La historia de la Royal Society está íntimamente entrelazada con la historia de la ciencia en Inglaterra y Escocia desde 1660. Y por los mismos caminos con la de la Masonería de esos reinos del siglo XVII en su interés de apoyar las ciencias experimentales. Sus orígenes parecen estar en una institución conocida como Invisible College integrada por unos filósofos Masones que se empezaron a reunir hacia mediados de los 1640s para discutir las ideas de Francis Bacon.
Pero su fecha oficial de fundación corresponde al 28 de
noviembre de 1660, cuando 12 hombres todos ellos miembros de la
Masonería, se reunieron en el Gresham College, después de una conferencia de Christopher Wren, profesor de astronomía en esa institución educativa, con el fin de fundar un Colegio para promover la enseñanza experimental de la física y la matemática.
Este grupo incluyó al mismo Wren, Roberto Boyle, Juan Wilkins, Sir Robert Moray, y William, Vizconde de Brouncker. La Sociedad acordó reunirse semanalmente para presentar los avances de los experimentos
adelantados y discutir asuntos científicos. El primer Curador de
Experimentos fue Robert Hooke y Moray fue el encargado de presentar al
Rey Carlos II esta empresa
y obtener su aprobación y patronazgo. Este monarca de acuerdo a la
tradición de los Estuardo durante el siglo XVII se había hecho iniciar
en la Masonería.
El nombre de la Royal Society apareció por primera vez en una publicación de 1661, pero fue en una Carta Real de 1663 en que aparece nominada como The Royal Society for Improving Natural Knowledge (Real Sociedad para la Promoción del Conocimiento
Natural), y su primera sede estuvo localizada en el mencionado
Gresham College, en Londres, en donde inició rápidamente una biblioteca y un depósito o museo de especimenes de interés científico.
La Royal Society es desde un principio una asociación dirigida a agrupar intelectuales y hombres de ciencia sin importar su pensamiento religioso, político, filosófico o su raza y su carácter
liberal queda definido por las palabras de Thomas Sprat, uno
de sus fundadores y su primer historiador, en su obra The History
of the Royal Society of London, aparecida en 1667, en favor de una unión
entre manuales e intelectuales, en la cual sostenía:
... Tenemos así una visión excepcional de la nación
inglesa, al saber que hombres de pensamientos y de modos de vida
antagónicos olvidan sus odios y se reúnen para el progreso de la
ciencia. Pues, el soldado, el comerciante, el marchante, el erudito, el
gentilhombre, el cortesano, el presbiteriano, el papista, el
librepensador y los adeptos de la religión oficial han abandonado su hacer específico y trabajan con serenidad en práctica y en espíritu...
Después del gran incendio de Londres de 1666, la Sociedad se mudó
durante algunos años a Arundel House, hogar en Londres de los
Duques de Norfolk. Y no fue, sino hasta 1710, bajo la
Presidencia de Sir Isaac Newton, que la Sociedad adquirió sede propia, en Crone Court. A partir de 1662 comenzó a publicar libros, en forma tan exitosa que la Philosophical Transaction (Memorias Filosóficas) que edita es actualmente la publicación científica de mayor antigüedad continua del mundo.
Al igual que en la Masonería, desde un principio, los miembros de la
Sociedad escogen por cooptación a sus nuevos compañeros, pero al
comienzo los criterios para esta elección no estaban muy definidos y la
mayoría de ellos no eran científicos profesionales.
En 1731 una nueva reglamentación estableció que cada
candidato debía ser propuesto por escrito y apadrinado por dos
miembros activos que lo apoyaran. Estos documentos todavía sobreviven y permiten dar una ojeada a las razones por las que se hacía la elección y los criterios de selección.
En 1780, bajo la Presidencia de Sir Joseph Banks (1778-1820), quien la ejerció hasta su muerte,
la Sociedad varió su orientación hacia una combinación que favorecía
tanto los trabajos profesionales científicos como los de los
aficionados. Esta visión decreció en popularidad durante la
primera mitad del siglo XIX, hasta que finalmente en 1847 se decidió que
en adelante los nuevos miembros serían elegidos con base en sus
trabajos científicos.
Este viraje hacia lo profesional contribuyó significativamente
para que la Sociedad, poco a poco, se convirtiera enteramente en una
academia de científicos. El gobierno reconoció esto en 1850 otorgando una donación a la Sociedad de 1.000 Libras Esterlinas para asistirlos en sus investigaciones
y comprar equipos. De ahí en adelante comenzó una relación muy cercana
con el gobierno que no implicó, en ningún momento, que la Sociedad
disminuyera su autonomía esencial.
En 1857 la Sociedad se mudó una vez más a Burlington House en Piccadilly, y durante la siguiente centuria su personal
creció rápidamente obligándola a cambiarse de lugar. Por lo tanto, en
1967 se trasladó a su actual sede en Carlton House Terrace, también en
Londres, con un personal que ahora ha crecido a 120 miembros, todos
trabajando por el futuro de la Royal Society en su rol de academia
científica independiente. Su actual Presidente desde el año 2000 es Lord
(Robert) May of Oxford.
Volviendo a los siglos XVII y XVIII, tenemos que el Dr.
John Campbell (1708-1775), en su artículo sobre el anticuario y
miembro de la Royal Society Elías Ashmole, que apareció en 1747 en la
Biographica Britannica, sostiene que numerosos manuscritos reunidos por
este, con la intención de escribir una historia de la Masonería entre
los siglos XIV y XVII, desaparecieron el 26 de enero de 1679 cuando un
incendio destruyó el Middle Temple de la Royal Society donde tenía su
gabinete:
En lo que concierne a la historia antigua de los Francmasones,
respecto de la cual estamos deseosos de saber lo que se conoce
con certeza, puedo deciros solamente que, si nuestro digno
hermano E. Ashmole hubiese llevado a bien su proyecto, nuestra fraternidad se habría hallado con respecto a él tan deudora como los miembros de la muy noble Orden de la Jarretera..
En 1714, paralelo con la llegada de los Hannover al trono británico a
unos siete señores que no eran Masones, reunidos con otros que sí lo
eran, pero al parecer todos socios de la Royal Society, se les ocurrió
un día en Londres, en la taberna Goose and Gridiron Ale House, en St
Paul´s Churchyard, constituirse por sí y ante sí como Logia Masónica con
el nombre de la taberna en donde se reunían.
Es difícil precisar cuál era la intención inicial de la iniciativa. ¿Habían descubierto algo atractivo en el método de enseñanza que se daba en el interior de las Logias a partir de las herramientas de la albañilería?
No. ¿Les parecía que los debates deberían tener dos niveles,
dependiendo del nivel intelectual de los socios? No. ¿Era una simple
travesura intelectual, surgida al calor de unas buenas copas? Tampoco. ¿Entonces?
El punto esencial a tener en cuenta, es que unos Masones
impulsaron y crearon en 1660 la Royal Society, y que a su vez,
cuando ocupaba la Presidencia de esta Sociedad Sir Isaac Newton
(1703-1727), algunos de sus miembros Masones y no Masones se
inventaron la Gran Logia de Londres, en el marco de la disputa
surgida por la llegada al trono de Inglaterra, en 1714, de Jorge I,
perteneciente a la dinastía extranjera alemana de los Hannover,
la cual debió enfrentar desde el principio la oposición
aguerrida de escoceses, no pocos ingleses e irlandeses, los
Masones y los católicos, que querían ver gobernando a Jacobo, último
vástago de la dinastía Estuardo, conocido como el Viejo Pretendiente.
El hecho político real consistía en que en palabras del
ilustrado Masón socorrano Gabriel Dávila Mejía: El problema que
enfrentaron los Hannover con la Masonería es que el gremio se desarrolló
como una organización
Jacobita (relativa a Jacobo Estuardo), entonces observaron
las tradiciones Masónicas como una amenaza para la estabilidad de su
linaje..
Por efecto dominó, en esta disputa se encontraban en
peligro los miembros de la Royal Society en virtud de la doble
militancia que poseía la mayoría.
Es en este contexto, en que la decisión política
de los Masones ingleses y los miembros de la Royal Society consistió
en crear distancia con respecto a sus Hermanos que apoyaban
la Casa Estuardo -circunstancia, que frecuentemente se pagaba con la
vida- fundando una Gran Logia en Londres el 24 de junio de 1717
partidaria del Rey Hannover, enfrentada a la Masonería tradicional que
ya contaba con ramas en Francia,
Holanda, Irlanda, Escocia y las colonias británicas de
Norteamérica, y por reflejo colocar a buen recaudo a la Royal Society de
la animadversión real.
Los historiadores se refieren a estas dos líneas evolutivas
de la Orden como Masonería Hannoveriana y Masonería Jacobita. La
primera se tornaría en la Masonería en Gran Bretaña, al tiempo
que se eliminaría a la segunda. A su vez, la Jacobita, ya sin este
mote a lo largo de los setecientos se extendería primeramente a
Francia, Holanda y España, y desde allí, contagiado su ideario con el liberalismo francés, se difundiría por todo el mundo hasta llegar a Latinoamérica a principios
del siglo XIX a lomo de caballo de los movimientos
independentistas. Pero esta conversión de jacobitas en jacobinos, es
otra historia.
De todos modos, hay que reconocer que la decisión novedosa
de Londres posibilitó el nacimiento de una Masonería que en
esa ciudad reuniera a antiguos enemigos políticos y académicos
con el fin de estudiar y cultivar las ciencias experimentales y la filosofía, bajo la premisa de prohibir en su seno las discusiones sobre asuntos de Estado y teología.
