Páginas

viernes, 5 de noviembre de 2021

Lección 137, Séptimo Grado, Segunda Orden

 Séptimo Grado, Segunda Orden "Adepto Liberado":

"Chincha rabiña cara de piña"



-¡No!, no soy un Rosacruz"



De cuando en cuando tenemos que realizarnos está auto afirmación para que Yo, no termine creyendo lo contrario, a causa de los inmerecidos piropos que, de cuando en cuando, algunos de vosotros me regala. Gracias pero no, no tengo el majestuoso honor de portal tal nobleza. Usando unas ilustrativas analogías, venimos a ser algo así como un paje para los magos de oriente, el monaguillo para el cura de la parroquia o un delegado de clase en un instituto de enseñanza media.



Lo cierto es que entramos en contacto con el rosacrucismo, hace ya más de cuarenta años con un mero afán de investigar si el Diablo estaba detrás de todo ello. Como debéis de saber algunos de vosotros, si nos habéis seguido hasta aquí, nuestra adolescencia y juventud la pasamos en el seno de una Iglesia Evangélica Interconfesional, y donde nos formamos, de forma sería, en los temas relacionados con las profecías y el milenarismo.



Dado que salí tarifando con D. Ramón, Pastor y dueño del local de aquella Iglesia, decidí irme y ver, por mi cuenta, qué era eso del rosacrucismo y comprobar los satánicos misterios que me estaba escondiendo. Con el tiempo, también conocí a su hija, putativa, la Masonería, pudiendo comprobar que eso del satanismo era algo, como poco, muy exagerado. Con el paso del tiempo, éste inquisidor de la Rosacruz se fue transformando en un defensor primero y en un revisionista histórico después. Ahora, desde la lejanía de tantos años, nos vemos como una suerte de Quijote luchando solitario, en compañía de Sancho, nuestra Consciencia, contra falsos gigantes, las mentiras, en busca de la Verdad. 



Un Rosacruz, para nosotros, es algo muy grande y majestuoso, con cualidades que no tenemos la dignidad de poseer. no somos, por ejemplo, médico ni psiquiatra. No teníamos la capacidad de poder vivir sin trabajar; ahora sí, dado que estamos jubilado y, desde luego, no conocemos a un verdadero Rosacruz, en persona, que nos hubiese iniciado, de forma material, en los misterios rosacruces. 



Por el contrario, del mismo modo que el encuentro de Saulo de Tarso con Cristo, en su camino hacia Damasco como recaudador de Impuestos, así fue nuestro encuentro con la Rosacruz invisible y celestial. Se nos abrieron los ojos comprobando que no solo, eso de la Rosacruz, no era eso diabólico que se decía en los libros evangélicos que trataban sobre las sectas, sino que además, según iba profundizando en nuestra investigación, era el contenedor del verdadero germen del Cristianismo original, descubriendo, al final, que eso de la Rosacruz no era otra cosa que un intento de reformar la Reforma Protestante con el fin de casarla con el original Cristianismo primitivo, el Neoplatonismo gnóstico, el Hermetismo alejandrino y el Pitagorismo de Apolonio de Tiana. 



Pensaba, al comienzo, que nos estábamos introduciendo en la boca del lobo de Satán y sus demonios; pero resulta que encontré justo lo contrario, el verdadero Cristianismo que, durante generaciones y miles de años, se había ocultado a la Humanidad. 



Un Cristianismo gnóstico y racional que no te dice la falacia de que por el mero hecho de creer en alguien o en un nombre ya estás salvo; sino que, por el contrario, la Fe es otra cosa muy diferente al mero hecho de creer en algo o alguien. Qué la Fe es algo muerto si no se acompaña con las obras de un nuevo comportamiento y que esa Fe comporta una búsqueda gnóstica de Dios en nuestro interior. Qué Cristo no es algo separado de nosotros sino que siempre ha estado con nosotros, latente, en el interior de nuestros corazones esperando que nuestro Yo, se rinda ante su evidencia, lo adopte como a un niño huérfano, lo alimente con su propia esencia, primero leche y después carne. 



Cuando Cristo esté maduro y el Yo, plenamente convencido, cede, primero y de forma voluntaria, el Trono del Corazón a su reconocido como Rey, para después, con el tiempo, dejar que ese mismo Dios de Amor, se eleve al Trono de la mente y tome el completo control de nuestras vidas. 


No, no existe algún mediador entre Dios y los hombres, salvo Cristo; pero Cristo no es ese Ser externo y legendario que nos han pintado desde hace más de dos mil años, sino que Cristo es una Entidad Celestial, procedente del Pleroma, de Dios, y que mora dormido en el corazón de todas sus criaturas, también de nosotros.



Es el Conocimiento, la Gnósis, el que nos conduce a esa comprensión y entendimiento de que todos somos hijos de Dios y que su unigénito hijo mora dentro de todos nosotros y que solo tenemos que aceptar su existencia, abrir nuestros corazones y dejar que ese Niño que no es de éste Mundo, ese capullo de rosa, Nazca con la Luz de la Razón y florezca para que pueda convertirnos, algún día, en ese Ser Celestial que en verdad somos y no es que lo hallamos olvidado, sino que ese Yo que somos no es otra cosa que el Paje de ese majestuoso Rey Mago que yace dormidito en la cuna de nuestro corazón y que es el único que verdaderamente Conoce; es decir, Recuerda.



No, definitivamente, no soy ni puedo ser un verdadero Rosacruz; pero sí su humilde paje cuya misión no es otra que ofreceros la buena nueva de que el Señor nacerá pronto en la cueva de Belén, que se encuentra escondida en vuestros corazones.



"Voy derecho hacia mi meta. Dejaré a medio camino a los que vacilen y a los que se queden atrás. ¡Que mi marcha signifique su ocaso!"


F. Nietzsche, Así habló Zaratustra.



Aralba Pensator Minister, Frater R+C