Intentaré no hablar de mí
mismo, dado que la mayoría de la gente lo está pasando muy mal; pero sí que nos
atrevemos a dictar algunas bellas palabras para nuestros aclamados chorizos
políticos.
El caso es que me he tirado
tiempo atacando a todos aquellos conspiranoicos que nos vienen hablando de una
serie de extraterrestres reptilianos que quieren convertir al Ser Humano en sus
esclavos prescindibles. Bien, señores conspiranoicos, les pido disculpas, dado que
ustedes tienen razón, la han tenido siempre; pero desde un punto de vista
metafórico.
Nuestros reptiles, igualmente
ávidos de acaparar poder y riqueza, no necesitan máscaras o cualquier otro tipo
de artilugios para esconder su verdadera naturaleza. Son tan poco inteligentes
y solidarios que solo les funciona el cerebro reptiliano. La parte que se ocupa
de las emociones y los sentimientos es como si estuviese cortocircuitada o desconectada.
Llevo ya tiempo viendo la
verdadera naturaleza de algunos de nuestros empresarios, dirigentes y políticos,
tanto nacionales como internacionales y les puedo asegurar que, como poco, les
veo cara y piel de lagartos. Cuando les miras, porque acercarse a ellos es
prácticamente imposible, sientes en tí el frío que supuestamente deben desprender sus
cuerpos.
En la actualidad, la
hipocresía, lo Políticamente correcto, se ha asentado en el trono de nuestros
máximos valores. Ya no se educa a nuestros hijos, se los manipula para que
ellos mismos se vuelvan egoístas y sin sentimientos. Individualistas irredentos
que no moverán un solo dedo, aunque se muriesen sus propios hijos de hambre. Esa es la
legión de esclavos que buscan construir nuestros ladinos señores lagartos de piel verde
azulada.
En nuestro caso no es
necesario que nos coloquemos alguna gafa especial para verlos como realmente
son. De hecho, creemos que ya todos podemos verles el rostro que realmente
tienen y aunque sea de lagarto, parecieran ser de piedra granítica. Hace tiempo
que perdieron el honor, la honradez, el respeto o el sentimiento caritativo hacia
sus semejantes. No nos engañemos, porque aunque sus palabras, hacia la
concurrencia buscada, nos pudieran hacer creer que se trata de personas preocupadas
por sus semejantes, sin embargo es justo todo lo contrario. Detrás de cada ser
humano que pasa calamidades y miseria, ellos ven una oportunidad de medrar y
enriquecerse. Algunas veces suelen donar algunas migajas miserables a las
organizaciones que se ocupan de los desfavorecidos para atraer hacia sí la
mirada de la gente humana, con el único afán de sacarle unos buenos beneficios.
No, nosotros no vamos a
coger el fusil e ir cargándonos los lagartos que se nos crucen por el camino,
entre otras cosas porque tratamos de no ser gente belicosa; pero, también, porque tampoco
tendríamos muchas oportunidades de encontrárnoslos por la calle. Ellos viven en
sus lujosas mansiones, hipermillonarias, protegidas por una tropa de escoltas y
vigilantes armados hasta los dientes. De hecho, aunque supiésemos sus
domicilios y les remitiésemos una carta para decirles que sabemos que son unos
mal nacidos lagartos, sería trabajo perdido, dado que nuestros escritos jamás les
llegarían.
Quiero creer que ellos son
los atrasados y que en su evolución reptiliana, algún día, podrán alcanzar el
estadio humano. Prefiero creer eso a no lo contrario y que casi todo el mundo
rebuzna: Que todos tenemos nuestro precio y que llegado a un cierto estadio
podemos ser corrompidos por un determinado precio. Con toda el alma quiero creer
que esto no es así. Quiero creer que todavía existe gente honrada capaz, al menos, de soltar una lágrimita cuando un niño pase a su lado cargado de negras moscas revoloteando alrededor de su boca
manchada de triste nocilla, arrancada de algún lujurioso contenedor de basura.
Quiero sentir a esos
lagartos como seres en transición al igual que lo son las voraces e insaciables orugas
respecto de las estilizadas mariposas y en las que están obligadas a convertirse.
Quisiera creer, también, que toda la basura y miseria que impregna a nuestro
mundo solo es una maldita ilusión producto
de un ingenuo sueño revertido en la más oscura de las pesadillas.
Llevan mucho tiempo, las
iguanas, lagartijas y otros bichos de sangre fría, gobernando a otros seres, nosotros
mismos, que podríamos ser hasta sus propios dioses. Sin embargo, parecierale al
Ser Divino, denominado Humano, como algo digno, loable y difícilmente alcanzable
el convertirse en esos animalillos de sangre fría que viven parasitándonos,
robándonos la sangre, la vida y hasta la propia alma.
Una buena hostia bien dada
pudiera poner remedio a la situación. Una hostia que les despertara de su largo
letargo y les hiciera comprender que mientras más poder, riqueza y prebendas
busquen en este mundo, más pasos dan en contra de su propia y necesaria
evolución espiritual. Pero es difícil ¿Qué ratón puede acercarse al gato para
ponerle el cascabel? Están aislados, muy protegidos y si la comunicación es difícil, el
acercamiento es casi imposible.
La cuestión es que los
conspiranoicos que ven extraterrestres por todas partes tienen razón. Mucha
razón. Toda la razón. Todos somos polvo de estrellas. Todo se provocó en el
seno de una estrella, quizá nuestro Sol u otra estrella cercana, en el momento
de su formación. Un proceso que ha durado miles de millones de años y que,
quizá, ha pasado por diferentes estadios y en diferentes entornos del lejano
cosmos, como pudieran ser nebulosas de H2O o de hidrocarburos asentadas, con
posterioridad en los embarrizados y húmedos cometas. Uno de ellos, miles o
millones chocaron contra la Tierra cuando se encontraba en proceso de formación y
lentamente; pero sin pausa, la semilla estelar fue tomando un cuerpo tras otro
hasta convertirse en lo que quiera que sea seamos nosotros hoy en día.
Hermosos lagartitos,
leedme, por favor. ¿No sois capaces de daros cuenta que vais como tristes ratones,
ciegos en busca de llenaros los mofletes con todo el grano posible, intentando cumplir con una
poderosa fuerza de la naturaleza conocida como instinto de supervivencia? La diferencia
es que vosotros llenáis vuestras arcas en bancos extranjeros con el fruto de
vuestro medrar en la política y en los negocios. Quizá, muy probablemente, ese pobre niño
hambriento cuyas revoloteantes moscas intentan robarle unas migajas de crema de
chocolate con avellanas, esté a miles de años luz, evolutivamente hablando de
vosotros. Quizá ha venido a este Mundo para poneros a prueba y siento decirlo,
pequeños humanos con cerebro de lagarto, le estáis defraudando y por ello estéis
condenados a seguir unos cuantos millones de años más convertidos en unos
miserables lagartos de sangre fría en busca de un presunto poder que no es otra cosa más que una entelequia.
Luego, no digáis si
pasando el tiempo haciendo tanto daño a los que son vuestros semejantes, el
Destino os revierta el mal multiplicado y os pisoteen el cráneo como si de una
miserable víbora venenosa se tratase. Que me perdone el Ángel Guardián de las
víboras que no va por ellas, solo se trata de una metáfora más.
Solo
Ojos
Aralba,
para
quien nos conozca.