Por otra parte, y dicho sea a manera de ilustración,
desde 1371, catorce Estuardo dirigieron Escocia consecutivamente, y
los últimos seis también reinaron simultáneamente en Inglaterra, hasta
cuando la corona pasó a la Casa Hannover. El hecho de que los Estuardo
fueran protectores de la Masonería en Escocia y que se hubieran iniciado
en ella sus últimos reyes, desde que Jacobo I lo hizo en 1601, generó
que la Orden fuera incondicional con ese linaje cuando perdió el reino
en 1714.
Por esta vía, desde 1714 en el lenguaje
Masónico, los términos Escocés y Antiguo resaltan el pasado escocés
de la Masonería en contraste con el relato oficial inglés
que sostiene que la Masonería moderna nace en Londres en 1717 de la
conjunción de cuatro Logias. Versión que ha contado con mucha difusión
ya que como recuerda Robert Lomas en su libro El Colegio Invisible, El papel de la Masonería en el Nacimiento de la Ciencia Moderna (Impresiones Gráficas de Arte Mexicano, S. A. de C. V., México D. F. 2003): la historia la escriben los vencedores.
Y este no es un detalle de poca monta, puesto que la
procedencia espúrea es la base del señalamiento de la irregularidad
de origen, que se le anota a la Gran Logia de Londres. Una de las dos
Obediencias que en 1813 fundaron la Gran Logia Unida de Inglaterra
(United Grand Lodge of England UGLE), que hoy pretenden dispersar
regularidad por la vía de su reconocimiento unilateral a otras
grandes Logias del mundo.
Esta anécdota, que en otro contexto podría ser un mal chiste, fue en
realidad el evento que dio el puntapié inicial a la Masonería Moderna, y
del cual se quiere hacer emanar la Regularidad.
Los innovadores iniciales convocaron a otros cinco grupos
de legos en Masonería que se definían a sí mismos como hombres
libres y de buenas costumbres, para estudiar la posibilidad de crear una
asociación que combinara la estructura organizacional y el lenguaje
arquitectónico de las Grandes Logias Masónicas que ya existían en
Escocia, Irlanda, y en la misma Inglaterra, en la ciudad de
York, con la característica adicional de ser un punto de encuentro
neutral de personas de diferentes ideologías, a semejanza de lo que
entonces practicaba la Royal Society en esa ciudad.
Dos grupos no estuvieron de acuerdo y se apartaron desde el
principio de la iniciativa, y los otros cuatro se declararon a sí
mismos como Logias Masónicas y fundaron la Gran Logia de
Londres en 1717. Esas cuatro Logias fundadoras salidas de la nada se
denominaron: La Oca y la Parrilla, La Corona, El Manzano, y El Cubilete y
las Uvas, tomando como nombre el de las tabernas en donde se reunían a
comer y beber.
En principio la Gran Logia de Londres no tenía un objetivo trascendental. Sus fundadores no aspiraban más allá que elegir un Gran Maestro que sirviera de líder
y reunirse dos veces al año en los días de los solsticios de verano y
de invierno. Pero lo primero era alejarse de los Jacobitas.
Los primeros Grandes Maestros de la Gran Logia de Londres fueron:
a) Anthony Sayer, elegido en 1717, por un año, en el cual logró jurisdiccionar dos Logias nuevas.
b) George Payne, elegido por un año en 1718 y 1720, era
un anticuario que reunió una importante colección de documentos
antiguos de las Logias Operativas, y profirió con base en ellos
39 Ordenanzas Generales. En 1721 encomendó a James Anderson,
Pastor presbiteriano y miembro de la Royal Society que a la sazón
oficiaba de guía religiosa de uno de los grupos fundadores, la
revisión de estas Ordenanzas con el fin de dotar a la Gran Logia
de un cuerpo normativo que regulara sus trabajos. Cometido que se
cumplió en tres meses y su resultado sometido a una Comisión
de estudio, para que fuera finalmente aprobado y publicado en
1723 bajo el título de La Constitución de los Francmasones durante la Gran Maestría de Felipe, Duque de Wharton.
c) Theofilo Desaguliers, elegido en 1719, participó
activamente en el estudió de las 39 Ordenanzas Generales. Era
yerno de James Anderson, miembro de la Royal Society, científico
destacado y Pastor anglicano.
d) Juan, Duque de Montagú, elegido en 1721 y reelegido en 1722, de
su labor se destaca la intención de convertir a la nueva Gran Logia en
un cuerpo regulador, atrayendo de paso a Logias ubicadas fuera de
Londres.
e) Felipe Wharton, elegido en 1722. Al momento de su ascenso a la
Gran Maestría contaba con 23 años de edad, gozaba de un pésimo
prestigio social, y la monarquía
británica protestante le acababa de otorgar el título de Duque por su
exitosa campaña de exterminio de católicos en Irlanda. Le correspondió
en suerte la aprobación definitiva y la publicación de La Constitución
de los Francmasones, conocida desde entonces como Las Constituciones de
Anderson.
Felipe de Wharton murió en la indigencia en el Convento de
Bernardine, en Cataluña, España, el 31 de mayo de 1731, luego
de haber ayudado a difundir la Masonería Hannoveriana en Francia y
España, país en donde también fue su primer Gran Maestro. Aún reposan
sus restos allí, aunque hoy del lado exterior de los muros del Convento
por cuanto el general Francisco Franco en su obsesión antimasónica los
hizo desenterrar de la tierra santa.
De esta historia resultó que los artículos 1° y 2° de las célebres
Constituciones de Anderson, de 1723, que definen a la Masonería Moderna,
son una copia idéntica a sus pares de la Constitución de la Royal
Society. Posteriormente estas Constituciones de Anderson fueron
reformadas en 1738. Veamos:
El 17 de enero de 1723 en la capital
del Reino de la Gran Bretaña, la Gran Logia de Londres aprobó un
Reglamento interno, conocido como Las Constituciones de Anderson, por el
cual guiar sus trabajos, ordenar las relaciones entre los Masones, y
proponer una historia de la Masonería, a la que remontaba literalmente
hasta Adán y Eva en el Paraíso Terrenal.
Las Constituciones de Anderson contaban con 92 páginas que fueron publicadas por la imprenta de William Hunter, por encargo de John Senex y John Hooke; estaban divididas en cuatro partes, así:
a) Primera Parte: Contiene una serie de preceptos o Deberes de
un Francmasón y cuenta una historia del arte de la Masonería
desde la Creación, basada en el relato bíblico y en la
cronología del Obispo irlandés James Usher, quien concluyó en 1650, en
su libro Anales del Mundo que de acuerdo con el inicio del año judío, la
creación del mundo ocurrió a las tres de la tarde del lunes 23 de
octubre del año 4000 antes de Cristo.
En 1701 se insertó esta cronología en la versión autorizada inglesa
de la Biblia. No queriendo contrariar sus deberes de pastores anglicanos
y presbiterianos ni la versión bíblica oficial inglesa, los
ministros religiosos que redactaron las Constituciones de Anderson
fueron fieles a ella y elaboraron en consecuencia una
historia del arte de la construcción acorde.
De aquí nace la costumbre de fechar los textos Masónicos añadiendo
4.000 al número de años del calendario gregoriano; y aún hoy, muchos
textos de la Orden se están fechando con base en la cronología de
Usher. Por ejemplo, el año 2006 de la era común correspondería
al 6006 Masónico, o Año de la Verdadera Luz como suele denominarse.
En esta primera parte, Anderson redactó una historia del
arte de la construcción que empieza con la identificación de Adán
como el primer Masón que existió, sigue con Caín, y continúa su
genealogía, pasando por Noé y Abraham, Asiria, los israelitas invadiendo
Canaán, las Pirámides de Egipto, Moisés, Salomón, su Templo, Hiram, Grecia, Pitágoras, los romanos, los bárbaros y por último su natal Britania.
b) Segunda Parte: contiene los llamados Old Charges (Antiguos Deberes) o Leyes
Fundamentales. El nombre original completo de este acápite es
el de Las Antiguas Leyes Fundamentales o Reglas para los
Francmasones, Sacadas de los Antiguos Documentos de las Logias de
Ultramar, de Inglaterra, de Escocia y de Irlanda, para uso de las
Logias de Londres, las que Deben Leerse Siempre en la Ceremonia de
Recepción de un Nuevo Hermano y siempre que el Maestro lo Crea Oportuno.
c) Tercera Parte: Reúne las 39 Antiguas Ordenanzas Generales, compiladas por George Payne.
d) Cuarta Parte: Contiene las aprobaciones respectivas y cuatro cantos Masónicos.
Esta codificación, se tiene universalmente como el punto de partida formal del Derecho Masónico moderno.
Un punto importante a destacar, lo constituyen las
discusiones que se han presentado con frecuencia acerca de los
alcances que se le deben dar a las expresiones estúpido ateo y
libertino irreligioso contenida en la redacción del artículo primero de las Constituciones de 1723, y en sus modificaciones de 1738 y 1813.
Una posición al respecto niega el acceso a la Orden a los
ateos y a quienes no son fieles practicantes de una religión, y
otra sostiene que los que no deben ingresar a la Masonería son los
estúpidos y los libertinos, independientemente de si son creyentes,
ateos, agnósticos, religiosos o irreligiosos. Y aquí sí caben todos,
siempre que sean buenos y leales, es decir, hombres de honor y de
probidad, cualquiera que sea la diferencia de sus nombres o de sus
convicciones.
Desde el principio se vio cómo la principal causa de inquietud la
ofrecía la redacción de este artículo primero de las Constituciones de
Anderson, lo cual condujo a Londres en el año 1738 a reformarlo
buscando un texto más apropiado a lo que se entendía como obligaciones de los Masones.
