"Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos"
Un cronista reportó de forma documental que Arnold Amaury, el monje que lideró la cruzada contra los albigenses, pronunció esta frase fuera de la ciudad de Beziers el 22 de julio de 1209. Sus cruzados le había preguntado cómo diferenciar a los creyentes católicos de los herejes cátaros.
Un cronista reportó de forma documental que Arnold Amaury, el monje que lideró la cruzada contra los albigenses, pronunció esta frase fuera de la ciudad de Beziers el 22 de julio de 1209. Sus cruzados le había preguntado cómo diferenciar a los creyentes católicos de los herejes cátaros.
Las instrucciones de Arnold fueron ejecutadas con trájica precisión, y toda la población de Béziers "unos 7 u 8.000" hombres, mujeres y niños" fueron asesinados indiscriminadamente.
*La Autora del Artículo indica 20.000; pero todos los historiadores consideran que dicha cifra está, en extremo, exagerada.
Nadie puede afirmar, a ciencia cierta, si realmente Arnold dijo aquellas palabras, pero lo que sí se sabe es que esa ideología era la esencia de la cruzada contra los cátaros, y esa ideología ha surgido entre los seres humanos una y otra vez a lo largo de la historia, incluso hasta nuestros días en los pasillos del gobierno de los Estados Unidos, entre otros. Las consecuencias son siempre, siempre las mismas, algo de lo que los actuales gobiernos del mundo no parecen darse cuenta, haciendo bueno el dicho: quienes olvidan la historia están condenados a repetirla.
Hay muchos paralelismos entre aquellos tiempos y nuestro presente pudiendo servirnos bien para examinar lo que realmente está sucediendo ahora.
Algunos historiadores modernos han teorizado que el catarismo no era, debido al hecho de que se trataba de una religión completamente diferente y que no tenía nada en común con el catolicismo tal como lo conocemos, una herejía.
La mal denominada herejía cátara se basaba en la cuestión del bien y del mal. El hueso irreductible de la discordia entre los cátaros y la Iglesia Católica fué el papel y el poder del mal en la vida de los seres humanos.
Para los cátaros, el dios del judaísmo y de la Iglesia Católica era un Arconte de la obscuridad. Ellos rechazaron totalmente el Antiguo Testamento como la obra de este dios del mal.
El Dios Cátaro era un Dios de la luz, que gobernó la conciencia invisible y no se inmiscuía en los asuntos humanos. Al Dios de los Cátaros simplemente no le importaba si alguien se metía en la cama antes de casarse, o si se casaban judios con árabes, negros con blancos, hombres con hombres o mujeres con mujeres. Para los cátaros, éste mundo era material, la búsqueda del dinero, poder y posesiones, que reconocían como el sello distintivo de la idolatría.
Los cátaros creían que debía tratarse de una libre elección, por cada individuo, en cuanto a si querían o no renunciar a la vida materialista para llevar una vida de abnegación, para purificarse de los deseos materiales y por lo tanto ascender a un mundo diferente, un edénico estado de pureza. El único infierno concebido por los cátaros era que si una persona no había elegido purificarse, ella reencarnaba una y otra vez hasta que sus deseos materiales y las pasiones se quemaran en los sufrimientos de la vida material. En resúmen, esa era la condena eterna: La vida en la Tierra y su retorno permanente, como en el Día de la Marmota.
El dualismo gnóstico no es nuevo tampoco, sino que es una noción que ha sido compartida por otros credos a lo largo de la historia. Para los cátaros, sin embargo, la única elección estaba dentro de cada ser humano. Fué en la consciencia humana que la chispa divina se alojó como "El Reino de los Cielos" que está dentro de cada uno, en nuestro corazón, y ésta chispa era un remanente de un estado anterior angelical de la existencia que poseía el potencial de redimir a los hombres. Para los cátaros, es aquí, en éste mundo, que el Ser espera a ser liberado de los ciclos de la reencarnación.
Debería ser obvio. Si tales ideas eran ciertas, los sacramentos de la Iglesia Católica eran nulos y sin valor, y la propia Iglesia "presúntamente cristiana" era un fraude, un engaño cruel jugado por aquellos que sólo buscaban el poder. Si tales ideas eran ciertas, el estado de los seres humanos nunca debería de ser considerado del mismo modo otra vez.
Si todo el mundo creyese como los cátaros lo hacían, que un rey en una vida podría ser una sirvienta en la siguiente, un judio en una vida podría ser un árabe en la siguiente, y que las mujeres podrían ser seres espirituales altamente evolucionados "incluso líderes" ésto daría un giro social completamente diferente de cómo los seres humanos deberían comportarse respecto a los demás.
