martes, 18 de septiembre de 2012

El Regreso de los Lloigor




"Me dijo que había una diferencia muy importante entre los lloigor y los seres humanos. Los lloigor eran profundamente pesimistas. Urquart subrayó que difícilmente podíamos imaginar lo que esto significaba. Los seres humanos viven con esperanzas de diversa índole. Sabemos que tenemos que morir. No tenemos idea de dónde venimos, ni adónde iremos. Sabemos que estamos expuestos a los accidentes y a las enfermedades. Sabemos que raramente alcanzamos lo que queremos; y si lo alcanzamos, dejamos de apreciarlo. Sabemos todo esto, y sin embargo, seguimos siendo incurablemente optimistas. (...) Desgraciadamente la tierra no es propicia para el pesimismo a nivel subatómico. Es un planeta joven. (...) De ahí la leyenda de que los lloigor crearon al hombre para que fuese su esclavo. Para contrarrestar la hostilidad de la tierra misma".
El regreso de los lloigor, Collin Wilson.

Los lloigor son unos seres imaginarios de otra dimensión que aparecen en el universo de ficción dentro de los mitos de Cthulhu engendrados por H. P. Lovecraft. Sin embargo, cuando leía un librito que recopilaba varios de ellos, me quedé pensando que tal vez no fueran tan imaginarios. El pesimismo y el optimismo son fuerzas antagónicas que luchan entre sí en nuestro interior. Cuando gana el optimismo somos capaces de cualquier cosa. Sin embargo, cuando pierde, perdemos la esperanza y no somos más que borregos.

Llevo mucho tiempo pensando en escribir estas líneas pero nunca encontraba el momento. Sabía que sería inútil y prefería cerrar los ojos. Esperar el suspiro que anunciase el fin del mundo sin enterarme siquiera. Es complejo aceptar la impotencia a la que uno se condena cuando pierde la esperanza. Cuando no eres tú sólo el que sufre la pena de la resignación. Saber que siempre será demasiado tarde.

Los lloigor de carne y hueso necesitaban esclavos que levantasen su imperio y además los legitimaran como amos. El dinero fue la droga que alimentó nuestro optimismo. No sabíamos - o no quisimos saber- que no sólo envenenábamos nuestro hogar, también nuestras mentes y corazones. Dimos legitimidad a los mercados para decidir y para gobernar, y los lloigor fueron tan inteligentes que aceptamos los grilletes incluso sabiendo las consecuencias. Contaminación, esclavitud, indignidad. No importaba siempre que no nos tocase a nosotros.

Ahora el mundo debe de estar lo suficientemente avejentado para que ya no hagamos falta a los lloigor. Nuestra esperanza les estorba, nuestro optimismo es una piedra en su camino. Por eso han cambiado las tornas y empiezan a sembrar en nuestro mundo las semillas de su pesimismo.

Durante siglos la humanidad ha avanzado bajo la base de la confianza. En la naturaleza, en los dioses o en los líderes. En los unos y los otros. Eso no quitaba para que no se equivocaran, pero también existía el compromiso y el honor. Había guerras y asesinatos, pero nunca se perdió la noción de justicia, por retorcida que ésta fuera. Ahora los líderes no son más que "expertos" que si aciertan ganan y si no aciertan... ganan ellos también. En Grecia, Italia y en el BCE están antiguos empleados de Goldman Sachs, responsables de las cuentas fraudulentas del país heleno. Las agencias de rating -Standar's & Poors, Moodys- no aciertan nunca y no pierden legitimidad. Los gobernantes tienen la panza llena y nunca nadie les pide cuentas por su gestión.

Porque los que siempre ganan son corruptos, tramposos y nunca van a perder. Y afirmo esto, lo leemos y reconocemos que es cierto sin espantarnos. Nuestros políticos se suben el sueldo un 33% mientras piden austeridad y sólo mentamos a sus madres para nuestros adentros, pero seguimos legitimándolos. De hecho han conseguido que perdamos la guerra antes de presentar batalla, e incluso rendidos, no somos capaces de llorar por nuestra desgracia. El mal ha triunfado porque los hombres buenos no hemos hecho nada por cambiarlo. Porque nos han convencido de que no se puede.
En estos momentos tenemos una pierna infectada. Hemos esperado mucho tiempo un diagnóstico y un tratamiento, porque no exigimos -solo unos pocos- que nos lo dieran. Ahora tenemos dos opciones: optar por el cirujano que amputará toda la pierna y aceptarlo con resignación aunque nos condene a la invalidez y la dependencia, o exigir a los mejores doctores que tengamos a mano que conserven la mayor parte de ella y construyan la mejor prótesis posible. Que se dejen la piel en ello y asegurarnos de que lo hacen. Mirar al frente y no resignarse a olvidarse de andar.