Un punto neural en el desarrollo
de la legislación de la Masonería especulativa lo constituye el hecho
histórico de 1738, la Masonería de Londres se había extendido por
Escocia e Irlanda y atravesado el Canal de la Mancha hacia Europa
continental, encontrándose implantada en varias naciones y organizada a
partir de la normativa inicial. Por lo tanto la reforma de 1738 solo
tuvo aplicación en Inglaterra y en las Obediencias que de ahí
en adelante se le derivaron o la adoptaron.
Al fin y al cabo, la nueva norma de conducta se redactó bajo el título de Deberes de un Francmasón: Extractado de los Antiguos Registros de las Logias de Ultramar y Aquellas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, para el Uso de las Logias de Londres.
Posteriormente, en 1813, en el marco de la fusión
de las dos Grandes Logias inglesas que dio origen a la Unida de
Inglaterra, se revisó de nuevo el pasaje de la modificación de 1738 y se
redactó uno nuevo. El resto de las Constituciones de Anderson
pasaron impunemente los exámenes ingleses de 1738 y 1813.
Cabe aclarar que constituye un error darles carácter universal e
inmutable a las disposiciones enunciadas o, lo que es peor,
otorgarles una antigüedad de tiempos remotos que están lejos de
poseer.
Transcribimos los preceptos contenidos en la primera parte de las Constituciones de Anderson:
I. LO QUE SE REFIERE A DIOS Y A LA RELIGIÓN
El Masón está obligado, por vocación, a practicar la moral y si comprende sus deberes, nunca se convertirá en un estúpido ateo, ni en un hombre
inmoral. Aún cuando en los tiempos antiguos los Masones estaban
obligados a practicar la religión que se observaba en los países donde
habitaban, hoy se ha creído más oportuno, no imponerle otra religión
que aquella en que todos los hombres están de acuerdo, y
dejarles completa libertad
respecto a sus opiniones personales. Esta religión consiste en ser
hombres buenos y leales, es decir, hombres de honor y de probidad,
cualquiera que sea la diferencia de sus nombres o de sus convicciones.
De este modo la Masonería se convertirá en un centro de
unión y en el medio de establecer relaciones amistosas entre
gentes que, fuera de ella, hubieran permanecido separados entre sí.
MODIFICACIÓN DE 1738: Un Masón está obligado por su título, a obedecer a la ley
moral en tanto que verdadero noaquita y si comprende bien la profesión,
él no será nunca un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso ni
actuará en contra de su conciencia.
En los tiempos antiguos, los Masones cristianos eran llamados a
actuar de acuerdo con las costumbres cristianas de cada país donde
ellos viajaban. Pero la Masonería existente en todas las
naciones, aun de religiones
diversas, lleva a que los Masones adhieran a la religión según la cual
todos los hombres están de acuerdo (dejando a cada Hermano sus propias
opiniones), es decir, ser hombres de bien y leales, hombres de honor y
de probidad, cualquiera sean los nombres, religiones
o confesiones que ayuden a distinguirlos; pues todos se articulan sobre
los tres artículos de Noé suficientes para preservar el fundamento de
la Logia. De este modo la Masonería es el centro de la unión y el
feliz medio de unir a las personas, quienes, de otro modo, habrían
permanecido perpetuamente desconocidas entre sí.
MODIFICACIÓN DE 1813: En lo que respecta a Dios y la
Religión, un Masón está obligado, por su título, a obedecer la ley moral
y si comprende bien el Arte, él no será jamás un ateo estúpido ni un
libertino irreligioso. De todos los hombres, él debe comprender mejor
que Dios ve de otra manera que el hombre, pues el hombre ve la apariencia externa, en tanto que Dios ve el corazón.
Un Masón está, en consecuencia, restringido a no actuar nunca
en contra de los mandatos de su conciencia. Cualquiera sea la
religión del hombre o su manera de adorar, no está excluido del Orden,
considerando que él cree en el glorioso arquitecto del cielo y de la tierra y que practica los deberes sagrados de la moral. Los Masones se unen a los hombres virtuosos de todas las creencias en el lazo sólido y agradable del amor
fraternal, que les enseña ver los errores de la humanidad con
compasión y a esforzarse por la pureza de su propia conducta y
demostrar la alta superioridad de la fe particular que ellos
profesen.
II. DE LA AUTORIDAD CIVIL, SUPERIOR E INFERIOR
El Masón, debe ser una persona
tranquila, sometida a las leyes del país donde esté establecido y no
debe tomar parte ni dejarse arrastrar en los motines o
conspiraciones fraguadas contra la paz y contra la prosperidad
del pueblo, ni mostrarse rebelde a la autoridad inferior, porque la guerra, la efusión de la sangre
y los trastornos, han sido siempre funestos para la Masonería.
Así es que en la antigüedad, los reyes y los príncipes se
mostraron muy bien dispuestos para con la sociedad, por la sumisión y
la fidelidad de que los Masones dieron constantemente pruebas
en el cumplimiento de sus deberes de ciudadano y en su firmeza para
oponer su conducta digna a las calumnias y acusaciones de sus
adversarios; esos mismos reyes y príncipes no se desdeñaron de proteger a
los miembros de la corporación y de defender el honor de la misma que
siempre prosperó en los tiempos de paz. Siguiendo esas doctrinas, si
algún Hermano se convertía en perturbador del orden público, ninguno
debía ayudarle en la realización de sus propósitos y por el
contrario, debía ser comparecido como un ser desgraciado. Pero por
este solo hecho y aún cuando la cofradía condenase su rebelión para
evitarse el dar al gobierno motivo alguno de sospecha o de descontento,
siempre que el rebelde no pudiese ser censurado de otro crimen, no podía
ser excluido de la Logia, permaneciendo inviolables sus relaciones con
esta Logia y los derechos de que como Masón gozaba.
III. DE LAS LOGIAS
La Logia es el lugar donde los Masones se reúnen para trabajar, y
por extensión se da este nombre a toda asamblea de Masones
constituida; todos los Hermanos deben formar parte de una Logia y
someterse a sus reglamentos particulares y a las ordenanzas
generales.
Las Logias son particulares o generales y el mejor medio
de distinguirlas en estos dos distintos caracteres es visitarles y
estudiar los actuales reglamentos de las Logias Generales o Grandes
Logias.
Antiguamente los Maestros y los miembros de estas Logias, no podían
ausentarse, ni dejar de asistir a sus sesiones cuando eran
invitados, sin incurrir en un castigo severo, a menos que
hicieren conocer a los Maestros y a los Inspectores, las causas que
les habían impedido cumplir con este deber.
Las personas que querían ser admitidas en calidad
de miembros de las Logias, debían ser personas buenas y
leales, libres de nacimiento, de edad madura y razonable y de buena
reputación; estaba prohibido admitir en la Masonería, esclavos,
mujeres y hombres inmorales, cuya conducta fuera motivo de escándalo.
IV. DE LOS MAESTROS, INSPECTORES, COMPAÑEROS Y APRENDICES
Entre los Masones, las preferencias no pueden fundarse
exclusivamente en el verdadero mérito personal, se debe cuidar con
especial atención
de que los propietarios que disponen las construcciones, serán servidos
a su completa satisfacción; debe procurarse que los Hermanos no tengan
porqué avergonzarse de sus obras, y que la Real Asociación no pierda
la consideración de que goza. Por esta razón, los Maestros e
Inspectores deben ser elegidos teniendo en cuenta más que su edad, sus
méritos personales. Es imposible tratar todas estas cosas por escrito.
Cada Hermano debe estar en su lugar y aprender estos principios según el
método adoptado en cada cofradía; debe, sin embargo, tenerse en cuenta
por los aspirantes que ningún Maestro puede aceptar un Aprendiz, si este
no le presenta suficientes obras, si no es un joven perfecto, sin
deformidad física alguna y sin defecto que le haga incapaz de instruirse
en su arte, de servir a su Maestro y de llegar a ser a su vez un
Hermano y Maestro, cuando haya transcurrido el tiempo de su Aprendizaje.
Debe ser también, hijo de padres honrados, para que si posee otras
cualidades, pueda llegar a obtener el puesto de Inspector, o de Maestro
de una Logia, de Gran Inspector y de Gran Maestro de todas las Logias,
según su mérito y virtudes.
Los Inspectores han de ser miembros de la corporación y los Maestros han debido desempeñar antes el cargo de Inspector.
Los Grandes Inspectores han de haber sido Maestro de Logia, y en
fin, para ocupar el puesto de Gran Maestro ha de poseerse el carácter
perfecto de Masón.
El Gran Maestro debe ser noble de nacimiento, o bien ocupar una posición
excepcional, de una educación perfecta, o bien un sabio distinguido,
un arquitecto hábil, un hábil hijo de padres honrados, y además,
las Logias deben reconocer en él un mérito real, y para que pueda
llenar los deberes de su cargo de un modo más perfecto, se le autoriza
para designar y nombrar un diputado que debe ser o haber sido Maestro de una
Logia Particular; el Diputado Gran Maestro, tiene el deber de realizar todos
los actos que son de la competencia del Gran Maestro, su superior, en las ausencias
de este o por su delegado. Todos los Hermanos están obligados a prestar
obediencia a todas estas ordenanzas y a todos los gobernantes superiores y subalternos
de la Antigua Logia, en sus diversos empleos, con arreglo a las antiguas leyes
y reglamentos, y ejecutar las órdenes con respeto, afecto y actividad.
Es un hecho generalmente aceptado por los historiadores
el que las Grandes Logias Especulativas actuales deben su estructura al sistema
de Logias aprobado el 28 de diciembre de 1598 en Edimburgo,
Escocia, en una reunión de Maestros Masones Operativos convocada
y presidida por William Schaw, Maestre de Obra y representante
de la Corona en todas las construcciones oficiales durante el
reinado de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra.
