miércoles, 15 de mayo de 2013

La adolescencia de la Humanidad




(A buen entendedor pocas palabras bastan, la Vida es una Metáfora)



En el transcurso de mis cincuenta y siete años de edad, he podido comprobar en mí mismo y en mi entorno que la actual civilización humana se encuentra en pleno estado de adolescencia, en lo que algunos denominarían la edad del pavo. Ese afán de intentar auto demostrarnos que somos útiles, mejores que la gente que nos rodea y en exceso vitales, hasta el punto de dirimir nuestras diferencias a mamporros, con derramamiento de sangre y muerte incluidos.


De esto no se libra ninguna organización humana sea civil, militar, religiosa o esotérica. En el transcurso de mi experiencia siempre he visto un mismo modo de proceder: Donde parecía que existía una cierta tranquilidad y amansamiento civilizado, de repente surge una explosión de vitalidad del ego y la confrontación produce la ruptura, la enemistad y la destrucción.


Es evidente que son muchos los motivos que producen estos hechos por los que invariablemente el Ser humano discurre en el transcurso de muchas generaciones; pero pareciera que no somos capaces de quitarnos de encima dicha enfermedad. Lo he visto en las Iglesias religiosas, en la política nacional e internacional, en la economía y en las organizaciones fraternales y filantrópicas, incluso en las ONG de carácter más humanitario.


Es como si existiera, en el individuo, un afán de demostrarse a sí mismo de lo que es capaz. De gobernar una entidad cualquiera, sea ésta del carácter que fuese, de gobernar un país concreto o el mundo si pudiera ponerse a su alcance. Todas estas actitudes podrían ser  reconocidas, por cualquier psicólogo, como algo propio de un bombardeo hormonal digno de la adolescencia humana.


Quizá ese sea el motivo por el que nuestros Hermanos mayores cósmicos no terminan de ponerse en contacto, de forma abierta, con nuestra especie. No hemos madurado lo suficiente como para salir al cosmos para colonizar sus mundos y viajar a las más lejanas estrellas. Nos falta humildad, a nivel de especie, para reconocer que aún estamos sujetos a fuerzas hormonales que aún no sabemos controlar y que, por ende, pueden resultar tan peligrosas ahí afuera, en el mundo estelar, como lo es en nuestro mundo terrestre, donde las guerras y la explotación de la naturaleza, cada día que pasa, nos acerca más y más hasta un estado previo a la extinción biológica.


¿Debemos esperar ayuda del exterior o nos encontramos más solos que la Una? Es imposible saberlo para aquellos que aún no han tenido algún encuentro de abducción en la cuarta fase o, al menos, de simples encuentros en la tercera con entidades extraterrestres alienígenas. No obstante, y muy a pesar de que ellos se encuentran ahí fuera y aquí dentro, entre nosotros, intentando ayudar a la Especie Humana a traspasar la frontera de la violenta adolescencia hacia la serena madurez cósmica,  no pueden mostrársenos con toda su evidencia, pues el Individuo Humano debe reconocer su autosuficiencia y no dejarse arrastrar por un falso sentimiento de que no es necesario el esfuerzo pues nuestros hermanos mayores nos sacarán de cualquier problema en el que nos metamos.


Ellos saben que esto no es así y por lo tanto si intervienen lo hacen con extrema discreción y nos ponen antes situaciones complejas y peligrosas para experimentar si somos capaces o no de controlar nuestras agresivas emociones; dado que, de ello depende que superemos el Curso lectivo, podamos abandonar el Planeta y adentrarnos en la oscura y luminosa inmensidad del Cosmos estrellado en compañía de nuestros iguales hermanos cósmicos.


Queridos amigos, fratres y hermanos:


Estamos siendo permanentemente probados y cada vez que se produce una ruptura es que no hemos sido capaces de superar una prueba puesta por nuestros hermanos mayores utilizando a nuestros propios congéneres como piedras de tropiezo. Hay personas que son fácilmente manipulables, generalmente las que se creen más fuertes y poseen un ego en exceso alimentado. El problema es que no somos capaces de despersonalizar nada de lo que sucede a nuestro alrededor. En la antigüedad, las desgracias producidas por catástrofes naturales eran antropomorfizadas y convertidas en hechos causados por la voluntad de los dioses míticos de apariencia humana. Hoy en día, no hemos cambiado demasiado, y, por miedo, concedemos más poder a nuestros presuntos enemigos del que realmente poseen. Somos sometidos por el chantaje emocional y conducidos a acciones disgregadoras y autodestructivas.


Hasta que el postulante humano no despersonalice cualquier cosa que le suceda en la vida, independientemente de cual sea su origen, personal o impersonal, no estará preparado para subir el siguiente escalón evolutivo y transformarse en el Ser Cósmico y maduro que realmente debiera de ser.
  

Fijémonos en lo importante que es esto de lo que tratamos. Todos somos hermanos y cuando alguno de nosotros actúa en contra de otros, aunque pudiera parecer algo personal y premeditado, resulta que no lo es. Son pruebas que se ponen ante nosotros y que deberemos afrontar con decidida energía; pero con divina serenidad. No, el hermano ejecutor que nos ha puesto la zancadilla no es el primer responsable, tan solo se trata del mensajero que nos sitúa ante la tesitura, donde deberemos tomar una decisión, sea ésta acertada o equivocada. Dependiendo de nuestra decisión haremos lo correcto y avanzaremos o, por el contrario, retrocederemos para, con posterioridad, volver a enfrentarnos con el mismo problema; pero quizá desde otro punto de vista como si de un “Deja vu” se tratase.


Recapitulemos: 

Nos encontramos en un escenario donde se está realizando un examen, una prueba práctica. Nosotros somos los alumnos que se examinan y nuestros examinadores son seres muy avanzados cósmicamente que siempre hemos conocido como nuestros Hermanos Mayores; pero no son ellos los que se enfrentan a nuestras decisiones, somos nosotros mismos mediante nuestros  antagonistas; pero, en el fondo, nuestro contrario solo se muestra a nosotros como si ellos fuesen nuestra imagen reflejada en un espejo. De ahí la necesidad de despersonalizar todos nuestros problemas. Siempre que entendamos que el Enemigo es el Problema y su origen, nos estaremos equivocando y no habremos avanzado gran cosa. Nuestro enemigo no es la imagen ilusoria que tenemos frente a nosotros reflejada en el espejo, somos nosotros mismos, nuestro problema es nuestra adolescencia humana y la solución el conocimiento del problema y la aplicación de la cura, el control, el Autocontrol que demostrará a nuestros Hermanos Mayores que estamos a punto de alcanzar la madurez de nuestra Especie.


ARALBA