Desde los Misterios de Osiris en
Egipto, los de Dionisio y Apolo en Grecia, los esenios y
los cabalistas, los gnósticos hasta los actuales Masones, en la historia
encontramos estos grupos a los que hoy llamamos sociedades secretas,
creadas para custodiar un conocimiento al que sólo pueden acceder sus
miembros y que permanece oculto para el resto de la población…
Los Rosacruces se hallan en el origen de
otras sociedades secretas como los Iluminados y la Sociedad secreta más
famosa, la Masonería. Pero para hablar de los rosacruces tenemos que
hablar sobre su lengendario fundador, Christian Rosenkreuz.
Ni siquiera tenemos certeza de la
existencia de Christian Rosenkreuz, pues todo lo que sabemos sobre él
procede de una única fuente la ”Fama Fraternitatis”, publicada en la
ciudad alemana de Kassel en el año 1614, por un autor anónimo, para
incrementar el misterio sobre esta historia. Según la “Fama
Fraternitatis”, considerado uno de los tres manifiestos rosacruces sobre
los que se asienta esta sociedad secreta, Christian Rosenkreutz habría
nacido en 1378 en Alemania en una familia perteneciente a la nobleza.
Habría estudiado en un convento y a continuación iniciaría un viaje
a Oriente, un viaje que le llevará a conocer Jerusalén, Damasco y
naciones como Egipto, Arabia o Libia. Allí entrará en contacto con los
cultos mistéricos de Oriente, estudiará la cábala judía, conocerá la
obra de Buda y profundizará en el conocimiento de las sectas musulmanas.
Según nos cuenta esta obra, Rosenkreuz también habría tenido acceso a
la antigua sabiduría de los sacerdotes egipcios. Finalmente habría
estudiado y traducido el ”Liber Mundi” o “Libro del Mundo”, un libro que
en su origen habría sido escrito por la mano de Dios y que contenía
toda la sabiduría del esoterismo árabe.
Este viaje y las personas que en él se
encontró no habría sido fruto del azar, sino de un destino ya marcado de
antemano y cuya función sería revitalizar a una Iglesia, la católica,
que había perdido su lado más espiritual, para centrarse en los ritos
externos, exotéricos. Esotérico significa lo oculto, lo íntimo, lo
secreto, mientras que exotérico es justo el sentido opuesto, lo que se
halla a la luz de todo el mundo, lo manifiesto, lo declarado. Después de
finalizar este viaje, Christian Rosenkreutz regresa a Alemania y se
retira durante cinco años, hasta que en 1407 funda la Orden Rosacruz con
otros tres discípulos a los que enseñará a sanar a los enfermos, tanto a
los afectados por enfermedades del cuerpo como a aquellos que están
afectados por enfermedades del alma. En una de las máximas que luego
serían difundidas por los rosacruces en el siglo XVII diría ”Las
relaciones humanas están basadas en el amor, la amistad y la
fraternidad, de manera que el mundo entero pueda vivir en paz y
armonía”. Era un mensaje que retomaba el mensaje de amor y hermandad del
Evangelio y de otros grupos como los cátaros.
Christian Rosenkreuz, un nombre que
probablemente es un símbolo, pues Rosen y Kreutz significa la Rosa y la
Cruz, de ahí el término Rosacruz. Después del largo viaje iniciático
por Oriente, Christian Rosenkreutz se debía ver a sí mismo como el
depositario de una sabiduría oculta, como el vidente en un mundo de
ciegos, y prefirió que sus conocimientos sólo estuvieran al alcance de
unos pocos, por lo que a lo largo de su vida la Orden Rosacruz no tuvo
más de ocho discípulos y desaparecería a su muerte en 1484, si, cuando
ya contaba con 106 años de edad. Al menos eso es lo que nos cuenta
la ”Confessio Fraternitatis Rosae Circos”, publicada como un anexo de
la ”Fama Fraternitatis” donde se afirma que su tumba fue descubierta
ciento veinte años después, en 1604 en el fondo de un gruta donde habría
pasado sus últimos años. Sobre la cripta donde se hallaba el sepulcro
se podía leer una inscripción en latín ”Post CXX annos patebo” que
significa, “Me abriré después de ciento veinte años”.