Este nuevo esquema de funcionamiento de las Logias fue recogido en
un documento conocido desde entonces como Estatutos de Schaw. En
estos Estatutos se dispone por primera vez en la historia una alianza de
Logias, se crea un parlamento superior a ellas, se instituye un
funcionario ejecutivo general de superior nivel jerárquico, que al
principio se llamó Vigilante General, y se ordena que cada Logia lleve
un registro escrito de sus actividades.
Posteriormente, la Gran Logia de Inglaterra, fundada en la ciudad de
York en 1705, heredera de las viejas Logias Operativas, recoge la
forma organizativa de los Estatutos de Schaw, pero denomina
Gran Logia a la federación de Logias y Gran Maestro a su máximo
dirigente. Aún hoy en día una Gran Logia o un Gran Oriente no es más
que una Federación de Logias. Y por lógica, las asociaciones de estas se denominan Confederaciones.
Doce años después, en 1717, al crearse la Gran Logia de
Londres se duplica el esquema estructural de la ciudad de York,
con la diferencia de que acerca de ella no se han
encontrado evidencias
que permitan sostener la presencia, en alguna de sus cuatro Logias
fundadoras, de un solo Masón Operativo. Es decir, de un hombre que se
hubiera ganado el pan diario en el negocio de la construcción.
Para entonces, la situación en Escocia era diferente. En 1717
había en existencia por lo menos veinte Logias a lo largo de
su territorio. Funcionaban Logias en Edimburgo, Kilwinning,
Inverness, Dundee, Stirling, Perth, Aberdeen, Glasgow, y otras ciudades
más pequeñas del país. Sin embargo, no debe entenderse que estas
Logias escocesas eran la contraparte de aquellas cuatro Logias
especulativas de Londres, puesto que la mayoría todavía estaban
integradas en su totalidad por miembros operativos, es decir, por
hombres que se ganaban la vida en la explotación de la
edificación.
Para 1717, el uso de la piedra como material de
construcción en Inglaterra había sido reemplazado en gran parte por
el ladrillo, por lo menos en lo que concierne a edificios destinados a
servir de residencias familiares, lo cual dio lugar a la declinación del
negocio de los Masones.
Pero este no era el caso de Escocia, en donde la piedra
continuó siendo utilizada como el principal material de
construcción, y en consecuencia el mercado de la Masonería siguió siendo activo y brindando empleo al país. Como resultado, las Logias continuaron prosperando.
Esto explica, en gran medida, el porqué las Logias operativas
escocesas seguían siendo activas después de que sus pares inglesas
habían comenzado a declinar.
No obstante lo anterior, algunas de esas Logias escocesas contaban
con un reducido número de miembros no operarios, es decir, de personas
que no tenían ninguna conexión con el negocio de la edificación, y
que habían ingresado a la Logia por curiosidad, como miembros
honorarios, o quizás como patrón.
Prueba de ello, es que hasta 1717 la Logia de Edimburgo (St. Mary
Chapel), había admitido a ochenta y ocho no operarios en su membresía
desde 1634, y la Logia de Aberdeen había aceptado a unos doce
universitarios antes de 1670. Pero hay que aclarar, que en ninguna de
estas Logias los no operarios tomaron el control antes de 1717.
Un caso aislado, lo constituye una Logia que funcionó en Haughfoot,
desde 1702 hasta 1764, en donde se encontró que ninguno de sus
miembros era operario. Uno puede suponer que una Logia de tal
condición, tenga sede en una ciudad importante, pero el hecho real es
que Haughfoot era para entonces una aldea pequeña y lejana en la frontera entre Escocia e Inglaterra. El que una población chica, alejada del centro de poder económico y político, contara con una Logia especulativa en pleno funcionamiento es uno de los misterios de los Masonería escocesa aún no esclarecido suficientemente por los historiadores.
Una explicación podría ser, la de que abandonado el objeto social inicial por haber desaparecido los contratos
de construcción, la Logia mantuvo ya sea por inercia o por apego a un
pasado que evocaba con orgullo la costumbre de reunirse
periódicamente, evolucionando con el paso del tiempo hacia una
especie de tertulia que se ocupaba de asuntos diferentes que le llamaban
su atención.
En todo caso, el negocio de la construcción en Escocia estaba bajo
mayor control central que en Inglaterra. Los estatutos de Schaw de 1598 y
1599 mencionan tres Logias en Edimburgo, Kilwinning y Stirling, que
estaban bajo el poder central y la supervisión del Rey de Escocia, al igual que las obras en esas tres regiones del país. De otras fuentes,
parece probable asumir que sobre la Logias en St. Andrews, y Dundee y,
posiblemente, Aberdeen, en el noreste del país, se ejercía un control
similar.
La admisión de no operarios en las Logias escocesas es algo que
todavía se está investigando. Al inicio, se dio probablemente como un
gesto de agradecimiento dirigido a una persona que había ofrecido una
buena cantidad de trabajo
a la Logia y, por lógica, de utilidades pecuniarias. Más
adelante pudo haber sido por curiosidad o posiblemente por un deseo
nostálgico de pertenecer a una organización que estaba en cierto
peligro.
Es posible que un motivo distinto atrajera a los primeros no
operarios a las Logias Masónicas, pero lo cierto es que los
investigadores siguen escudriñando las razones por las que comenzaron a
girar las Logias, lenta pero seguramente, de un arte operativo hacia una
sociedad especulativa.
Hacia 1717, el proceso
de conversión de las Logias operativas en Logias especulativas
en Inglaterra había avanzado lo suficiente como para permitir
la fundación de una Gran Logia especulativa, que era una
organización absolutamente desconocida hasta entonces. En Escocia el
proceso no había avanzado igual, y no fue sino hasta 1736 en que los no
operarios se encontraban lo bastante fuertes como para fundar una
Gran Logia de Escocia a semejanza de la especulativa de Londres.
Estas circunstancias, unidas a la llegada de los Hannover al trono
de Gran Bretaña, en 1714, que veían a la Masonería como una aliada
tradicional de sus rivales, se confabularían para la aparición
de la novedad especulativa inglesa que formalizaba la distancia
con los Masones escoceses.
En 1717, las Logias operativas escocesas estaban principalmente
integradas por constructores en piedra, y contaban con una minoría de no
operarios. Si nos atemos a las evidencias registradas en las actas
de las Logias, necesariamente debemos concluir que solamente se
trabajaba en dos Grados (Aprendiz y Compañero).
Para estos años, a la Masonería escocesa le había surgido una rama
especulativa que se había trasladado a Francia y Holanda y que
giraba alrededor de la aspiración de Jacobo Estuardo de
recuperar el poder en el Reino Unido. Este nuevo retoño
continental del árbol escocés era esencialmente especulativo y
tendría unos desarrollos inesperados en los próximos siglos.
Por su parte, las Logias escocesas en 1717 ejercían un control
considerable sobre los contratos en el negocio de la construcción,
en algunos aspectos equivalente a una unión gremial moderna. Cobraban
las deudas, se ocupaban de las viudas y los huérfanos de sus miembros, y
ejercían control sobre el tipo de edificios erigidos dentro de
los límites
de la ciudad. Aparte de la Logia en Haughfoot, las Logias
escocesas de 1717 no permitieron que sus miembros no operarios tuvieran
voz en el funcionamiento de la Logia. No fue, por ejemplo,
sino hasta 1728 que la Logia de Edimburgo eligió un no operario
para ocupar un cargo en ella.
Otra diferencia con lo que ocurría en Inglaterra, es que
las Logias escocesas en 1717 no se reunían en tabernas sino en
oficinas y edificios especiales. Algunos de ellos aún sobreviven, aunque
muy pocos siguen sirviendo de punto de reunión a una Logia.
Uno de estos edificios, conocido como St. John Chapel,
consagrado en la primera mitad del siglo XVIII, es el más antiguo en
funcionamiento del mundo. Hoy pertenece a la Logia Canongate Kilwinning
No. 2 y es un lugar que ha estado sin cambiar por más de doscientos
cincuenta años. Muchos de los otros viejos edificios de las Logias
escocesas del siglo XVII se han derrumbado en nombre del progreso. Para
citar un solo caso, tenemos que el salón en el que se reunía la Logia
de Edimburgo (St. Mary Chapel) fue demolido en 1787, después de haber
sido construido en 1504.
Las Logias escocesas no parecen haber tenido documentos
equivalentes a los famosos Antiguos Deberes (Old Charges), que
tuvieron tan alta estima en Inglaterra. Por otra parte, las
copias de los Estatutos de Schaw y de las Cartas
de St. Clair deben ser colocadas junto con las copias de los Antiguos
Deberes ingleses, ya que, en honor a la verdad, son documentos de igual o
superior categoría histórica.
Queda mucho por estudiar y escudriñar en la historia de la Masonería
en el Reino Unido, a la luz de sus coyunturas históricas y de las
luchas por el trono entre las dinastías Tudor, Estuardo y Hannover, que
se dieron en los siglos XVII y XVIII. Ya que si los Hannover no llegan
al trono de Gran Bretaña en 1714, la historia de la Masonería
sería distinta. Ellos y sus partidarios no solo cambiaron el
rumbo de la Orden sino que además falsearon su historia pretérita y la
propagaron y dividieron al compás de sus intereses imperiales.
A lo largo del siglo XVIII, en el viejo continente se pone de moda
todo lo inglés, y en parte esto facilita la rápida creación de Logias
en Europa. La curiosidad del público anglófilo es considerable y la
predisposición favorable de numerosos miembros eruditos de la sociedad
hace que la nueva institución se desarrolle y expanda por el mundo
entero en unas pocas décadas.
