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martes, 10 de enero de 2012

Ventanas Abiertas


De siempre se ha sabido que la Filosofía lo que hace sobre la esencia de la mente humana es abrir interrogantes antes que contestar a cuestiones determinadas. Por el contrario, tanto la Religión como la Política pretenden dar respuestas inmediatas y emocionales con la ayuda de doctrinas y normativas.

De algún modo, la filosofía se opone a la simplificación de los sistemas doctrinales. La Doctrina nos proporciona un recipiente cerrado y de unas determinadas dimensiones donde la mente, al principio, puede sentirse protegida; pero a poco tiempo que pase, las paredes del recipiente cerrado se convierten en algo opresivo para aquellas mentes que necesitan más luz.

Es por dicha causa que es tan difícil poder compartir ideas, conocimientos u otros trabajos discursivos con los individuos que se encuentran sometidos a la compresión de normas y doctrinas poco flexibles.

Es fácil entender ahora como fue posible que todo un pueblo, como el alemán, pudiera estar sometido al NAZISMO durante el mandato del carismático Hitler. Los individuos, cuando se encuentran bajo la égida del adoctrinamiento, su mente se encuentra como en el interior de un torbellino del que les es muy dificultoso sino imposible salir. Por más que desde fuera se intente romper la costra que forma el adoctrinamientos, es imposible realizar dicho trabajo sin la ayuda del propio afectado.

Y es que la Filosofía abriendo interrogantes sobre otros interrogantes es como si de abrir puertas y ventanas se tratara. Allí donde la filosofía se asienta corre el aire fresco y la flexibilidad de mente permite que cualquier idea científica, literaria, artística o de otro medio florezca sin reparos. Por el contrario, allí donde se han levantado murallas doctrinales solo existe una realimentación mental interna que se nutre siempre del mismo contenido provocando que el Mundo y su entorno se vea, por el observador como algo mucho más chico de lo que es.

Eso me indica que nos encontramos en un Tiempo muy peligroso, donde las ideas conspiranoicas florecen a diestro y siniestro provocando en la mente de sus estudiosos seguidores unas consecuencias lamentables para su libre desarrollo personal y mental. En primer lugar se auto-sujetan, ellos mismos, a una doctrina cerrada que les impide ver la Verdad, dado que su realidad ya se encuentra tintada por un determinado color; por otro lado, se van transformando en el perfecto caldo de cultivo para que se reproduzcan, de forma masiva, actitudes fascistoides primero para pasar a situaciones del todo anómalas y aparentemente inexplicables.

Así es fácil ver a los Reyes como seres monstruosos a los que sería moral cortarles la cabeza, o judíos poco menos que retrasados a los que convendría extinguir por beneficio del resto de la humanidad. Esas cosas pasaron, primero en la revolución francesa y después durante el auge del nazismo en la Europa Central.

De algún modo se crea una especie de realimentación entre la única puerta de entrada y la única de salida que poseen los adoctrinados. Su realimentación provoca un énfasis especial en sus doctrinas hasta transformarse en una obsesión que terminará traspasando el ámbito mental para llegar al propio orgánico donde las propias neuronas, debido a la inercia provocada por la rutina, ya no saben salir del círculo vicioso donde han entrado con lo que se produce una especie de feedback entre la mente y el organismo que lo sustenta hasta llegar a tipos de neurosis como la paranoia.

De aquí es fácil deducir que la Filosofía no es solo una herramienta intelectual o literaria, sino que se trata de una medicina muy efectiva para el correcto desarrollo de la mente humana. Por el contrario, los adoctrinamientos, vengan de donde vengan, no sirven más que para hacer menos digno al ser humano y convertirlo en fácilmente manipulable. De Hecho, los propios conspiranoicos son el ganado perfecto para ser usado por los verdaderos conspiradores.

Aralba