lunes, 14 de enero de 2013

¿Hablamos de Magia o de Nigromancia?




Hablar de esto, es hacerlo de la Ignorancia, del fanatismo y de la ambición desmedida, pues solo individuos que suman esas tres características son capaces de sumergirse en las caóticas aguas de lo que se ha venido a denominar como nigromancia.

En segundo lugar deberíamos explicar que es eso de nigromancia; pero antes deberíamos definir de qué estamos hablando cuando usamos la palabra Magia.

Hacer Magia sería la acción de influir en los asuntos de la realidad material usando argucias psíquicas o mentales mediante algún tipo de ritual y, o profundas meditaciones. Quizá no sean esas las palabras exactas que utilicen los diccionarios de la lengua de los diferentes paises; pero es la definición que más se aproximaría a la realidad de los hechos.

Para hacer honor a la Verdad, el mundo de la Magia es como un inmenso espectro electromagnético visual cuyos límites, en lo infrarrojo y ultravioleta vendrían a ser la Magia Negra o Nigromancia y la Magia Blanca o Teurgia.

Las fuerzas fundamentales que se mueven en dichos extremos del espectro mágico, resumiendo, serían el Odio para la Nigromancia y el Amor para la Teurgia.

Todos los individuos, al menos de la Especie Humana están, de forma permanente, moviendo esas fuerzas mágicas de forma inconsciente. Cuando el Ser Humano ama con pasión, en sus diferentes vertientes, está sembrando positivismo a su alrededor y los resultados de dichas acciones siempre serán benignas y beneficiosas tanto para quien lo cultiva como para sus semejantes. Por el contrario, cuando las personas odian, con intensidad, se está sembrando el mal y el caos alrededor de ellas y sus efectos siempre serán negativos tanto para ellas como para las personas que las rodean.

Hasta aquí, hemos podido mostrar un cierto tipo de magia que podríamos denominar como inconsciente; pero cuando los individuos, en solitario o en grupo, desean utilizar esas fuerzas de forma consciente entramos, de lleno, en lo que se ha venido a denominar a través de las edades como Magia, propiamente dicha. Es entonces cuando los magos se arropan de ciertas muletillas, parafernalia, pociones, y rituales que, vienen a servirles como potentes catalizadores energéticos funcionando a modo de mirilla telescópica para que los efectos deseados se produzcan, allá donde se necesiten, con la máxima precisión posible, tanto en cuanto a cantidad como a resultados posibles.

Es evidente que los verdaderos magos solo utilizan la magia blanca, dado que son conocedores de los efectos secundarios perjudiciales, para ellos mismos, que supondría utilizar como base el Odio para realizar sus conjuros. Los brujos que se sumergen, de lleno, en la magia negra pueden hacerlo por varios motivos: Pudiera ser tal el odio que les embarga el alma que les importa bien poco que el mal que ponen en movimiento les alcance. También podría ser por simple ignorancia, con lo cual estaríamos hablando de aprendices de brujo y por último tendríamos a aquellas personas cuya ambición desmedida les incita a poner por delante de todo lo demás, el alcanzar el máximo poder posible.

Ya de por sí, dado que el Ser Humano es un Ser Mágico en esencia, estamos moviendo, de forma cotidiana, grandes fuerzas positivas y negativas, tanto con nuestro pensamiento como con nuestros actos. Esas fuerzas se cargan a nuestras espaldas como Karma o como Dharma y que, de algún modo, deberán ser compensadas en ésta o en otras vidas, aquí en la Tierra o en otro mundos, de ésta o de otras dimensiones posibles. Lo que tratamos de decir con ello, es que solo los auténticos magos iniciados y debidamente entrenados o los más ignorantes brujos son capaces de meterse a remover tan incontrolables lodos.

Cuando la Ignorancia se realimenta, de sí misma, nace el fanatismo sordo y ciego que no quiere ver la verdad ni escuchar el consejo de los entendidos; con lo cual, los practicantes que no están investidos para poder manejar las fuerzas mágicas conscientes, se enorgullecen de su falso conocimiento mágico y por donde pasan van extendiendo el caos y todas sus negativas ramificaciones, como la ira, egoísmo, avaricia y el resto de los conocidos, por la religión, como pecados capitales.

Creemos que cualquiera, medianamente inteligente, se habrá percatado que es generalmente la ambición desmedida lo que incita a los ignorantes a sumergirse en el lodazal de las fuerzas mágicas con el fin de conseguir objetivos egoístas y cuyo fruto no es otro que el más ciego de los fanatismos que les lleva a no ver que sus actos son perjudiciales, incluso, para sí mismos, las personas que alguna vez quiso e incluso para el conjunto de la humanidad.

El verdadero Mago, por regla general, suele ser un Sacerdote investido, por iniciación, de dichos poderes. Esto quiere decir que antes de facilitarle su acceso libre a las fuerzas mágicas ha sido debidamente instruido, no solo para dominarlas y que alcance sus benéficos objetivos sino que esas fuerzas sean lo más inmaculadas y amorosas posible, pues solo de ese modo puede servir, debidamente, a sí mismo y a su comunidad.

Los verdaderos magos, aunque al principio de sus carreras suelen utilizar rituales y fórmulas mágicas como apoyo psíquico a sus benéficas acciones, con el transcurso del tiempo ya no les es necesario y los mismos efectos serán producidos solo con poner en funcionamiento su pensamiento, su deseo de que el amor reine en el Mundo y entre los hombres.

Al Mago negro o Brujo le sucede exactamente lo mismo y a ambas formas se las denomina como Carisma. Ese Carisma es la magia que tanto el Brujo como el Mago llevan consigo a todas partes y que les resulta tan atractivo al común de los mortales, consiguiendo con ello tener muchos seguidores.

La diferencia entre los seguidores de un Mago o de un Brujo es que los seguidores del Mago jamás se sentirán atados al Carisma de su Maestro y al mismo tiempo reciben de él alimento espiritual cargado de Amor. Por el contrario, los otros, quedarán sujetos a la negra sombra de sus supuestos maestros y servirán al Señor oscuro como alimento para que pueda regodearse, de forma permanente, en el mal más obsceno y odioso.

Después de haber leído esto, nos gustaría que se pensaran dos veces, al menos, cual es el camino que desean seguir: ¿El del Mal que no conduce a ningún lugar y que no posee futuro o el del Bien que nos lleve al común de la humanidad a las mayores cotas de evolución posible? En vosotros, mis amigos y hermanos, queda la decisión final.

Aralba