En 1730 la Gran Logia de Londres poseía cerca de 100 Logias
jurisdiccionadas en Inglaterra y el país de Gales, y había
comenzado a incursionar en el exterior al fundar Logias en Madrid y Calcuta. Sin embargo se crearon Grandes Logias separadas en Irlanda (1725) y Escocia (1736).
El primer Masón de la Casa Real inglesa fue iniciado en 1737 cuando
ingresó Frederick Lewis, Príncipe de Gales, hijo del rey George II, y en
lo sucesivo la relación de la Masonería inglesa con la realeza ha sido
estrecha hasta nuestros días. Eso ha determinado el que los Masones
ingleses sean buenos súbditos y no buenos republicanos.
Aún hoy, es tan marcada la identificación con el régimen monárquico
de la Gran Logia Unida de Inglaterra, que el trato protocolario
correcto para su Gran Maestro es Su Alteza Real Príncipe Edward
George Nicholas Paul Patrick, Duque de Kent, Gran Maestro. Algo
exótico en países de tradición republicana y democrática.
El Duque de Kent, de acuerdo a información obtenida, nació en 1935, y fue educado en la exclusiva escuela
de Eton y en Le Rosey, en Suiza. Es primo de la Reina Isabel II. Su
padre que fue Gran Maestro entre 1939 y 1942, fue el cuarto hijo del Rey
Jorge IV, y su madre, la Princesa Marina, era hija del Príncipe Nicolás
de Grecia,
El Duque de Kent es Gran Maestro de la Gran Logia Unida de
Inglaterra desde 1967, y de acuerdo a la costumbre, cuando este cargo lo
ocupa un miembro de la familia
real se nombra un funcionario adjunto con el título de Pro Gran
Maestro, quien lo reemplaza en ocasiones especiales. Actualmente este
cargo lo desempeña Spencer Douglas David Compton, 7º Marqués
de Northampton, otro noble aristócrata.
El origen de la Gran Logia de Londres en 1717 choca enseguida con la
oposición de la Gran Logia de Inglaterra fundada en la ciudad de
York, en 1705, desde donde se le objeta su origen espureo y
se le acusa de falsear la tradición, ya que esta última se
considera a sí misma la Más Antigua y Honorable Fraternidad de
Masones Libres y Aceptados de Inglaterra por cuanto su existencia
derivaba directamente de Logias Masónicas legítimas -esas sí- herederas y
continuadoras de las de constructores que se fueron llenando a
través del siglo XVII de Masones Aceptados y no de extraños a
ellas. Por esta razón la calificaban como Moderna.
La Gran Logia de Inglaterra, con sede en York acusaba
específicamente a la de Londres de no trabajar de acuerdo con las
viejas instituciones
establecidas por un príncipe Edwin en York en el año 926, del que
tampoco existe evidencia histórica sobre su real existencia.
En ese entonces, no se reclama ninguna condición de
Regularidad.; más bien se apela a la antigüedad y a la honorabilidad,
como indicadores
de encadenamiento entre los antiguos Talleres Operativos y las nuevas
Logias de Masones Aceptados. La tacha que se hacía era que ni la nueva
Gran Logia de Londres, ni sus Masones, tenían correspondencia con el
pasado de la Orden como eslabones de una misma cadena.
En 1738, comienza a perfilarse la presentación actual de la
Masonería Moderna. El Grado de Aprendiz se divide para convertirse en
dos: Aprendiz y Compañero, el primero contentivo de un discurso
ético, y el segundo relacionado con la ciencia; y el Grado que venía
conociéndose como de Compañero desde hacía seis siglos, pasa de ser el
segundo a convertirse en el tercero con el nombre de Maestro.
Igualmente se adopta para este último la leyenda de Hiram, y
el nuevo líder de la Logia se titula Venerable Maestro.
Así se pretende dar un matiz religioso y profundizar la relación de la Orden con los relatos bíblicos.
El historiador Daniel Beresniak, del Gran Oriente de Francia,
sostiene que hasta 1773, el título de Maestro de Logia era
frecuentemente de índole patrimonial. Se vendían y se compraban
Patentes de Maestros en las Grandes Logias exactamente igual a las
Provisiones que se adquirían en el poder público para desempeñar cargos
judiciales y militares.
En 1773, fecha de la fundación del Grand Orient de France
(Gran Oriente de Francia), se estableció el principio, hoy
uniformemente admitido, de no reconocer como Venerable Maestro de una
Logia más que al Maestro elevado a esa dignidad
por la elección libre de los miembros de la Logia. (artículo IV,
sección I, Título I de las Constituciones del Gran Oriente de Francia).
El Gran Oriente de Francia nace como un cuerpo poderoso,
influenciado por las luces filosóficas y diversas culturas
especulativas. Hoy sabemos que no existió un complot Masónico en el
origen de la Revolución Francesa, pero se reconoce que muchos Francmasones tuvieron participación en los eventos
de ella, y que la influencia de las ideas debatidas en las
Logias fue significativa. Estas huellas Masónicas en la
Revolución también se reflejan en los modelos de funcionamiento y en muchos de los signos
simbólicos adoptados por las nuevas instituciones. Además, La
Marsellesa, una canción compuesta por el Masón Rouget de Lisle, y se
transforma en el himno nacional de Francia.
La estructuración del cuerpo Masónico francés en el Grand Orient de
France, en 1773, permitió federar, armonizar y codificar todas las estructuras
y usos vigentes, lo que constituyó un avance considerable, decidido
democráticamente por los delegados de las Logias. La gran mayoría de
estos últimos se unifican bajo los auspicios de la Obediencia, excepto
una "Grande Loge de Clermont" que, rechazando especialmente la elección
de los Venerables Maestros, seguirá sola su camino durante varios años
para finalmente fusionarse con la Obediencia en 1799, tras los
acontecimientos revolucionarios.
El término Venerable, para distinguir al presidente de una Logia, es
de origen francés y muy probablemente viene del lenguaje
eclesiástico. Se introdujo con mucho éxito
en la Masonería cuando ocupaba la Gran Maestría de la Gran Logia de
Francia el nieto de Luís XIV, Luís de Borbón, Conde de Clermont, quien
ocupó ese cargo desde el año 1743 hasta 1771. Es decir, durante los años
de efervescencia francesa en que se definieron la mayor cantidad de las
características que posee la Masonería que ha llegado hasta hoy.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en Francia, la Masonería deja de
ser un Club de hombres ilustrados para, contaminada con las ideas de
los enciclopedistas, convertirse en caja de resonancia del Siglo de las
Luces, participando en las concepciones que dieron pie a la Revolución Francesa,
y en la posibilidad de nuclear a un grupo meritorio de jóvenes
pertenecientes a la burguesía criolla americana, para que a partir de
sus propios talentos y con la ideología
libertaria que vehiculizaban las Logias continentales europeas,
independizaran a casi todo el continente americano en las dos
últimas décadas del siglo XVIII y las dos primeras del XIX.
La Independencia de EE.UU.
En 1765, el gobierno inglés de Jorge III cometió el error de aumentar los impuestos:
Estableciendo primero un impuesto
del timbre, sello que tenían que llevar los documentos jurídicos y que
fue suprimido; y después un impuesto sobre el té, que acabaría
desencadenando la revolución.
En el puerto de Boston, un buque cargado de té fue saqueado por
americanos disfrazados de pieles rojas. Ambos impuestos habían sido
promulgados sin consultar a las colonias; Inglaterra trató de
mantenerlos haciendo uso de la fuerza.
Los colonos, considerándolos abusivos, se reunieron en el Congreso de
Filadelfia y, tras proclamar la Declaración de Derechos (1774), se
declararon independientes (1776). Habían nacido los Estados Unidos de Norteamérica.
La Declaración de Independencia, leída solemnemente en Filadelfia,
constituye todavía hoy uno de los textos más innovadores y
trascendentes de la historia contemporánea. En él quedaron proclamados
los tres principios básicos que constituirían el lema de la Revolución
Francesa: "libertad, igualdad
y fraternidad ". De acuerdo con ello, los nuevos estados formaron una
república, regida por un presidente y una asamblea o congreso, elegido
ambos por todos los habitantes mayores de edad. Se había instituido,
pues, un régimen democrático, fijándose los derechos y deberes de
gobernantes y gobernados en una ley fundamental o Constitución.
El destino de la nueva nación
se libró en una guerra con Inglaterra que fue difícil para los
americanos durante los tres primeros años. Después, con la ayuda de
franceses y españoles y conducidos por George Washington, lograron
derrotar a su antigua metrópoli en Saratoga (1777) y Yorktown (1781).
Dos años después se firmaba la Paz de Versalles por la que Gran Bretaña
reconocía la independencia de los Estados Unidos.
"
Nosotros los representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso general, acudimos al juez supremo del mundo para hacerle testigo de la rectitud de nuestras intenciones.
En el nombre y con el poder pleno del buen pueblo de estas colonias
damos a conocer solemnemente y declaramos que estas colonias unidas son y
por derecho han de ser Estados libres e independientes; que están
exentas de todo deber de súbditos para con la Corona británica y que
queda completamente rota toda conexión política entre ellas y el Estado
de la Gran Bretaña, y que, como Estados libres e independientes, poseen
pleno poder para hacer la guerra, concertar la paz, anudar relaciones
comerciales y todos los demás actos y cosas que los Estados
independientes pueden hacer por derecho. Y para robustecimiento de esta
declaración, confiados a la protección de la Providencia divina,
empeñamos unos a otros nuestra vida, nuestra fortuna y nuestro sagrado
honor.
