Como ustedes saben me hago llamar
escritor y aunque no somos periodista sí que poseemos la misma innata
curiosidad y somos capaces de embadurnarnos de petróleo con tal de sacar a la
verdad alguna enigmática y probable noticia.
Hace cierto tiempo, más de un año
seguro, escribimos al respecto del BDSM con lo poco que pudimos recabar en la web y dado
que teníamos cierto capricho por la Película de Culto, Historia de O, que trata
de eso pues hemos decidido experimentar en nuestras propias carnes. Porque si no se han enterado, estamos hablando de Bondage, Sado
Masoquismo.
Soy una persona dada a mitificarlo
todo y, como no podía ser de otro modo, en mi mente coloqué a este tipo de
prácticas en una especie de altar olímpico, dándole un tinte espiritualista muy
lejano de su verdadero carácter puramente instintivo, básico y primario.
Por la poca experiencia en estos
asuntos, mínima, creo entender que entre sumisos y dominadores se crea cierta
dependencia de carácter ancestral, entendiendo por ello la necesidad de los
débiles de ser protegidos por los más fuertes. Me recuerda bien los reportajes
de Don Félix Rodríguez de la Fuente cuando el lobo perdedor, en la querella
canina, coloca su cuello al alcance del ganador, demostrando así su dispuesta
sumisión.
En realidad, para una persona
normal, cuesta trabajo acostumbrarse a que una persona desconocida te llame
perro, gusano u otras expresiones lindas igual de brillantes y poco ofensivas. Creo
que el Tema consiste en anularse; o más bien dejar que anulen tu voluntad, de
forma voluntaria, para que la mente se largue despavorida y el cuero, la carne llana, quede a merced de los instintos más
primarios.
Ahora bien, el BDSM sería
terrible si la mente hubiese escapado del todo; dado que no existiría algún
tipo de consenso entre dominador y sumiso. No habría límites en el castigo y el
delicado y frágil cuerpo humano podría romperse en mil pedazos y encontrar de
forma accidental la muerte.
Estamos tratando de un suelo
embarrado y terriblemente resbaladizo, así como ignoto y oculto en las
catacumbas de la hipocresía social y el timoratismo eclesial, donde alguien
podría usarlo como un arma para delinquir, poder chantajear a quienes buscan
ese trato ominoso y tan mal visto por la sociedad común.
¿Qué les parecería que tras
mantener una relación masoquista, en supuesto secreto, con una persona
desconocida, aquella les solicitara dinero por no hacer público el contenido de
tan tórrida y mal vista relación? Porque aquí delo que se trata es de ¿Quién posee
límites morales? Siempre, desde que el Mundo es mundo, el inmoral es quien gana
las batallas sobre este planeta porque no posee al enemigo interior; sin
embargo, quien está atado a las cadenas de la moralidad se encuentra cohibido
incluso ante situaciones puramente defensivas.
Esto hace, más difícil, si cabe,
el poder encontrar personas de confianza dentro del mundo soterrado del Bondage
y del Sadomasoquismo, donde se puede experimentar un retorno a las cavernas de
nuestro Ser más primitivo y esencial. ¿Qué hay de malo en visitar, de vez en
cuando, a nuestro gemelo animal en el enigmático Teatro del BDSM?, a nuestro
Instinto más básico y primordial.
Aralba