Una de las acusaciones más graves contra los cátaros fue su repugnancia hacia cualquier tipo de juramento. Es difícil entender ésto ahora, pero puede ser comparado con la idea de que un contrato terrenal moderno no tiene poder vinculante cuando las cuestiones de la moral y la ética entran en escena.
La toma de posesión de los juramentos, especialmente los juramentos de lealtad, fué el fundamento contractual de la sociedad feudal. Le dió un peso sagrado a los controladores de la Jerarquía de la Iglesia Católica. Si un individuo rompía un juramento, podía ser condenado por la autoridad de la Iglesia al infierno mediante la excomunión. Reinos, sucesiones, obligaciones de servicio, todos fueron creados, transferidos y mantenidos por la mediación de la Iglesia. Se podría decir que los "juramentos" fueron un "corporativismo medieval"
El catarismo enseñó que el hombre y la mujer eran uno. Un ser humano se reencarna una y otra vez como campesino, rey, niño, niña, maestro, funcionario, pero lo que realmente importaba era la propia divinidad inmaterial, andrógina, o mejor dicho, sin sexo, un yo espiritual. Eso hizo un daño irreparable a las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre el estado pecaminoso de la mujer, la exclusión de las mujeres de la herencia, la "caída del hombre" a través de la tentación de Eva, y así sucesivamente.
En resúmen, el catarismo fue una de las mayores amenazas a los poderes fácticos que hayan existido jamás, al igual que ahora. La Iglesia y los reyes y los gobernantes que dependían de la Iglesia para controlar a la gente y dar peso a sus contratos, no podía permitir que tal herejía se extendiera.
Alentados por la Iglesia Católica, en su nefasta alianza con el poder, inició la búsqueda de aristócratas, el poder de la Europa feudal cayó sobre el Languedoc en una furia desproporcionada. En cierto sentido, se podría decir que se trataba de una guerra entre la libertad espiritual y el corporativismo espiritual. La civilización occidental había llegado a una encrucijada similar a la encrucijada que los cátaros enseñaban, que existía dentro de los corazones de los seres humanos individuales: Un retorno a la conciencia de los reinos angélicos, o un nuevo ciclo de repetir una y otra vez el dolor y el sufrimiento de la existencia en este valle de lágrimas que llamamos Tierra.
Una campaña de propaganda se puso en marcha. Emisarios papales, que llevaban el hábito manchado de sangre, expiados en la tragedia de un país abandonado a los estragos de la herejía. Éste fué el equivalente de lo que nos mostraron con la caída de las Torres Gemelas en la televisión una y otra vez acompañada por la retórica incendiaria contra el Islam.
Así como vemos en la actualidad, así ha sido a lo largo de la Historia, calumnias fantásticas fueron creadas y se extendieron sobre los Cátaros cuando estaban en su apogeo, después los judios y más tarde los templarios y ahora los musulmanes. La propaganda insidiosa de la Iglesia Católica difundía la noticia de que los cátaros consumían las cenizas de bebés muertos y se entregaban a orgías incestuosas. Los cátaros fueron acusados de homosexualidad, sodomía, y otras aberraciones inclasificables. Se decía que profanaban los cálices de la comunión y que declamaban blasfemias contra los santos, declarando que estaban "condenados".
Los esfuerzos de esa propaganda tuvieron tanto éxito que los voluntarios para "matarlos a todos" salían de todas las clases sociales. No sólo los caballeros sin tierras que tenían la esperanza de la adquisición de algún feudo para los suyos, si no también campesinos y burgueses. Las cruzadas, en general, se habían formado con una gran parte de la estructura social de la aristocracia europea occidental. Era una manera de apropiarse de la tierra por el saqueo. Lo que hizo tan popular a las cruzadas fué la aprobación de la Iglesia.
Los que fueron a la guerra "por la Iglesia", estaban convencidos de que mediante la práctica de una Profesión "la de guerrero y asesino" que en otras circunstancias no sería, en nada, causa de salvación, en éste caso contra los cátaros, servirían a Dios, y así estaban salvando su propia alma. Los que participaban de las cruzadas gozaban de indulgencias, privilegios, y podrían ganar el perdón de los pecados más atroces mientras que se les perdonaba la apropiación ilegal de tierras, el pillaje, ganando fama y fortuna inmerecidas.
La Historia de las cruzadas contra los cátaros es una historia terrible del triunfo del Arconte de la Obscuridad sobre la Luz del Espíritu y de la Libertad. Hemos vivido, en ese tipo de Sociedad intolerante que fuera creada, por la supuesta cristiandad católica de occidente, desde ese momento histórico.
Laura Knight