Tomás Jefferson, Benjamín Franklin, John Adams."
Tres años duro la guerra por la independencia norteamericana de sus
trece colonias, que tuvo a su vez, un gran impacto en toda América. Casi
doce años después llegó la Revolución Francesa que generó el
Republicanismo y divulgó los axiomas masónicos de "Libertad, Igualdad,
Fraternidad", cuyo eco atravesó el Atlántico llegando a exaltar, fuerte e
irresistiblemente, el espíritu revolucionario en las colonias españolas
de América.
El primer chispazo de revolución en Norte América se planificó, en
1773, en una placentera taberna de Boston llamada "El Dragón Verde",
allí se reunía la logia Masónica de San Andrés o en ingles Saint Andrews
(Eugen Lennhoff, Los Masones ante la Historia, Edit. Diana S.A. México
1983, Pág. 206).
Las ideas de libertad proclamadas por la masonería prendieron
rápidamente en las trece colonias inglesas del Norte de América. Muy
pronto las logias Masónicas de aquel territorio, se convirtieron en el
foco y cuartel general de la revolución naciente contra la dominación de
la Corona Británica en sus colonias.
Los firmantes del Acta Independencia de los Estados Unidos que eran
masones fueron: Ellery, Franklin, Habncok, Hewes, Hooper, Paine,
Stockton, Walton, Whipple; los que rubricaron los artículos de la nueva
Confederación, de los trece delegados, nueve eran masones: Adams,
Carroll, Dickinson, Ellery, Hancock, Harnett, Laurens, Roberdau y Bayard
Smith; también los firmantes de la Constitución Estadounidense: Bedfor,
Blair, Brearley, Broom, Carroll, Dayton, Dickinson, Franklin, Gilman,
King, Mc Henry, Paterson y Washinton.
La gran mayoría de los congresistas que ratificaron dichos acuerdos
eran igualmente miembros de la hermandad, lo mismo que prácticamente la
totalidad de los altos mandos del ejército republicano.
La Revolución Francesa.
Las logias masónicas fueron en la Francia pre-revolucionaria, la
correa de transmisión de las nuevas ideas. Es innegable que su
aportación fue fundamentalmente ideológica y simbólica, aún cuando no
hay pruebas objetivas, de valor para la historiografía, de que las logias prepararan los sucesos revolucionarios.
La divisa masónica "Libertad, Igualdad, Fraternidad", fue incorporada al acervo revolucionario. Los colores
de la bandera republicana -azul, blanco y rojo-, proceden de los tres
tipos de logias, procede de la escarapela tricolor ideada por Lafayette,
francmasón y carbonario. El gorro frigio, símbolo de la república,
es igualmente un símbolo masónico. El mismo himno de la revolución, "La
Marsellesa", compuesto por el también masón Leconte de l'Isle, fue
cantada por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de
Strasburgo. Y así mismo, todo el simbolismo griego que adoptan los
revolucionarios, al igual que el deismo naturalista de que hacen gala,
puede encontrarse sin dificultad en las leyendas y temas masónicos.
La masonería como organización parece haber sido desbordada, como
cualquier otra institución francesa de la época, por el discurrir
revolucionario. Masones guillotinan a masones, rompiendo el juramento de
fraternidad y ayuda mutua: Hebert es guillotinado con el beneplácito de
Dantón, éste, a su vez, sube al patíbulo a instigación de Saint Just y
Roberspierre -instaurador del "culto al ser supremo"- y sus cabezas
rodarán al producirse la "reacción termidoriana", que dará origen al
Directorio constituido por notorios masones como Fouché.
Finalmente, Napoleón Bonaparte, según algunas versiones iniciado durante la campaña de Italia
en la Logia Hermes de rito egipcio y según otros, mucho antes, cuando
era teniente en Marsella, pone término a todo este caos, nombrado Primer
Cónsul y luego proclamándose Emperador. Napoleón
impondrá a su hermano José Bonaparte "Pepe Botella", un hombre mucho
más serio y responsable de lo que este mote popular deja pensar ya que
era Gran Maestre de la Masonería francesa.
Los principios de la masonería triunfan más que la masonería en sí.
Notorios masones protagonizan los sucesos revolucionarios, llevados por
sus instintos y sus intereses, más que siguiendo un plan preestablecido y una planificación orgánica. Si existió una "conspiración masónica", el deber respecto a la verdad nos obliga a afirmar que no puede demostrarse.
El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia
de los nobles conservadores al igual que la de su hermano, el Conde
D'Artois, despidió al ministro Necker y ordenó la reconstrucción del
Ministerio de Finanzas.
Gran parte del pueblo de París interpretó esta medida como un
auto-golpe de la realeza, y se lanzó a la calle en abierta rebelión.
Algunos de los militares se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron
al pueblo por el miedo a lo que les podría suceder.
El 14 de julio el pueblo de París respaldó en las calles a sus
representantes y, ante el temor de que las tropas reales los detuvieran,
asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo
monárquico pero también punto estratégico del plan de represión de Luis
XVI, pues sus cañones apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro
horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión, matando a su
gobernador, el Marqués Bernard de Launay. Si bien sólo cuatro presos
fueron liberados, la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo
lo que resultaba despreciable en el antiguo régimen. Retornando al
Ayuntamiento, la multitud acusó al Alcalde Jacques de Flesselles de
traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue cortada y
paseada por la ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la
costumbre de pasear en una pica las cabezas de los decapitados, lo que
se volvió muy común durante la Revolución.
La Revolución se fue extendiendo por ciudades y pueblos, creándose
nuevos ayuntamientos que no reconocían otra autoridad que la Asamblea
Nacional Constituyente. Los campesinos dejaron de pagar impuestos y
destruyeron castillos y todo lo que simbolizara al feudalismo.
La Asamblea Nacional, actuando detrás de los nuevos acontecimientos,
suprimió por ley las servidumbres personales (abolición del feudalismo),
los diezmos, y las justicias señoriales, que ya habían sido suprimidos
de hecho por el campesinado, instaurando la igualdad ante el impuesto,
ante penas y en el acceso a cargos públicos. El rey, junto con sus
seguidores militares, retrocedió al menos por el momento. Lafayette tomó
el mando de la Guardia Nacional de París y Jean-Sylvain Bailly,
presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado nuevo
alcalde de París. El rey visitó París el 27 de julio y aceptó la bandera
tricolor.
Sin embargo, después de esta violencia, los nobles, no muy seguros
del rumbo que tomaría la reconciliación temporal entre el rey y el
pueblo, comenzaron a salir del país, algunos con la intención de
fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a las naciones europeas
a respaldar al rey. Éstos fueron conocidos como los émigrés
(emigrados).
La insurrección y el espíritu de poder popular siguieron
extendiéndose por toda Francia. En las áreas rurales se llevaron a cabo
actos de quema de títulos sobre tierras, y varios castillos y palacios
fueron atacados. Esta insurrección agraria se conoce como La Grande Peur
(el Gran Miedo).
El 4 de agosto de 1789, en la llamada "Noche de la locura", la
Asamblea Nacional Constituyente abolió el feudalismo, eliminando las
prebendas que recibía el clero y los derechos señoriales de la nobles
(como, por ejemplo, el privilegio de no pagar impuestos que tenían). En
cuestión de horas, los nobles y el clero perdieron sus privilegios. El
curso de los acontecimientos estaba ya marcado, aunque tardo cuatro años
la implantación del nuevo modelo.
La revolución se enfrentó duramente con la Iglesia
Católica que paso a depender del Estado. En 1790 se eliminó la
autoridad de la Iglesia para imponer impuestos sobre las cosechas, se
eliminaron también los privilegios del clero y se confiscaron los bienes
de la Iglesia. Bajo el Antiguo Régimen la Iglesia era el mayor
terrateniente del país. Más tarde se promulgó legislación que convertía
al clero en empleados del Estado. Éstos fueron unos años de dura
represión para el clero, siendo comunes la prisión y masacre de
sacerdotes en toda Francia. El Concordato de 1801 entre la Asamblea y la
Iglesia finalizó este proceso y establecieron normas
de convivencia que se mantuvieron vigentes hasta el 11 de diciembre de
1905 cuando la Tercera República sentenció la separación definitiva
entre la Iglesia y el Estado. El viejo calendario gregoriano, propio de
la religión católica fue anulado por Billaud-Varenne, en favor de un
calendario republicano y una nueva era que establecía como primer día el
22 de septiembre de 1792.
La participación de masones en la lucha por la independencia de los
países de América del Sur esta evidenciado a través de: Francisco de
Miranda, Militar y Político; Gustavo Córdova Valenzuela, Docente
Universitario y Periodista; el Gral. José Francisco De San Martín, Masón y Estadista; El Gral. Simón Bolívar,
Masón y Libertador; El Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre y
Alcala, Triunfador en la Batalla de Junín y Ayacucho; Bernardo
O´Higgins Riquelme, Político y Militar. La independencia de los Pueblos
de América Latina,
ha sido una de las grandes contribuciones de los masones para la vida
democrática y por tanto civilizada de nuestro tiempo, a pesar de que en
esta misma América Morena, de tanto en tanto, se haya retrocedido a
períodos de Tiranía y Opresión.
El Precursor Francisco de Miranda inspiró la fundación de la
benemérita Logia "Lautaro", que funcionaba en Cádiz, España, donde se
iniciaron San Martín y Bernardo O"Higgins, mientras que Simón Bolívar
pertenecía a la Logia "Caballeros Racinales", ambas funcionaban en
Cádiz.
