domingo, 19 de febrero de 2012

Exasperar


Recuerdo cuando mi Padre, que en paz descanse, nos despertaba a mi hermana y a mí, siendo niños, por la mañana de madrugada, con las palabras eno, eno, eno… mientras nos movía, en vaivén, con sus manos. Era exasperante y se despertaba uno de mala leche, cabreado, con ganas de no se qué.

Hay muchas formas de llamar a la acción y que depende, fundamentalmente, de las circunstancias particulares de cada caso. Quizá exasperar sea la menos positiva para quien la practica ya que termina siendo “odiado” por los exasperados. Evidentemente eso no sucede cuando ya se conoce a la persona en cuestión y se le tiene cierto apego.

Es por tu bien, nos dirán los exasperadores, con una sonrisa en los labios. Me cago en la, diremos nosotros ¿Es que no tienes otro modo de hacer las cosas?

Existen otros modos muy suaves; pero que terminan siendo abandonados por falta de operatividad. Venga, levántate que te tengo un desayuno que es la leche. Déjame en paz, tengo mucho sueño. Venga, muchacho que tienes que ir al cole a ver a los amigos. A los amigos que les den, déjame en paz.

El progenitor se queda durante un instante pensativo. “No sé que carajo voy a hacer con este chiquillo” Vamos levántate, grita, y su sonido como un trueno entra en los oídos del medio durmiente. Vale, vale, no me chilles ya me levanto, caray que genio.

Hemos perdido un tiempo precioso entre intentar llamar a la acción de un modo plácido y la llamada estilo militar. Aquí yo soy el general y tu eres un simple soldado, levántese, soldado. Con el eno, eno, eno habríamos acabado antes, es cierto que es exasperante, pero habríamos ahorrado tiempo y el susto llevado por los chavales al ser voceados.

Todos llevamos a un Creador dentro, pero por el motivo que sea es un vago irredento. Hay que despertarlo. Hemos utilizado todos los trucos posibles, pero ahí sigue, buscando lo fácil, dejar que creen los demás. Poniéndonos cortapisas como yo no soy bueno en eso, fulanito lo dice mejor con sus palabras. Ya que todo está inventado, y lo que yo haga otro lo hará mejor, quizá lo mejor sea quedarme tranquilo y quietecito en la cama.

Lo cierto es que si no somos capaces de crear nosotros mismo, huyendo de las siempre horribles comparaciones y de la abominable competitividad, no habrá diferencia alguna entre nuestros hermanos los animales y nosotros mismos. Cuando llegue la Parca el día de nuestro Destino, no tendremos nada que ofrecerle, como propio, para poder cruzar el lago Estigia y el barquero nos dejará, de nuevo, en este lado. El día que seamos dioses, creadores, Caronte tomará nuestras monedas y nos pasará a la otra orilla, donde moran los que otrora fueran hombres y ahora son dioses.

De vez en cuando, yo el primero, debemos saber aceptar las llamadas de atención cuando, estas, van dirigidas a ponernos en funcionamiento. Ponte las pilas de una puñetera vez, que te va a alcanzar la vida y no vas a tener con que responderla. Es cierto que tampoco podemos pensar o actuar por los demás como si nosotros estuviésemos por encima de ellos. Si yo soy un Dios, aunque solo fuese en formación; al resto de mis congéneres debería tratarlos como si así lo fuesen ellos también.

Aralba, este tío es exasperante, insultante y poco delicado. Si supieran lo diferente que me veo yo. Si supieran como los amo a todos y a todas ustedes; pero a veces me exaspero al ver que no soy capaz de hacerme comprender, al menos de ser leído, porque les aseguro que lo mío no es encadenar palabras sin ton ni son para realizar una bella obra de arte vanguardista. No, mis palabras quieren traerles, a su mente, el paisaje añorado de un mundo olvidado. Un mundo que es tanto el suyo como el mío y que deberíamos de recuperar algún día; pero caray, para eso debemos despertar.

Déjame Aralba, déjame en paz, es que no vez que no te hago ni puñetero caso. Déjame dormir un poco más y vete a darle la murga a otros. Además despierta tu primero y luego despierta a los demás o mejor, deja que se levanten cuando ellos quieran. Vale, vale, contesto; pero eno, eno, eno… Venga, levanten ya el culo.


ARALBA

sábado, 4 de febrero de 2012

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Hace unos años realizamos un Taller de escritura, de Ciencia Ficción, en Fuente-taja y de no muy buen recuerdo; pero de donde si salió alguna amistad interesante.

Recuerdo que un día la monitora, experta en culebrones latinoamericanos, nos propuso que leyésemos unos el trabajo de los otros y que inspirándonos en ellos diésemos nuestra opinión o incluso que realizáramos algún trabajo propio o la continuación de aquel.

Había un compañero que había auto-publicado unos cuentos y fue prácticamente imposible que soltara su tan valiosa prenda por miedo a no se qué. Si, por miedo supongo a que fuese copiado, plagiado, etc., etc.

Lo cierto es que yo estaba muy acostumbrado, desde hacía mucho tiempo, a no ser demasiado celoso de nuestra Obra. Eso me lo enseñó mi Maestro Tus, un gran poeta cuyo dominio del lenguaje es inigualable y que dejaba sus joyas creativas desperdigadas por doquier sin ningún tipo de precaución. Cierto es que sus palabras, no entendibles por todos, iban dirigidas a lo más profundo del alma.

Por aquella época, un poco antes, tuve como compañero de labor a un abogado que intentó abrirme los ojos al respecto y consiguió que registrara el grueso de mi Obra hasta entonces, pues es evidente que quien escribe es porque quiere ser leído; pero si no publicas, de algún modo, terminará perdiéndose la obra para siempre. Con el tiempo me di cuenta, al contacto con la Verdad, que eso de la Propiedad Intelectual es una falacia indecente; porque ¿De que somos creadores o propietarios, o inventores? De nada. Todo está inventado ya, lo único que hay que hacer es redescubrirlo. Las historias, los cuentos fantásticos, las historias de ficción que consideramos como producto de nuestra mente son falsos. Ya existen en otro lugar.

Todo lo que viene a nosotros es por escritura automática, canalización gustan de llamarlo ahora, existe existió y existirá en uno de los infinitos mundos del multiverso. Nosotros solo somos meras antenas que se encuentran peor o mejor sintonizadas al respecto; por lo tanto, es una falacia suponer que somos creadores de nada y menos sus propietarios oficiales. ¿Quién paga derechos de autor a los pájaros por haber inventado el vuelo? ¿Quién paga Copyright a los murciélagos por haber inventado el radar y el sonar? ¿Quiénes somos nosotros para ser considerados más importantes que ellos, cuando llevan muchos más millones, viviendo, en el planeta que nosotros?

Yo entiendo que todo el mundo debe de cobrar por su trabajo; pero me parece una indecencia que alguien pueda vivir a cuerpo de rey toda la vida por un simple descubrimiento o un golpe de fortuna literario. Más indecente aún es que los descendientes de los supuestos creadores tengan que beneficiarse por algo que no han hecho ellos mismos.

El creador del Esperanto puso su creación en manos de las Naciones Unidas para que pudiera ser dado gratis a la Comunidad internacional. Es evidente que los países anglosajones se lo han pasado por el forro de ya sabemos donde, pues quien domina el Lenguaje tiene el Poder. De eso sabe mucho mi Maestro Tus. Estamos en un mundo donde todo tiene un valor económico y no depende de su valor, propiamente dicho, sino de otros factores que se nos escapan.

Nosotros preferimos ver nuestra Obra divulgada antes que verse perdida para siempre en algún viejo arcón que termine en un crematorio de basuras. Cualquier digno creador debería pensar de dicho modo y no agarrar a su obra como si se la fueran a robar. De hecho, muchos que podrían ser unos auténticos creadores, se amilanan ante la presumible posibilidad de que pudieran apropiarse de su Obra. ¿Para eso voy a crear, para que me copien la idea?

Estamos convencidos que esa es una mala idea, porque con la creación, traer a nuestro mundo realidades de otros mundos, nuestro espíritu crece y madura hasta transformarnos en lo que ya deberíamos ser: dioses inmortales; mientras seamos tan cretinos y miserables, dando un valor monetario a las verdades espirituales, no conseguiremos pasar del parvulito de la Vida y solo seremos unas fecundas reses para las sociedades generales de autores y que se alimentan del trabajo de otros. Dicho queda.


ARALBA