En algunas ocasiones hemos
tratado acerca de lo fácil que resulta manipular la historia por parte de los
vencedores en los conflictos bélicos y, con mucha posterioridad, tergiversarla
por quienes pretenden, con mejor o peor voluntad, ponerla a su propio servicio.
Quien bien nos conoce, sabe que
nuestra búsqueda de la Verdad ,
nos ha conducido a enfrentarnos ante lo que se conoce como políticamente
correcto. Hemos denunciado, por activa y por pasiva, las invenciones históricas
de las más diversas organizaciones esotéricas o filantrópicas que intentan
convertir su origen en algo tan antiguo como el de la propia
humanidad. Por el contrario, hemos bendecido que esas fantásticas epopeyas sean
consideradas como simple simbología con un alto contenido metafórico.
Como ejemplo pondremos el caso
del origen de la supuesta Orden Rosacruz, cuyos únicos documentos conocidos, de
aquel entonces, son la Fama ,
la Confessio
y las Bodas Químicas. La única verdad, independientemente de su autoría, sea
ésta de Valentín Andreae o de Cristopher Besold, es que se trató de un intento fallido de confederar a todas las tendencias reformistas protestantes, tanto dentro del
Continente Europeo como de las Islas Británicas, para hacer frente a la
omnímoda Iglesia Católica de la época. Incluso, en ellos, se critica la
proliferación de alquimistas de toda índole, haciéndose mención de Paracelso
más a título de médico que de otra cosa. Con el tiempo, surgieron movimientos
ocultistas, hermetistas e incluso alquimistas que han venido utilizando dicho
nombre; pero que cualquiera que tenga un poco de curiosidad en su investigación
podrá comprobar que su vinculación histórica, con el movimiento inicial, es
nula. Esta aclaración histórica está verazmente contemplada en el Libro: EL
ILUMINISMO ROSACRUZ de Yates.
De un tiempo a esta parte, en la
misma situación se encuentran tanto Templarios, que tendrán nuestra atención en
su debido momento, como los famosos cátaros, bogomilos o albigenses.
Recientemente hemos tenido la oportunidad de acercarnos a una de las obras más
serias y completas que tratan sobre el Tema: La Hoguera de Montsegur de
Zoe Oldembourg, escrita en la década de los cincuenta del siglo pasado. Tras su
atenta y minuciosa lectura hemos sacado en claro que tanto las cuestiones
religiosas como políticas, por el control del Territorio Occitano, estaban muy
entrelazadas; pero siempre nos topamos con la incógnita de la que todos los
autores hacen mención: Apenas se conoce acerca de la doctrina cátara, salvo por los documentos,
evidentemente parciales y poco rigurosos, de la conocida como Santa Inquisición
o de las románticas canciones de los Trovadores del Lugar.
Es demasiado extraño descubrir
que no hay nada consistente acerca de la Doctrina cátara, cuando, por el contrario, sí que
se conoce todo de la valdense y que la propia Iglesia Católica reconocía como
una simple denominación lugareña de la misma cosa. Pero todo el mundo sabe que
los valdenses tan solo fueron unos de los precursores de la Reforma Protestante
que se llevaría a cabo, siglos después, por Lutero o Calvino, por mencionar dos de los más conocidos. La única conclusión seria que podemos sacar, al respecto, es que las
propias autoridades eclesiásticas tintaron al movimiento valdense con el, para
ellos, satánico maniqueísmo “Herejía sincrética procedente de Oriente, en los primeros siglos del Cristianismo” que
tenía tanto que ver con el zoroastrismo como con el propio cristianismo.
No es hasta los siglos XVIII y
XIX que, algunos investigadores esoteristas, empiezan a desgajar las denominaciones
bogomilos, cataros o albigenses de la naranja valdense. Haciendo, estos autores, oídos a los
bulos creados por la
Inquisición , empezaron a cobrar un carácter mítico de
organización humana totalmente aniquilada, tanto de forma física como de su
herencia intelectual; cosa, esta última, que a nosotros nos parece como mínimo
bastante improbable. Podría decirse, con toda propiedad, que la idea sobre lo que fuera el catarismo, que ha llegado hasta nuestros días, poco o nada tiene que ver con la verdadera realidad histórica, que sí es conocida de las iglesias valdenses.
Otra impropiedad es considerar
como una única y misma cosa al gnosticismo y al maniqueísmo; cosa que es
absolutamente incierta, teniendo que ver la Gnosis , de origen egipcio, más con el
Cristianismo Egipcio Primitivo, al que pertenece la Tradición Valdense
y por lo tanto cataros y bogomilos, que con el sincretismo herético, entre
cristianismo y zoroastrismo, de las iglesias maniqueas.
Es por dicha causa, la
intolerancia doctrinal de las iglesias cristianas oficialmente aceptadas, por lo que la
Gnosis o cristianismo primitivo egipcio que también
practicaban los valdenses ha quedado excluida tanto de la antigua Iglesia
Católico Romana como de la Reforma
Protestante que surgiera de ella. Aunque, eso sí, algunos
movimientos ecuménicos dentro de las diversas iglesias vienen trabajando a
favor de recomponer la única doctrina válida en el Cristianismo: El Amor que
predicara Jesús de Nazaret. Todo lo demás es superfluo y es lo que ha venido
provocando, durante siglos, el enfrentamiento bélico entre Iglesias
hermanas.
Cualquier Idea peregrina, como la Endura “Suicidio Ritual”,
entre otros, que se les adjudica a los cataros no tienen el menor viso de
realidad, dado que la Gnosis
que practicaban era de un carácter científico y que se encontraba muy adelantada a su
época.
ARALBA