Más tarde José de San Martín fundó en Buenos Aires,
Argentina, otra logia "Lautaro", en recuerdo de la sociedad secreta de
Cádiz. Después hizo lo mismo en Santiago de Chile y Lima, donde las
logias "Lautaro" fueron semillero de patriotas en la lucha por la
independencia. (Historiadores: Julio Manzini, Villa Urrutia y Américo Carcinelli)
Los masones que participan en la Independencia de los países de
Sudamérica, constituyen una pleyade a los que sumamos: José Gabriel
Condorcanqui "Tupac Amaru", Mateo Pumacahua, Francisco de Zela, los
hermanos Catari, Julian Apaza "Tupac Catari", Mariano Moreno, Santiago
Nariño, Andrés Bello,
Luís Méndez, José Miguel Carrera, Tomas Guido y Manuel Belgrano, que
bebieron del fuego idealista de Miranda y fue sellada en la Batalla de
Ayacucho. Estos héroes de mil batallas, llevaban junto a la espada,
lanza o fusil, el Mandil, la Escuadra y el Compás.
San Martín, después de proclamar la Independencia del Perú, tras
haber demostrado ser un excelente estratega militar al remontar los
Andes para llegar a Chile y desde allí caer en las trincheras mismas del
poderoso ejército español
en el Perú, ejerció durante un poco más de un año el Gobierno del Perú
con el cargo de Protector, demostrando dotes de estadista al preocuparse
en ese breve tiempo, a la par de las campañas militares; de la educación y la cultura
futura del Perú, y evidencia ser un hombre Ilustrado, lo cual se puede
apreciar en el texto del Decreto de creación de la Biblioteca Nacional y
sus disposiciones para adoptar nuevas formas de educación. Para
ilustrar lo dicho, transcribimos el texto integro del Decreto de
Creación de la Biblioteca Nacional: "Convencido sin duda el gobierno
español de que la ignorancia es la columna más firme del despotismo,
puso las más fuerte traba a la ilustración del americano, manteniendo su pensamiento encadenado para impedir que adquiriese el conocimiento
de su dignidad. Semejante sistema era muy adecuado a su política; pero
los gobiernos libres, que se han erigido sobre las ruinas de la tiranía,
deben adoptar otro enteramente distinto, dejando seguir a los hombres y
a los pueblos su natural impulso hacia la perfectibilidad. Facilitarles
todos los medios de acrecentar el caudal de sus luces, y fomentar su civilización por medio de establecimientos útiles, es el deber de toda administración
ilustrada. Las almas reciben entonces nuevo temple, toma vuelo el
ingenio, nacen las ciencias, disípense las preocupaciones que cual una
densa atmósfera
impiden a la luz penetrar, propagase los principios conservadores de
los Derechos Públicos y Privados, triunfan las leyes y la tolerancia, y empuña el cetro, la filosofía, principio de toda libertad, consoladora de todos los males, y origen de todas las acciones nobles.
Penetrando del influjo que las letras y las ciencias ejercen sobre la prosperidad de un Estado por tanto declaró:
1ero Se establecerá una Biblioteca Nacional en esta capital para el uso de todas las personas que gusten concurrir a ella.
2do El Ministerio de Estado en el Departamento de Gobierno, bajo
cuya protección queda este establecimiento, se encargará de todo lo
necesario de su planificación. (Dado en Lima a 28 de Agosto de 1821 2do
de la Libertad de Perú). Firmado: José de San Martín y Juan García del
Rió (Gaceta del Gobierno de Lima Independiente, Tomo I Nº 15, pág. 68).
Posteriormente el 6 de Julio de 1822, creó la Escuela Normal bajo la Dirección
del Pedagogo Inglés Diego Thompson, aplicándose el método Lancasteriano
o de "Enseñanza Mutua" para preparar a los maestros de primeras letras.
San Martín demostró ser un Masón enterizo por su desprendimiento al
renunciar ante el Congreso constituyente que inauguró en Septiembre de
1822, con las siguientes palabras: "Si mis servicios
por la causa de América merecen consideración al congreso, yo los
represento hoy, solo con el objeto de que no haya un solo sufragante que
opine sobre mi continuación al frente del gobierno, al deponer la
insignia que caracteriza al jefe supremo del Perú, no hago sino cumplir
con mis deberes y con los votos de mi corazón. Si algo tienen que
agradecerme los peruanos es el ejercicio del Supremo Poder, que por el
imperio de las circunstancias me hizo obtener. Hoy que felizmente los
limito, yo pido al ser supremo el acierto, luces y tino que necesita
para hacer la felicidad de sus representados. ¡Peruanos! desde este
momento queda instalado el Congreso soberano y el pueblo reasume el
Poder Supremo en todas sus partes".
Por otra parte Javier Agüero Vega, Gran Canciller Gran Logia Mixta de
San Juan – Oriente del Perú en su artículo titulado Masonería Oficiosa
y Masonería Histórica del Perú nos da a conocer que: Es evidente que el
ingreso de San Martín a la ciudad de Lima no fuera necesariamente
después de la medianoche, sino más bien después de una reunión logial
entre masones peruanos y españoles.
Y refiriéndose a la reunión que sostuvieron San martín y Bolívar
dice: La particular privacidad de a puerta cerrada de la reunión en
Guayaquil entre San Martín y Bolívar es una manera discreta de decir que
fue a cubierto de toda indiscreción profana. Fue por esta calidad de
reunión masónica que primó en la decisión acordada por los asistentes el
más alto grado masónico de Bolívar sobre el de San Martín y no
precisamente las razones ni los argumentos presentados, ya que San
Martín tenía el Grado Filosófico 7° mientras que Simón Bolívar el Grado
Filosófico 30°.
También se afirma que la capitulación fue firmada la noche anterior
en un trabajo logial conjunto donde se acordó además que los hermanos se
reconocieran con los signos que le son comunes. La versión de la firma
previa de la capitulación adquiere visos de autenticidad porque La Serna
fue herido precisamente en la mano derecha quedando imposibilitado de
firmar en el campo de batalla.
La costumbre inicial, en la primera mitad del siglo
XVIII, era la de colocar a las Logias el mismo nombre del
local en donde se reunían, recuerden los nombres de las primeras
logias inglesas donde se dio inicio a las logias especulativas, un
ejemplo adicional al inglés, lo constituye la primera Logia
especulativa fundada en España, la cual recibió el título Logia de Las
Tres Flores de Lis, debido a la taberna en que se congregaba en
la calle Ancha de San Bernardo número 17, de Madrid.
Es en Francia, en donde se comienzan a bautizar las Logias
con nombres evocadores de un valor, un personaje o un acontecimiento.
Difundida la nueva Masonería en Francia, en plena
efervescencia emancipadora del siglo XVIII, la Orden es sometida a un
período de grandes innovaciones. Hacia 1740 llegan a ella algunas
corrientes de pensamientos herméticos y de influencia
caballeresca y monástica con un gran impacto, lo cual va a
derivar, en el empleo de la espada en las ceremonias, el cambio
en la solemnidad de la iniciación (de un juramento se pasa a un
psicodrama), y en el enriquecimiento lingüístico del discurso
Masónico. También se confiere a la ceremonia de recepción
innovaciones fundamentales: gabinete de reflexión, viajes y pruebas por los elementos, cambia el mandil, el caminar en cuadratura, etc.
La creatividad
de los Masones en Francia ya sean franceses, ingleses o escoceses
residentes en París de mediados del siglo XVIII, es tan fecunda que
aparecen una gran diversidad de Ritos. La Masonería vive su libertad más
grande, y se crean Logias con perfiles específicos y fines propios:
surgen las académicas, femeninas, militares, navales, itinerantes,
políticas,
mixtas, etc. Es el período de mayor esplendor especulativo de la
Orden, en el cual se adoptan (o se contribuye con su fortalecimiento)
las ideas liberales, y la libertad de pensamiento y de conciencia, que
han sido su orgullo, hasta que llegan los anglosajones, desde
principios del siglo XIX, con sus pretensiones de instaurar un
pensamiento único.
Mientras tanto, en Inglaterra, en el año de 1760, la Gran
Logia de Londres, acogiendo la propuesta de William Preston, lleva a
cabo otra reforma a la utilería de las Logias que sería fuente de
agrias discusiones entre los Masones del mundo entero hasta
nuestros tiempos: adopta como una de las luces de los Talleres a la
Biblia.
En la Masonería Operativa no se encuentran vestigios de que se
trabajara frente a la Biblia ni de cara a un Libro de la Ley
Sagrada. Ni siquiera se le utilizaba al momento de prestar el
juramento de ingreso. En cambio, sí se encuentran referencias
documentales acerca de la dotación de las Logias con un Libro de la Ley,
el cual contenía los Antiguos Deberes y las reglas los Old Charges
sobre los que prestaban su juramento los Francmasones Operativos.
Es decir algo más secular e irreligioso.
Ni en las Constituciones de Anderson de 1723, ni en las reformas de
1738, se menciona algo sobre la presencia de un Libro Sagrado en
las Logias. En los altares de los Francmasones Operativos solo
se encontraban los útiles de trabajo: la regla, la escuadra y el compás.
Estas eran sus luces y se constituían en herramientas indispensables
para las reuniones.
El historiador O. Wirth, afirma con acierto que la Biblia conserve
todo su prestigio ante aquellos espíritus religiosos que buscan en ella
la palabra de Dios, haciéndola, a la par, la guía infalible de su fe;
pero semejante veneración está muy lejos de poder imponerse
racionalmente y constituye una característica anglosajona de la que
no participan las razas latinas. Los Masones anglosajones
quisieron tener su Masonería particular y renunciaron al universalismo
proclamado en 1723. No hay respuesta cierta. Pero no debemos los Masones
prolongar por más tiempo el uso de un libro y un concepto que no nos pertenece.