Su
cuerpo estaba incorrupto y junto a él se encontraba un pergamino
titulado ”Libro M”, que sería el ”Liber Mundi”, además de una serie de
manuscritos que contenían todo el saber acumulado por Rosenkreutz
durante su estancia en Oriente y lo dejaba en herencia a la humanidad,
además de las normas para crear una sociedad secreta que tendría
como objetivo la reforma del mundo y ayudar a la humanidad a encontrar
el camino que conduce a la sabiduría. Sea cierta o tan sólo leyenda todo
lo relacionado con la vida de Christian Rosenkreutz, pues muchos
consideran que no era más que el seudónimo bajo el que se habría
ocultado un personaje como Francis Bacon (1561-1626), filósofo y
canciller de Inglaterra, mientras que otros afirman que en realidad no
tuvo existencia real, sino que es un símbolo usado para transmitir su
mensaje, lo cierto es que en 1614 aparecía el primero de los tres
manifiestos Rosacruces, el ya citado ”Fama Fraternitatis” publicado en
la ciudad natal de Christian, Kassel. A esta le sucederían en 1615
la ”Confessio Fraternitatis” y un año después ”Las bodas alquímicas de
Christian Rosenkreutz”
Todas ellas eran anónimas, pero se sospecha que el autor de ”Fama Fraternitatis” y “Las bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz” habría sido el escritor, matemático y místico alemán Johann Valentin Andreae (1586-1654), al menos así lo afirma el escritor italiano Umberto Eco (1932), en su obra ”En búsqueda de la lengua perfecta”, donde podemos leer ”durante mucho tiempo (y aún hoy en día para muchos) fue sospechoso de ser, si no el divulgador, al menos el inspirador de los manifiestos rosacrucianos”. En cuanto a la ”Confessio Fraternitatis” se le atribuye por parte de algunos investigadores al ya citado Francis Bacon. En “Fama Fraternitatis” hallamos la referencia de Christian Rosenkreutz como fundador de la orden ”el Padre Divino y altamente iluminado, nuestro Hermano C.R.” A raíz de la publicación de estos manifiestos se despertará en Europa una auténtica fiebre sobre la Orden Rosacruz, publicándose en menos de diez años más de 400 obras relacionadas con ella y su pretendida posesión del conocimiento universal, desde las ciencias a las artes, de la filosofía a la magia, y cuyo objetivo era alcanzar la paz y el amor entre todos los hombres logrando la felicidad a través de la sabiduría.
A sus miembros se les atribuyen todo
tipo de poderes, como el conocimiento y posesión del elixir de la vida
que confiere la inmortalidad, la piedra filosofal que transmutaba
cualquier metal en oro, y la fórmula para hacerse invisibles entre otros
muchos conocimientos. El filósofo francés René Descartes
(1596-1650) viajo en 1619 junto a las tropas del duque de Baviera en los
inicios de la Guerra de los Treina Años, hasta Alemania y después a
Holanda, para tratar de encontrarse con los rosacruces, pero después de
cuatro años de viajes, en 1623 regresaba a Francia sin haber establecido
contacto con ninguno de sus miembros, lo que no le impidió dedicar uno
de sus libros, el “Polybii cosmopolitani Thesarus mathematicus” donde
podemos leer en su dedicatoria ”a los ilustrísimos hermanos rosacruces
de Alemania”, lo que parece estar en contradicción con su afirmación de
que no se había encontrado con ellos. Por otro lado, si realmente se
convirtió en un rosacruz el juramento le obligaría a mantenerlo en
secreto y a mentir si fuera necesario.
Pero ¿cual era la doctrina y la misión de
la Orden Rosacruz? ¿existía realmente?. En 1623 se puso por las calles
de París el siguiente manifiesto que parece demostrar su existencia pero
también su vocación de permanecer ocultos:
“Nosotros, diputados del Colegio principal de la Rosacruz, visitamos visible e invisiblemente esta Villa por la gracia del Muy Alto, hacia Quien se vuelve el corazón de los Justos. Mostramos y enseñamos a hablar sin libros ni marcas, a hablar a toda clase de lenguas de los países en los que deseamos permanente para liberar a los hombre, nuestros semejantes, del error de la muerte. Si alguien quiere vernos solamente por curiosidad, jamás comunicará con nosotros, pero si la voluntad le lleva a inscribirse realmente en el registro de nuestra Confraternidad, nosotros, que juzgamos los pensamientos, le haremos ver la verdad de nuestras promesas; no revelaremos el lugar donde nos alojamos en esta ciudad, porque los pensamientos, junto a la voluntad real del lector, serán capaces de hacernos conocer por él y de que él nos conozca a nosotros”.
