetas en su eterna marcha, es lo que hay en toda la Naturaleza. Conocer bien, clara y definidamente la Ley de Causalidad, es estar apoyado en la Realidad Eterna.