Si nos quitan la sanidad ahora a los sanos nos parecerá un sacrificio necesario, menos cuando enfermemos. Los que trabajemos pensaremos que la prestación por desempleo es un gasto excesivo hasta que nos quedemos en el paro. Los que no tengamos hijos pensaremos que la educación pública es un despilfarro hasta que procreemos. El mundo de la tele, de los blogs, de las radios... está creado por personas con trabajos, salud y posibilidades. Nuestra mentalidad es la de señores aunque no seamos nada más que esclavos. Y como señalaba Beltor Bretch, cuando queramos darnos cuenta será demasiado tarde.

Qué miedo da retroceder. Me aterra que mi tía no pueda tener un tratamiento para su cáncer porque futuros enfermos consideren negativo pagar por lo que no gastan. Me aterra que a mi sobrina le atraquen unos adolescentes sin cultura porque consideramos que la educación de calidad sólo era para los más pudientes. O que me quiten la beca del máster y mi futuro laboral quede truncado indefinidamente. Me aterra que mis padres olviden todo lo bueno y que terminen sus vidas peor de lo que las comenzaron sin ser, bajo ningún concepto, culpables del crimen del que los han acusado lod expertos. Me aterra que tras tantos siglos de lucha volvamos a un sistema estamental donde los ricos tendrán y vivirán más y mejor mientras que los pobres estarán condenados a la pobreza y el pesimismo. Y encima crean que se lo merecen.

Solidaridad, confianza, esperanza. Ni Alemania ni China nos van a salvar porque, ¿lo haríamos nosotros? El domingo parece que sólo nos queda la resignación. Entre los millones de expertos que se contradicen sólo pueden tener razón los que dicen que esto se acaba, que tenemos que pagar nuestros pecados, que los ricos son inmaculados o, que en caso contrario, salvarán sus almas con un Ave María. "Os espera una buena" parecen decir los políticos que, desde la confortable perspectiva de unos cientos de miles de euros en el bolsillo, juegan al despiste y se preparan para tomar lo que, legitimamente para millones de votantes, les pertenece.

Parece que han ganado los lloigor y que la esperanza y la juventud de un mundo que miraba al futuro se desvanece. Y aunque no nos de igual, confundamos dignidad y coherencia con la aceptación del destino trágico que parece inundar todo. Estamos predispuestos a ser marcados, maltratados y sacrificados mientras los lloigor y sus "mercados" no dejan de crecer.

Me gustaría decirte que votaras, a cualquiera, pero que votaras. Y que tu voto fuera un puño para hacer frente a los lloigor. Que votaras por los que no pudieron hacerlo, por los que no lo podrán hacer. Que votaras para intentar ganar la batalla, porque sólo se pierde cuando uno se da por vencido. Que votaras y tu voto fuera un grito de júbilo. Que tu voto no se perdiera, que después de su paso por la urna salieras a la calle a exigir que quieres seguir andando y que tu camino es hacia delante; que tu voto fuera una marca a fuego en la piel de los políticos y que les exigieras una solución, esta vez haciendo caso a los que ven la botella medio llena. Te pediría que no te venciera el pesimismo, porque con el optimismo hicimos tantas cosas... 

Pero no te lo diré, te diré otra cosa. No estás solo, no estás sola. Que no te engañen, los lloigor no son más. Hay más buena gente que mala ahí fuera, aunque intenten convencernos de lo contrario. No, no estamos solos. Al final, si queremos, habrá una solución.

No dejemos que regresen.

Salud & aventura.

PD: Escribo esto porque, aunque tarde, es lo único que puedo hacer para salvar a la gente que quiero de mayores pesares. Nada puedo más... sólo votar.