“Nosotros, diputados del Colegio principal de la Rosacruz, visitamos visible e invisiblemente esta Villa por la gracia del Muy Alto, hacia Quien se vuelve el corazón de los Justos. Mostramos y enseñamos a hablar sin libros ni marcas, a hablar a toda clase de lenguas de los países en los que deseamos permanente para liberar a los hombre, nuestros semejantes, del error de la muerte. Si alguien quiere vernos solamente por curiosidad, jamás comunicará con nosotros, pero si la voluntad le lleva a inscribirse realmente en el registro de nuestra Confraternidad, nosotros, que juzgamos los pensamientos, le haremos ver la verdad de nuestras promesas; no revelaremos el lugar donde nos alojamos en esta ciudad, porque los pensamientos, junto a la voluntad real del lector, serán capaces de hacernos conocer por él y de que él nos conozca a nosotros”.
Ellos transmitían conocimientos ocultos a
la ciencia oficial, en particular la transformación de la materia, ya
que la realidad última de la
materia es el espíritu y la fuerza mágica puede transformar el
espíritu, transformando así la materia, como por ejemplo la
transmutación del carbón en diamantes. El bibliotecario del monarca
francés Luis XIII(1601-1643), Gustavo Naudé, escribe sobre los poderes
ocultos de los rosacruces ”Los hermanos rosacruces se comprometían a
ejercer gratuitamente la medicina, a encontrarse una vez por año y a
mantener en secreto sus reuniones. Pretendían que la doctrina de su
maestro era la más sublime que imaginarse pudiera; se consideraban
sabios y píos en el máximo grado y sabían reconocer por intuición a
quienes eran dignos de formar parte de su compañía. No estaban sujetos a
los estímulos del hambre ni de la sed, ni eran atacados por
enfermedades; regían a los espíritus y a los demonios más poderosos;
podían atraer hacia sí, por la única virtud de sus himnos, a las perlas
y las piedras preciosas; habían descubierto un nuevo idioma para
expresar la verdadera naturaleza de todas las cosas. Confesaban que el
papa era, para ellos, el Anticristo, y reconocían como jefe suyo y de
toda la cristiandad al emperador de los romanos, a quien le habrían
podido suministrar más oro y plata que todo el que pudiese obtener el
rey de España de las Indias, dado que sus tesoros jamás podrían
agotarse”.
Dos siglos después, el escritor
británico Hargrave Jennings (1817-1890), perteneciente a la
masonería, hablaba sobre el origen de la Orden Rosacruz y los
rosacruces con palabras mucho menos amables que las de Gustavo
Naudé ”Su existencia, aun cuando históricamente incierta, está rodeada
por tal prestigio que conquista la admiración de todos. Hablan de la
humanidad como infinitamente por debajo de ellos; tienen una inmensa
altivez, aun cuando su aspecto exterior sea modesto. Aman la pobreza y
la consideran una obligación, aun cuando puedan disponer de enormes
riquezas. Rechazan los afectos humanos, o bien se someten a ellos sólo
por la conveniencia que les impone su estancia en este mundo. Se
comportan amablemente con las mujeres, si bien son incapaces de
ternura. Son simples y respetuosos, pero la confianza en sí mismos
resplandece y no se mitiga sino ante el infinito de los cielos. Son la
gente más sincera del mundo, pero el granito resulta blando en
comparación con su impenetrabilidad”
Soberbios, insensibles, hipócritas, duros
de corazón , ese es el retrato de Jennings sobre los Rosacruces,
mientras que el de Naudé nos describe a hombres dotados de
conocimientos y poderes extraordinarios, orientados hacia el bien de la
humanidad. En lo que ambos coinciden es en el absoluto secretismo de la
Orden. Los rosacruces contraponían a la visión más materialista del
mundo que se estaba desarrollando en el siglo XVII, un siglo donde la
ciencia cada vez iba ganando un mayor poder sobre la religión, una
visión basada en la espiritualidad, donde detrás de la realidad material
se halla siempre el espíritu. La realidad sería, por lo tanto, nada más
que una manifestación de ese espíritu y la existencia del hombre debía
encaminarse a la transmutación de la materia de la que estamos hechos
en espíritu, en una constante evolución hacia lo divino como si se
tratara de una transmutación alquímica. Ellos distinguen en el
hombre tres cuerpos, el físico, el cuerpo astral y, por último, el más
perfecto de todos, el cuerpo espiritual y la evolución desde el cuerpo
físico al cuerpo espiritual era la transformación del hombre mortal al
hombre inmortal.
Para
lograr esa transformación, los rosacruces propone desarrollar el
sentimiento, el pensamiento y la acción, es decir, sentir, pensar y
querer. Según ellos no basta con sentir lo bueno, es necesario pensarlo y
también quererlo. Por eso es necesario que el hombre sea capaz de salir
de su cuerpo físico para adquirir una nueva conciencia de sí mismo, de
su propio yo, algo que parece heredado de la meditación budista. Los
tres principios secretos que Christian Rosenkreutz ordenó que se
mantuvieran ocultos hasta que la humanidad estuviera preparada eran
la unidad material del universo, la evolución de los organismos, y
la existencia de otros estados de la conciencia humana diferentes al
sueño y la vigilia. Consideran que cada persona es Cristo y que la
evolución nos acerca al Padre, a Dios, en un camino que conduce a la
inmortalidad. Por supuesto, este mensaje era considerado herético por la
Iglesia, tanto la católica como la protestante, por lo que los
Rosacruces debían permanecer ocultos.
