sábado, 17 de septiembre de 2011

Hacia la Democracia I


El posible lector pudiera encontrar, en estas páginas, una colección de supuestos políticamente incorrectos o, lo que es más probable, evidentes demagogias. El Autor es consciente de este más que probable hecho; pero no por ello, echaremos la cremallera de nuestra consciencia con el único fin de que los durmientes puedan seguir sumidos en una plácida somnolencia de aparente felicidad.

No queremos, antes de sumergirnos en el maremágnum del supuesto democrático, indicar que estamos absolutamente en contra de todas aquellas dictaduras implantadas por supuestos iluminados. Todas las dictaduras son malas y diremos aún más: Siendo la democracia un mal sistema de gobierno, entendemos que el resto de sistemas ni siquiera deberían considerarse como legítimos. Fíjense que utilizamos el término democracia en minúsculas y con ello queremos indicar que lo que se nos vende como tal no es más que un placebo para mantenernos, a los ciudadanos, quietecitos y tranquilos con el fin de que los gobernantes puedan actuar, a placer, en beneficio de sus propios intereses, de los de su descendencia así como de los propios de sus valedores económicos.

Nunca ha existido, sobre este planeta, una auténtica Democracia. En la antigua civilización de los Civitas atenienses se implantó el término como un sistema de gobierno en el que los ciudadanos podían elegir a sus legisladores y gobernantes; pero no es menos cierto, que los ciudadanos de la Grecia ateniense eran unos pocos privilegiados, ya que la inmensa mayoría no eran más que esclavos y mujeres cuyos derechos solo dependían de la buena voluntad de sus amos, padres, esposos y hermanos. Ya, en aquella lejana época se puso de manifiesto que la utópica democracia era sensible a múltiples ataques tanto externos como internos, siendo los más peligrosos los originados en el contexto de su propia debilidad. La Corrupción política, la manipulación de los resultados electorales y la compra de voluntades han sido, desde siempre, los peores enemigos de las pretendidas democracias.

En Europa, primero en Inglaterra y después en America del norte y Francia, ya más recientemente, se implantaron sistemas supuestamente democráticos con la única finalidad de cortar privilegios de la realeza y su cohorte de nobles para así constituir gobiernos burgueses y liberales; pero la burguesía liberal dependió siempre de una masa popular, debidamente manipulada, para poder instaurar sus sistemas de gobierno y así conseguir sus particulares intereses, no tan altruistas como se nos ha pretendido inculcar por la manipulada historia. Así nacieron la Democracia parlamentaria, dependiente de una Monarquía pretendidamente decorativa y la República liberal, mantenida por la Burguesía.

Los dos Sistemas que hemos mencionado son evidentemente injustos ya que mantienen los privilegios de determinadas clases sociales. En el primero, la Democracia parlamentaria, se mantienen los privilegios tradicionales de las monarquías, nobleza y de sus descendencias. En el segundo caso, debido a la manipulación de los sistemas educativos y sanitarios, son los descendientes de la burguesía quienes tienen la auténtica posibilidad de seguir manipulando el Sistema a placer, dirigiéndolo por unos derroteros prefijados y que no son, precisamente, la de los tres supuestos utópicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. En ambos casos se mantiene algo que está fuera de cualquier tipo de sentido común: La Propiedad de la Tierra y sus recursos así como el derecho hereditario de dichos privilegios.

En un Sistema democrático, plausible y no utópico, sería ilegítimo el mantenimiento de los privilegios de las castas, dado que la igualdad de los individuos es incompatible con el poder de manipulación que poseen los auténticos detentadores del Poder en las sociedades. Es cierto, igualmente, que los puntos democráticos que se han conseguido en la historia han sido promovidos por algunos individuos, con consciencia, de las clases altas e intermedias; pero siempre han necesitado de la revolución y sangre del pueblo para llevarlas a buen término; pero el problema consiste en creer que los hijos y los hijos de los hijos de las mentes inductoras de las revoluciones democráticas van a seguir manteniendo los principios morales y éticos, de sus progenitores. 

Es evidente, por el estudio de la historia universal, que esto no ha sucedido nunca y que lo que el pueblo ha conseguido en momentos puntuales, gracias a unos pocos poderosos, inductores, con mala consciencia, con el tiempo lo ha ido perdiendo, dado que el propio pueblo no ha podido decidir su futuro y no lo ha podido hacer porque las democracias existentes siguen manteniendo, en su Ser, a sus peores enemigos: La Corrupción y la Hipocresía. Quien llega al Poder por convicción termina por corromperse y buscar su propio beneficio y el de su Línea de Sangre. 

Esperamos, en los siguientes capítulos y con vuestra plausible colaboración, intentar mostrar a quienes detentan el Poder que es posible andar el Camino hacia la auténtica Democracia; pero para ello hay que mantener en movimiento a la maquinaria del Sistema. Cualquier parada por tiempo corto o indefinido comporta un perjuicio muy grande en la consecución de la auténtica Democracia, algo que ahora sí, podrán ustedes estar de acuerdo con nosotros, en la actualidad no existe, mal que nos pese admitirlo. 

Tendencia democrática, vías hacia la democracia sí; pero mientras los individuos, los ciudadanos, no sean fácticamente iguales en sus derechos y deberes, con el fin de no poder ser manipulados en sus legítimas decisiones, no podrá llegarse a la implantación de un Sistema Democrático auténtico y sin privilegios reales, nobiliarios o burgueses: Todos los Seres Humanos nacemos desnudos y mal que les pese a los adinerados, todos pasamos por la muerte. Lo justo y democrático es que todos los individuos del Planeta tuviésemos las mismas oportunidades sin privilegios de herencia, familiares o de sangre. Mientras esto no se consiga, las supuestas democracias no dejan de ser más que eso, una falacia, un engaño, a superar.

Aralba


Anteriormente publicado en Suburbios de la Razón:
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