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lunes, 26 de septiembre de 2011

Neutrinos ¿Solo partículas subatómicas?

Cualquiera que nos conozca, medianamente, se habrá acordado de Aralba cuando en estos últimos días los medios de comunicación han mostrado alguna extraordinaria conclusión, acerca de la aun más extraordinaria velocidad de los neutrinos. Algunos medios poco informados han dado incluso, a la partícula subatómica, la categoría de algo nuevo y no conocido hasta el presente.

Por otro lado, los científicos más innovadores y especulativos vienen buscando, desde hace tiempo, en sus enormes aceleradores de partículas al Taquión: Una supuesta partícula que podría viajar a mayores velocidades que la Luz, cosa que como sabrán todos, por lo estudiado en el colegio, es algo imposible desde el punto de vista de la más que aceptada Teoría de la Relatividad.

A parecer, los Físicos si no han dado con el Taquión sí que lo hicieron con el Neutrino. Durante la friolera de tres años de exhaustiva investigación les ha venido mostrando a los científicos que él sí se puede mover a velocidades hiperlumínicas. De algún modo encontraron, desde hace tiempo, a uno de los pequeños hermanos del teórico Taquión.

En la astrofísica hay dos tendencias a la hora de estudiar el origen y destino del Universo. Una opina que tras el Big Bang el Universo está condenado a extenderse interminablemente hasta su enfriamiento final, Teoría conocida como Expansión Indefinida; por el contrario, la otra nos viene a comunicar que algún día la expansión del Universo se frenará, por la Gravedad producida por la Materia existente, para terminar colapsando en algo denominado como Teoría del Big Crunch; pero para que esto último sucediera se necesitaría una determinada cantidad de masa crítica en el Universo y que por las mediciones realizadas hasta el presente, esto no pareciera suceder. No obstante, los científicos no se han rendido ante esa aparente evidencia y vienen buscando, desde el principio, algo conocido como Materia Oscura. Oscura por invisible y no detectable; pero no por ello, inexistente. Aquí es donde entra, en juego, el Neutrino y el afán, de los investigadores, por detectarlo primero y estudiarlo en profundidad después.

Esa partícula, bautizada como Neutrino, al contrario que los estáticos quarks como el Protón o el neutrón, es un Leptón y aunque es una mil millonésima parte, más pequeño, que un átomo de hidrógeno y su peso, presuntamente inexistente, solo comparable con el de su primo hermano el electrón ha venido siendo detectada, por medios indirectos, desde mediados del siglo XX, en depósitos de agua situados en el interior de profundas minas, protegidas por enormes paneles de plomo, donde los posibles efectos interferentes externos pudieran atenuarse o eliminarse. Aunque el Neutrino no puede ser visible, por algo se lo ha venido a denominar como partícula fantasma, lo cierto es que su efecto sobre las moléculas de agua y sus átomos deja muestras fotónicas registradas en películas fotográficas y en los sensores CCD más modernos, en forma de rastros de luz.

En nuestra Obra, románticamente, nos ha gustado emparentar como una sola cosa a los neutrinos con los midiclorianos de Jorge Lucas, el Creador de la Guerra de las Galaxias, y que tanto tienen que ver con el origen de la Fuerza que usan, ficticiamente, los esotéricos Jedys.

Los Neutrinos, los Científicos nos dicen que son una especie de subproducto consecuencia del Big Bang, en su origen más antiguo y de las explosiones de las estrellas en su fase final de supernovas, en el más reciente; pero a nosotros nos da que esas partículas, capaces de atravesar la Tierra o planchas de plomo cuyo grosor es de varios metros sin inmutarse, tienen un origen mucho más misterioso. Esas partículas que tienen el vicio de no interactuar con la materia circundante y que ahora, pese a quien le pese, se ha descubierto que pueden viajar a mayor velocidad que el límite establecido por el último paradigma de la Relatividad, la Luz, han provocado un golpe de muerte a los escépticos de los viajes temporales. La última Frontera ha reventado. Primero fue la de volar, después la de la velocidad del sonido y ahora la de la Luz y con ella la del Tiempo, que Einstein estableciera como el máximo de velocidad posible y en la cual se sustentaba, con rotunda firmeza, su Teoría de la Relatividad.

Quizá Einstein, en cierto modo, siga teniendo razón y en realidad lo que tenemos en nuestros laboratorios de experimentación no sea una partícula de este mundo sino de otro que está ínter penetrando al nuestro como el agua en el interior de los poros de una esponja y que se introduce en nuestro Mundo por un cuántico hueco dejado tras la desintegración de las estrellas, o más antiguamente por el que se produjera, en el Universo Original, tras su Implosión y que diera lugar a nuestra/s Explosión/es, Big Bang/s original/es, y a nuestro Universo multidimensional. Quizá el Neutrino es lo único que vincula a nuestro Mundo visible con el invisible del que realmente procedemos. Quizá el Neutrino sea parte de la Metanoia Gnóstica que desde el Mundo Original de los Dioses, a modo de soga, nos es lanzada para que nos agarremos a ella y podamos así retornar a nuestro primitivo Hogar de origen, nuestro Cielo o Paraíso Terrenal.

Es hora de romper con este otro paradigma, como se rompieron otros muros mentales, con anterioridad, e intentar comprender que quizá el Universo no sea solo algo material sino también espiritual. Quizá el Neutrino y otras partículas aún desconocidas por nosotros, sean el nexo de unión entre la materia que nos soporta y el espíritu que nos mueve. Esperemos que los científicos den ese, esperado paso hacia delante y no se replieguen a sus cómodas y retrógradas trincheras. Cinco años más de investigación, necesitarán tras los tres ya utilizados, para que puedan mostrar al mundo que por fin han encontrado las lágrimas de Dios.