En las postrimerías del siglo XVIII, la Masonería inglesa viviría
una experiencia que marcaría sus destinos para siempre, así como
su relación con la Masonería extranjera. La estela de la
Revolución Francesa de 1789, llevó al Parlamento de Londres a la
aprobación de una serie de leyes dirigidas a contener las ideas
libertarias y antimonárquicas francesas, así como a los sindicatos, clubes políticos y organizaciones
subversivas. De acuerdo con información oficial del Gran Oriente de
Francia en ese país funcionaban en 1789 cerca de 3.000 Logias Masónicas
que agrupaban a un poco más de 30.000 Masones, lo cual para la
época era un número importante. En 1799, el Parlamento británico
prohibió terminantemente las reuniones de aquellos grupos que
requirieran a sus miembros tomar un juramento o una obligación,
entre ellos la Masonería. Para conjurar el peligro de extinción,
Earl de Moira (Gran Maestro de la Gran Logia de Londres) y el Duque
de Athol (Gran Maestro de la Gran Logia de Inglaterra) usaron
su cercanía con la nobleza y la aristocracia inglesa y visitaron
al primer ministro (William Pitt, que no era Masón) para explicarle que
la Masonería era partidaria de la ley y de la autoridad legalmente
constituida y que se dedicaba al trabajo caritativo.
Consecuentemente, la Masonería fue eximida de los términos de
la ley mencionada a condición de que cada secretaría de las
Logias, una vez al año, aportara a la autoridad local la lista de
sus miembros junto con sus edades, profesiones y direcciones.
Esa disposición que continuó vigente hasta 1967, en que fue
rescindida por el Parlamento, obligó a la Masonería inglesa a
no ser progresista, servir a los intereses del imperio
británico, apoyar la monarquía, mantener buenas relaciones con la
iglesia Anglicana, y a distanciarse de la Masonería que propugna por la
libertad, la igualdad y la fraternidad, cuyo eje conceptual se sitúa en
los avatares de la Revolución Francesa y la independencia de las
colonias americanas.
Desde entonces en el Reino Unido ha existido desconfianza
hacia los Masones ya que consideran los súbditos británicos que
podrían estar actuando en asuntos públicos en desarrollo de acuerdos
secretos. Esta circunstancia siempre ha sido una piedra en el zapato
para los Masones que ocupan cargos oficiales.
Recientemente, y con un gran despliegue, el periódico inglés The Times, en su edición
del día 6 de abril de 2006, publicaba la noticia de que el
Tribunal Supremo de la Gran Bretaña, por intermedio del juez
Timothy Newman, determinó el día anterior en una sentencia histórica,
que la Masonería no provoca colusión de poderes en la toma de decisiones. Para el magistrado británico, aquellos Masones que ejerzan funciones
públicas no deben dejar de tomar decisiones cuando traten casos en que
se vean involucrados otros Masones y además negó que los mecanismos
discretos de ese grupo sean una influencia negativa para la
sociedad, afirmando en el veredicto que La Masonería no es una
religión y aunque sus miembros se llaman entre ellos Hermanos
Masones., están sujetos a las leyes y principios británicos.
Es de esperar que este fallo del Tribunal Supremo de la
Gran Bretaña le otorgue mayor margen político y social a los Masones
ingleses para hacer los cambios urgentes que se le exigen y que ya son
comunes en otras latitudes.
Pero, en realidad ¿en qué ocupaban las Tenidas esos Masones de
principios del siglo XVIII en los que no existían ni los manuales de
Lavagnini, ni las enciclopedias de Lorenzo Frau Abrines y Albert
Gallatín Mckey, ni las publicaciones de André Cassard, ni se habían
inventado los Ritos, ni la Biblia estaba frente a ellos, ni nadie
hablaba de Hiram, ni se usaban espadas con actitudes caballerescas?
Los Libros de Actas conservados hasta la fecha nos muestran que las
Planchas presentadas, incluso por los aprendices tratan de las ideas en
boga entre los pensadores de principios del siglo XVIII: la felicidad,
la virtud, la sociabilidad, y nada se menciona sobre el templo de
Jerusalén o el caso de Hiram.
Habrá que esperar hasta la segunda mitad del siglo XVIII, en Francia,
y la multiplicación de los altos grados para ver la llegada a la Orden
de varias corrientes esotéricas, así como la versión que sostiene que
la Masonería Moderna desciende de la Orden de los Templarios
que asoló y desangró la Palestina del siglo XII en nombre de la
cristiandad occidental europea dirigida por el Papa católico, como hoy
también lo hace el ejército americano para apropiarse de la riqueza de
los pueblos del Medio Oriente, a costa de ahogar en su propia sangre a
sus legítimos propietarios.
La irrupción de los denominados Altos Grados correspondientes al Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, que es el más difundido
geográficamente por el mundo, podemos situarla (permitiéndonos
cierta licencia porque el tema es materia de discusión) a partir de los dos célebres discursos, escritos con muy dudoso rigor histórico, por el Caballero de Ramsay, que introdujo lo que podríamos llamar la Hipótesis
Templaría, la cual resultó ser mucho más atractiva para la
nobleza del siglo XVIII que el carácter burgués de las antiguas
Corporaciones de Oficio.
El primero de estos dos discursos fue pronunciado en 1736 en la Logia
parisina St. Thomas No. 1, que es la primera fundada en Francia por
nobles ingleses en 1725. El segundo, en 1737, lo leyó ante una asamblea
general de la Orden francesa.
Dentro del sistema de 33 Grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado
tienen un claro matiz Templario los Grados 18, 25, 26, 27 y 30, e influencias
visibles los Grados 16, 17, 29 y 32. En total 9 Grados de 33, lo que representa
cerca del 30% de su contenido.
La efervescencia creativa del siglo XVIII trajo también consigo
una organización del método Masónico que no había existido antes. La
aceleración en el crecimiento del número de las Logias y del de los
Masones, sobre todo en Francia, España y Alemania,
llevó a los Talleres a hombres provenientes de muy diversas
extracciones ideológicas, que van desde las metafísicas hasta las
racionales.
En Francia, los partidarios de la familia
real escocesa de los Estuardo, desplazados del trono inglés por los
Hannover, y emigrados a París, fueron los grandes impulsadores
de los llamados Altos Grados. Masónicos. De hecho, a las Logias en que
se practicaban se les comenzó a conocer como Escocesas y correspondían a
lo que hoy denominamos, dentro del Rito Escocés Antiguo y Aceptado,
Logias de Perfección.
Para ser admitido en una de esas Logias Escocesas, en la
segunda mitad del siglo XVIII se requería no solo ser miembro activo
de una Logia simbólica, sino además haber ocupado, por lo menos, uno
de sus tres cargos principales.
Por la circunstancia particular de que tradicionalmente los Maestros Masones Escoceses acostumbraban usar el color
rojo, este color pasó a ser el de las Logias Escocesas, y
como los Maestros ingleses se decoraban con un cordón azul se fue
generalizando la denominación de Logias Azules para las que se ocupaban
de los tres primeros Grados simbólicos. La costumbre ha llegado hasta el
siglo XXI.
Pero a la vez que se distinguió a las logias por colores, también
llegaron miembros con diferentes creencias, misticismos y corrientes
esotéricas, de esta forma llegaron a la Orden los Rosacruces,
los que afirmaban descender de los Templarios, los que venían
de pelear con los curas, los netamente racionales, los
platónicos, los pitagóricos, los de la Cábala, los dionisíacos,
los herederos de los Misterios de Isis y Osiris del antiguo
Egipto, los iluminados, los alquimistas, los hugonotes, los teósofos,
los ateos, los deístas, los teístas, los agnósticos, y un largo
etcétera.
Lo cierto es que ninguna de estas corrientes de opiniones y
de creencias o no creencias, sobre la mortalidad o inmortalidad
de la vida, o sobre la existencia de un alma que sobrevive a la muerte biofísica, o sobre una figura suprema creadora, controladora y/o reguladora del universo,
nace y surge de la Masonería, sino que llegan a ella tardíamente como
por aluvión, y se le incorporan como un afluente lo hace a un río.
La forma en que la Masonería del siglo XVIII solucionó las
diferencias conceptuales de sus miembros, en medio de este maremagnum
ideológico, fue estructurando espontáneamente sistemas
de Grados, más o menos eclécticos, con contenidos diferentes a los tres
que acababa de concebir, cada uno con una orientación específica y un
encadenamiento particular.
Poco a poco, estos Grados, y sus sistemas, se fueron
juntando hasta que finalmente se nuclearon en asociaciones
denominadas Ritos, con diferentes extensiones. Existen, y han
existido desde entonces, Ritos de 3, 5, 7, 9, 33, 99 Grados, etc.
El término Rito deriva etimológicamente de la palabra latina
Ritus, que designaba un formalismo o algo convencional. Desde
la antigüedad existían algunas prácticas a las que se le
imponía que fueran realizadas solemnemente con el fin de que se grabaran
en la imaginación. Los gobernantes procuraban la repetición de
gestos, coros, signos, símbolos,
palabras, canciones, etc., para crear acondicionamientos uniformes
en la realización de prácticas colectivas denominadas Ritos.
En la historia se conocen ritos religiosos, jurídicos,
militares, familiares, morales, etc., entre otros: La Masonería no
escaparía a esta disciplina.
Un Rito, para ser eficaz en la transmisión de una influencia, debe contener fórmulas y procesos
vivénciales que den ritmo y armonía, así como consistencia,
permanencia, unidad, pertinencia y particularización, además de
condiciones y experiencias grupales sensitivas.