Recuerdo cuando mi Padre, que en paz descanse, nos despertaba a mi hermana y a mí, siendo niños, por la mañana de madrugada, con las palabras eno, eno, eno… mientras nos movía, en vaivén, con sus manos. Era exasperante y se despertaba uno de mala leche, cabreado, con ganas de no se qué.
Hay muchas formas de llamar a la acción y que depende, fundamentalmente, de las circunstancias particulares de cada caso. Quizá exasperar sea la menos positiva para quien la practica ya que termina siendo “odiado” por los exasperados. Evidentemente eso no sucede cuando ya se conoce a la persona en cuestión y se le tiene cierto apego.
Es por tu bien, nos dirán los exasperadores, con una sonrisa en los labios. Me cago en la, diremos nosotros ¿Es que no tienes otro modo de hacer las cosas?
Existen otros modos muy suaves; pero que terminan siendo abandonados por falta de operatividad. Venga, levántate que te tengo un desayuno que es la leche. Déjame en paz, tengo mucho sueño. Venga, muchacho que tienes que ir al cole a ver a los amigos. A los amigos que les den, déjame en paz.
El progenitor se queda durante un instante pensativo. “No sé que carajo voy a hacer con este chiquillo” Vamos levántate, grita, y su sonido como un trueno entra en los oídos del medio durmiente. Vale, vale, no me chilles ya me levanto, caray que genio.
Hemos perdido un tiempo precioso entre intentar llamar a la acción de un modo plácido y la llamada estilo militar. Aquí yo soy el general y tu eres un simple soldado, levántese, soldado. Con el eno, eno, eno habríamos acabado antes, es cierto que es exasperante, pero habríamos ahorrado tiempo y el susto llevado por los chavales al ser voceados.
Todos llevamos a un Creador dentro, pero por el motivo que sea es un vago irredento. Hay que despertarlo. Hemos utilizado todos los trucos posibles, pero ahí sigue, buscando lo fácil, dejar que creen los demás. Poniéndonos cortapisas como yo no soy bueno en eso, fulanito lo dice mejor con sus palabras. Ya que todo está inventado, y lo que yo haga otro lo hará mejor, quizá lo mejor sea quedarme tranquilo y quietecito en la cama.
Lo cierto es que si no somos capaces de crear nosotros mismo, huyendo de las siempre horribles comparaciones y de la abominable competitividad, no habrá diferencia alguna entre nuestros hermanos los animales y nosotros mismos. Cuando llegue la Parca el día de nuestro Destino, no tendremos nada que ofrecerle, como propio, para poder cruzar el lago Estigia y el barquero nos dejará, de nuevo, en este lado. El día que seamos dioses, creadores, Caronte tomará nuestras monedas y nos pasará a la otra orilla, donde moran los que otrora fueran hombres y ahora son dioses.
De vez en cuando, yo el primero, debemos saber aceptar las llamadas de atención cuando, estas, van dirigidas a ponernos en funcionamiento. Ponte las pilas de una puñetera vez, que te va a alcanzar la vida y no vas a tener con que responderla. Es cierto que tampoco podemos pensar o actuar por los demás como si nosotros estuviésemos por encima de ellos. Si yo soy un Dios, aunque solo fuese en formación; al resto de mis congéneres debería tratarlos como si así lo fuesen ellos también.
Aralba, este tío es exasperante, insultante y poco delicado. Si supieran lo diferente que me veo yo. Si supieran como los amo a todos y a todas ustedes; pero a veces me exaspero al ver que no soy capaz de hacerme comprender, al menos de ser leído, porque les aseguro que lo mío no es encadenar palabras sin ton ni son para realizar una bella obra de arte vanguardista. No, mis palabras quieren traerles, a su mente, el paisaje añorado de un mundo olvidado. Un mundo que es tanto el suyo como el mío y que deberíamos de recuperar algún día; pero caray, para eso debemos despertar.
Déjame Aralba, déjame en paz, es que no vez que no te hago ni puñetero caso. Déjame dormir un poco más y vete a darle la murga a otros. Además despierta tu primero y luego despierta a los demás o mejor, deja que se levanten cuando ellos quieran. Vale, vale, contesto; pero eno, eno, eno… Venga, levanten ya el culo.