Entre los preceptos básicos de la
Orden recogidos en los tratados fundamentales publicados, como hemos
visto, entre 1614 y 1616, encontramos los siguientes, extraídos de la
obra ”Misterios y doctrinas secretas” de Bruno Nardini:
* Nadie, cuando viaje, debe declarar otra profesión que no sea la de curar gratuitamente a los enfermos.
* Nadie debe sentirse obligado, por su
adhesión, a vestir ropas especiales, sino que tiene que adaptarse a los
hábitos del lugar en el que se hallare.
* Cada hermano, en el día C de cada año,
debe presentarse en el Templo del Espíritu Santo, o bien declarar por
escrito las causas de su ausencia.
* Cada hermano elegirá con cuidado a una persona hábil y apta para sucederle después de su muerte.
* Que las iniciales RC sirvan de señal, de contraseña y de firma de reconocimiento.
* Esta hermandad permanecerá en secreto al menos cien años.
Después
de la publicación de los manifiestos rosacruces, algunos intelectuales y
científicos difundieron sus enseñanzas, como es el caso del médico,
místico y astrólogo inglés Robert Fludd (1574-1637), inventor del
barómetro, que llevaría este mensaje de los rosacruces hasta la Royal
Society de Londres, y defendería su pensamiento y contaría la historia
de la Orden Rosacruz en su ”Tractatus Apolegeticus integritatem
Societatis de Rosea Cruce defendens”. Entre los intelectuales que se
harían rosacruces se hallaba el canciller de Inglaterra y
científico Francis Bacon, al que recordemos que se atribuía las ”Bodas
químicas de Christian Rosenkreutz”, el físico y químico Robert Boyle
(1627-1691), considerado el primer químico moderno o Elías Ashmole
(1617-1692), uno de los padres de la francmasonería, que habría bebido
de las fuentes de las enseñanzas rosacrucianas.
En nuestros días hay muchos que se
consideran descendientes de la Orden Rosacruz, pero si tenemos en cuenta
que ellos siempre buscaron el secreto para sus actividades y
enseñanzas, si hoy en día sigue entre nosotros la Orden Rosacruz se
habrá retirado de la vista de todo el mundo, para seguir custodiando
esos secretos para los que, según Christian Rosenkreutz, la humanidad
todavía no está preparada. Pero antes de terminar este artículo quiero
recoger un caso que fue hallado en la facultad de derecho de
la Universidad de Leipzig y que remite a una sentencia dictada en agosto
de 1715. En las actas se describe el caso en el que un desconocido
llegó por la noche al castillo de Tankerstein, en Alemania, y solicitó
que la señora del castillo, la condesa de Erbech le diera asilo y
refugio pues le perseguían. La condesa, viendo el aspecto noble del
desconocido, accedió a darle cobijo y en señal de gratitud el
desconocido convirtió en oro la vajilla de plata. Al día siguiente
abandonó el castillo pero cuando el marido de la condesa, que vivía
separado de ella, tuvo conocimiento de esta circunstancia, quiso dividir
el oro a partes iguales a lo que la condesa se negó y por ello terminó
el caso en el juicio.
¿Era este hombre uno de los rosacruces? ¿Uno de esos hombres con capacidad para transmutar la materia? Como todo lo que rodea a la Orden Rosacruz, desde la existencia de Christian Rosenkreutz, hasta la propia existencia real de la Orden, esta oculto por un velo de misterio. ¿Hay algo de cierto en todo esto? Creo que el escepticismo es un buen remedio para evitar engaños y la credulidad el camino más fácil para perderse, aunque importantes hombres de ciencia pertenecieron en el pasado a esta Orden. En todo caso, sí me quedo con la máxima rosacruz que vimos al inicio de este artículo ”Las relaciones humanas están basadas en el amor, la amistad y la fraternidad, de manera que el mundo entero pueda vivir en paz y armonía” Rosacruces o no, creo que todos nosotros estaremos de acuerdo con estas palabras.
http://chrismielost.blogspot.com.ar/2011/08/sociedades-secretas-los-rosacruces-y-la.html
Para saber más: http://tradicionesotericadeoccidente.blogspot.com.es/
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