viernes, 16 de diciembre de 2011

Un Hereje confeso contesta a Dios

Esto es una contestación a un breve artículo de Suburbios de la Razón y que, no sé porqué motivos no he podido responder in situ. La letra azul se corresponde con el artículo original, la negrita es nuestra.

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Si, sí ya sé Señor Silencio que diréis que soy muy predecible porque contesto a vuestra provocación:


Palabras de Dios:

Dios no “es” Dios. Dios no “existe”. Dios “no es”. Simple y llanamente Dios es en sí, sin necesidad de ser en sí, porque ya lo es. No necesita del Hombre para ser, puesto que ya es.

Dios, como el resto de nombres que intentan nombrar a la Entidad Suprema que subyace, inter penetra y supera al multicosmos de multiversos es una falacia inventada por un ser humano y que se ha venido repitiendo, por las edades, hasta convertirse en presunta verdad; dado que ese Ser como tal no existe; pero su esencia sí dado que todos estamos hermanados por ella, desde el más minúsculo corpúsculo Bosón de Higgs hasta la mayor concentración de galaxias existente compuesta, en su totalidad, por un inmenso e ininterrumpido campo de Higgs.  Dios no necesita nada ni de nadie por la simple razón de que no existe según la natural concepción aceptada. Existimos nosotros y lo que nos rodea y algunos se empecinan en llamarlo Dios.


Desde nuestro pequeño rinconcito vemos pasar las sombras y las etiquetamos. Cuando percibimos, sentimos o pensamos la trascendencia, hablamos de ella, la nombramos, la describimos, discutimos, formamos y hasta incluso nos matamos. Todo ello lo hacemos desde la perspectiva léxica y su adjunta semántica. No lo hacemos por causa de la trascendencia que transciende al significado trascendente de esta palabra.



En el principio era el Verbo y el verbo era Dios. El léxico, la palabra es la manifestación cuasi-tangible del pensamiento la verdadera esencia de la Originalidad del Hombre y de todo lo existente, visible o invisible. Lo de matarnos es un simple juego por el que sufrimos indebidamente. Ya sabemos que es fácil decirlo y difícil aceptarlo; pero dada la inmortalidad del Espíritu: La verdadera Esencia Original (Divina si se quiere); es estúpido el sufrimiento que no el sentir. La Ignorancia de nuestra personalidad es lo que hace que no podamos ser felices y nos embarga de terror y miedo hacia la superstición. Siendo conscientes de que como Ser Original somos eternos ¿Qué sentido puede tener preocuparnos en exceso por nuestra presunta vida o la de nuestros semejantes? Mal dicho, pues la vida es eterna, más bien diríamos que lo que hay aquí es un continuo subir y bajar el telón de una obra teatral que no termina de acabar; es decir, ficción. 


Es un absurdo hablar de diversas concepciones (del mismo) Dios, puesto que sin palabras, éste sigue siendo Dios, sin “ser” Dios. Dios “no es” el Universo; Dios “no es” el Todo; Dios “no es” el Tao; Dios “no es” Alá; Dios “no es” cuerpo físico ni sutil; Dios “no es” la gnosis; Dios “no soy” yo.


Por eso los gnósticos prefieren no utilizar esa palabra, ese nombre inventado por la marioneta que es el cuerpo del Hombre, las sílabas y consonantes tan perecederas como las moléculas que conforman la laringe y sus cuerdas vocales. Podríamos hablar de Ser, Vida y Existencia. Aparentemente podría parecer que existe una jerarquía y hasta cierto punto esto es así para que el escenario de la vida holográfica actual pueda seguir manifestándose como aparente realidad. Es evidente que el Ser no es la Gnosis; sería como confundir al hombre con su discurso. Al hombre, con sus acciones y al hombre con sus pensamientos. La Gnosis es la luz primordial, el Campo de Higgs si se quiere, que lo inunda todo y donde está contenida la información génica de todo lo existente, lo que fue y lo que habrá de ser.  “En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”: Evangelio de Juan capítulo 1 versículo 1º: Todos somos uno y todos somos todo y decir fuera de nosotros es imposible. Sí, el Hombre también es su palabra, sus sentimientos y sus hechos o haberes.


Dios “es” sin ser lo que nosotros le atribuimos como “es”. Dios no habla, no escribe, no piensa, no siente. Ante nuestra urgente necesidad de existencia vital más allá de nuestra realidad, solo podemos “ver”, aunque para ello es necesaria la humildad y la valentía. Este “ver” del que hablo es un recurso útil en esta disertación aunque contaminante para su fin último. 


El Ser no necesita de nada y está formado por todo. Es el Ser el Único que Vive y por lo tanto es quien hace, escribe, habla y vive a través de nuestro vehículo orgánico y a través de todas las criaturas, todas sintientes, aunque presuntamente, como las piedras no lo parezcan. Solo la ilusión holográfica de la actuación teatral está sujeta al miedo el terror, la cobardía y la falsa humildad. El Ser Eterno, sabiéndose inmortal, no puede dejar de ser valiente y objetivamente aristocrático. Toda partícula, presuntamente contaminante, como virus y bacterias son aceptadas por el Ser pues forman parte de él. El error es considerar a nuestro Cosmos biológico como un sujeto a aparte de todos sus componentes incluidos los presuntamente infecciosos o invasores. En ese aspecto, el Ser Humano es tan infeccioso para el vehículo de la Tierra como el virus del Sida lo es para el vehículo del Hombre.


Escribo esto como necesidad de plasmar exteriormente “experiencias” no-léxicas, ni místicas, ni ultrasensibles, ni trascendentes. Dios “habla” sin hablar y yo plasmo sus palabras contaminándolas con mi existencia.


Silencio

Pues todo eso, querido Amigo Silencio, también forma parte del Ser, del Hombre Original y por lo tanto de lo que algunos nombran como Dios; pero Dios, aunque ahora no lo quieras reconocer, también eres tú, aunque no te dejes encanecer la barba.

Todo mi respeto para el Tao y la voz del silencio; pero si se han dado cuenta no es mi particular Religión, sino nuestra propia noción del Ser. Si el Orgullo es malo, la humildad es nefasta y solo es una herramienta de manipulación en manos de estúpidos ignorantes. El Ser Humano, como parte del Ser, tiene pleno derecho a que se le respete su origen divino y aristocrático.




Aralba

Artículo original en Suburbios de la Razón: