martes, 8 de noviembre de 2011

Liderazgo y Sumisión





Estamos tan acostumbrados, por los políticos, a escuchar la palabra líder que casi no le damos importancia al profundo significado, negativo, que tiene para el progreso de la Especie Humana. En tiempos lejanos fueron necesarios caudillos, jueces, dictadores y monarcas para que una masa humana sin cultura pudiese ser llevada, cual rebaño, a un destino prefijado por sus artificiales amos.

Hoy en día, quien más y quien menos, tenemos una cultura básica lo suficientemente elevada para que no nos dejásemos engañar por las triquiñuelas de gentes amantes del poder y de la manipulación. Todo aquel que es erigido o se auto-erige como líder de un grupo de personas o de un país, va contra corriente de la natural evolución humana y que, desde luego, no debería de ser seguido por nadie.

El Ser Humano tiene una componente Espiritual, de la que hemos hablado en profundidad, que lo hace tender hacia la individualidad. Dentro de su sino interno, comprende que a pesar de lo que le quieren hacer creer, somos todos iguales en grado de divinidad. Es cierto que la humanidad, como individuos, necesitó y necesita, ahora menos, de la colectividad para poder defenderse de las inclemencias y ataques depredadores del mundo en el que vive; pero no deja de ser más que algo circunstancial y útil por pura necesidad.

La Mente Humana, por su espiritualidad, es anarquista en el más amplio y positivo sentido de la palabra. Cualquier normativa que se le impone, la toma como una conspiración, algo inaceptable y repulsivo. El Hombre Espiritual, en dichas situaciones, se siente agredido y minusvalorado y es por dicha causa, conociendo esa motivación interna que dirige, desde el interior, a todo ser humano, despierto o dormido que es paradójico que todavía haya descerebrados que sigan alardeando del liderazgo como una herramienta útil para el progreso de la humanidad.

Por regla general, son esos líderes, los que nos han llevado por derroteros tan negativos como para enzarzarnos en guerras fratricidas que han derramado históricamente la sangre de nuestros iguales, hermanos. El Líder, en los casos donde los grupos humanos son dirigidos como una manada de bestias, es el único que ejerce su sagrada individualidad. El resto, sus vasallos históricamente, vienen siendo ninguneados como si el Líder, el Juez, el Monarca estuviesen marcados por una mano divina y el resto estuviésemos avocados a, simplemente, seguir su estela hasta donde quisieran llevarnos.

Es cierto, que en algunas circunstancias, más bien pocas, ha surgido algún Líder que positivamente ha llevado a sus congéneres a puntos elevados, por encima de los animales, más propios de su divina herencia; pero eso no es lo general, además dichos supuestos lideres siempre han renegado de tal adjetivo muy a pesar de que sus acólitos y discípulos no han dejado de llamarlos maestros, líderes u otras zarandajas. Ni Zoroastro, ni Buda ni el Propio Jesús el Nazareno se autoproclamaron líderes. Acordaos de las palabras de Jesús en el Nuevo Testamento: No os arrodilléis ni llaméis Señor a nadie que esté sobre la Tierra sino solo a vuestro Dios que está en el Cielo.

Ningún mono puede ser líder de hombres. Quien se autodenomina o gusta de ser llamado Líder no deja de ser más que un mono peludo condenado al envejecimiento, la muerte y la putrefacción. El Simio no tiene futuro en el esquema del Ser humano divino y como tal debe de ser destronado por el Hombre verdadero. Ahora tenemos una herramienta importante para saber quien está situado en el trono del Mono y quien, como iguales, intenta con sumo mimo abrirnos los ojos a la Verdad. Todo aquel que eleva el pendón del liderazgo debe de ser abandonado por los futuros humanos. Todo aquel que nos dice que tenemos que escuchar a nuestro Ser Interno, la Consciencia, el Maestro divino que todos llevamos dentro, debiera de ser al menos escuchado.

A todo aspirante a vivir la humanidad en todos su Ser, debería resultarle repulsivo comprobar como hay otros que lo quieren liderar como lo hiciera un pastor con su rebaño. O somos ovejas o leones. En nuestras manos queda la elección.

ARALBA